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viernes, 24 de octubre de 2014

El voto que no me gusta

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-voto-que-no-me-gusta-10-10-2014
La República
La mitadmasuno
10 de octubre de 2014
Juan De la Puente
En el Perú, el voto que el establishment no entiende o que no le gusta termina siendo contestatario o ignorante; de ese modo el país está formateado antes de cada elección, sin posibilidades de interpretación de los resultados: 1) el voto por los partidos es en favor del sistema; 2) el voto por los movimientos regionales es antilimeño y antisistema; y 3) el voto por la izquierda es ignorante y “atrasador” del desarrollo.
Es absurdo apreciar los resultados solo por la identidad de los candidatos. Este software, compatible para analistas de izquierda y derecha, gira en torno a un eje: que el voto está condenado desde hace 14 años a aceptar o negar el sistema, una aplicación cerrada que no permite opciones de sufragio como: 1) aceptar el modelo económico pero rechazar el modelo político; 2) aceptar las reglas políticas pero pugnar por innovar las de la economía; 3) re-construir ambos modelos desde el espacio regional/local; 4) premiar o castigar a líderes y autoridades; 5) respaldar o reconocer promesas de interés personal o dádivas del candidato; y 6) honrar lealtades políticas y principios éticos.
Sostengo que en la reciente elección se ha relativizado el clásico voto antisistema, que aún puede apreciarse en Cajamarca, Moquegua, Puno y Cusco, donde varias listas en cada caso recabaron entre el 40 y 60% de votos, y en menor medida en Junín, Apurímac y Huancavelica, donde abarcaron entre el 30 y 40%. En cambio, no me imagino que el voto por Waldo Ríos (Áncash) se oponga al sistema, o el de Gilmer Horna (Amazonas), Jaime Rodríguez (Moquegua), Wilfredo Oscorima (Ayacucho), Luis Picón (Huánuco), César Acuña (La Libertad) e Yván Vásquez (Loreto), entre otros. Eso sí, el voto por Rudecindo Vega (Amazonas) fue explícito contra la corrupción, al igual que el de Rubén Alva (Huánuco) y Fernando Meléndez (Loreto).
También es razonable sostener que la idea de un desarrollo regional abierto y no contra el modelo económico, aunque con críticas a lo político, haya recabado votos para Reynaldo Hilbk y Jhony Peralta (Piura), Javier Ísmodes (Arequipa) Omar Jiménez y Fernando Martorell (Tacna), José Murgia (La Libertad) y Fernando Cilloniz (Ica), entre otros.
El inmenso saco del voto antisistema no sirve para apreciar las nuevas identidades ciudadanas. Por ejemplo, impide identificar un voto consciente contra la ley o voto informal/ilegal en zonas que han desafiado a la política desde la política, como el que expresan Waldo Ríos (Áncash), Luis Otsuka (Madre de Dios), Manuel Gambini (Ucayali) y Walter Aduviri (Puno) y en centenares de distritos y provincias.
No es racional juntar la crítica política, el rechazo económico, los proyectos ilegales y los emprendimientos mafiosos, si en gran parte del país la fragmentación electoral no obedeció al grado de confrontación con Lima o el sistema (que no tuvieron defensores) sino al ajuste local de cuentas. De otro modo, el radicalismo político en sus vertientes de derecha o izquierda habría ganado más plazas electorales.
A pesar de ello, el país conservador está escandalizado y les atribuye a los resultados un sentido que se bate en retirada, un análisis básico en la línea del voto irracional contra las máquinas y el progreso. Otra ruta de análisis aparentemente progresista recupera la idea del voto de protesta convirtiéndolo equivocadamente en dominante.
Es preciso dejar de ver bajo cada piedra un líder o un proyecto antisistema y apreciar otros fenómenos en sus efectos inmediatos. Contra lo señalado en los análisis inmediatistas, las elecciones envían un mensaje directo: que el debilitamiento extremo de los partidos acompaña la pérdida de la identidad regional y municipal que apareció en la década pasada como respuesta a los partidos nacionales. Salvo excepciones, los nuevos actores difieren de los anteriores que exhibían peso propio, prestigio y programa; en cambio los que irrumpen en la escena son en abrumadora mayoría propietarios de maquinarias financieras y escasos escrúpulos, es decir, un regionalismo político pobre y atrasado.

lunes, 14 de octubre de 2013

Urtecho, hijo de la antipolítica

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/urtecho-hijo-de-la-antipolitica-11-10-2013
La República
La mitadmasuno
11 de octubre de 2013
Juan De la Puente
Michel Urtecho es un hijo legítimo del voto preferencial y de la antipolítica. Fue durante 10 años dirigente de Renovación, el partido que fundara Rafael Rey y por el que fue elegido al parlamento el  2006, vía la alianza Unidad Nacional que dicho partido integró. Allí siguió la conocida ruta tránsfuga: abandonó Renovación, se estacionó en una bancada formada por renunciantes de varios partidos a la espera de la reelección. Ella se produjo el 2011 de la mano de Solidaridad Nacional. Aún recuerdo la angustiosa carta que a fines del 2010 su esposa dirigió a medios de comunicación y periodistas solicitándoles abogar en favor de una nueva postulación de su esposo.
Su ingreso a la política fue convencional para el estándar peruano. No se adhirió a las ideas ni fue reclutado como militante en alguna campaña de afiliación partidaria. Según cuenta en la historia de vida colgada en su página web, envió misivas a todos los líderes políticos para que lo ayudaran a “entrar en política”; es decir, tiró una red a la derecha, a la izquierda y al centro de las aguas en busca de una plataforma personal. Un partido picó el anzuelo.
La carta de presentación ante el antisistema de partidos peruano es el dinero o la fama; en el caso de Urtecho, confesión de parte, fue su discapacidad. En sus siete años de parlamentario no se ha caracterizado por adherirse a un programa general o defenderlo. El episodio de las sillas de ruedas revela la medida de sus ocupaciones cotidianas; Urtecho, sin embargo, es un parlamentario ubicado en el centro del poder congresal. Durante los dos períodos parlamentarios fue portavoz de su bancada, miembro del Consejo Directivo, de la Comisión Permanente y vicepresidente de la mesa directiva. En todo ello, su poderosa razón y motivo, su target y core business al mismo tiempo, fue la discapacidad. Las investigaciones determinarán si solo fue una coartada.
En los actos por los que se le acusa, como en todo delito, ha debido de existir una cuota decisiva de voluntad personal. Sin embargo, la gestión parlamentaria en nuestro sistema es un arca abierta para la comisión de tropelías, habida cuenta que se organiza a partir de una enorme discrecionalidad individual de los congresistas. En gran parte del ejercicio de sus funciones, como la contratación del personal de su despacho, la presentación de proyectos de ley, la suscripción de dictámenes, las votaciones en el Pleno, la realización de viajes internos e internacionales, es casi nulo el papel de las bancadas parlamentarias.
El estatuto del congresista peruano cambió radicalmente con la incorporación del voto preferencial. La dura competencia para la elección, donde es cada vez más decisivo el dinero, sella con un individualismo extremo al representante elegido. Esta cultura se traslada al ejercicio de la labor parlamentaria y salvo uno o dos grupos congresales, en los que el partido juega un rol ordenador de prioridades y apetencias, el trabajo parlamentario es un campo de Agramante, una tierra de nadie o de muy pocos.
El Congreso ha iniciado un procedimiento indagatorio de las denuncias contra Urtecho, aunque no debería obviar el tema de fondo al que conduce el caso. La indignación de los congresistas debería reflejarse en un debate serio de las propuestas de reforma política que se localizan en la Comisión de Constitución, particularmente la eliminación del voto preferencial, el financiamiento público, la alternancia de género y las elecciones internas de candidatos a cargos de elección popular.
No todos los hijos del voto preferencial realizan los actos de los que se acusa a Urtecho. El actual Congreso cobija a representantes de ejecutoria política ejemplar e intachable; sin embargo, el sistema con el que son elegidos y el que opera en el Legislativo están agotados y viciados. Basta recordar que en las legislaturas anteriores a los noventa se registraron muy pocos casos de transfuguismo y ningún escándalo de recorte de sueldos en los despachos parlamentarios.