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sábado, 15 de octubre de 2016

El troncho de la paz

http://larepublica.pe/impresa/opinion/807557-el-troncho-de-la-paz
La República
La mitadmasuno
30 de setiembre de 2016
Juan De la Puente
Llevamos 50 años en una guerra contra las drogas que ha fracasado, incluso en EEUU, el país que embarcó al mundo en la cruzada prohibicionista. En el Perú, que siguió el manual de esta guerra, no debemos pasar de ese extremo al otro, a la paz de los “tronchos”, a la relativización del consumo de drogas pretendiendo que la legalización de una de ellas, la marihuana, resuelva problemas mayores que al mismo tiempo son de libertades individuales, de salud pública y de derechos colectivos.
Tres países claves para el narcotráfico: México, EEUU y Colombia, debaten seriamente hace 8 años qué hacer con las drogas, en tanto que el Perú, el real primer productor de cocaína, se ha cerrado a la discusión. Las recientes declaraciones del Presidente Kuczynski, más allá de su entrada hilarante al tema podrían ser el inicio de una inédita reflexión que los medios, la academia y el Estado no deberían dejar que quede en la anécdota.
El sistema creado por la Convención de Viena de 1961 prohibió o sometió a control a más de 100 sustancias y se propuso desaparecer el consumo tradicional del opio en 15 años y de la marihuana y coca en 25 años. Nuestro fracaso es emblemático. Cuando empezó la guerra contra las drogas había solo dos departamentos cocaleros. Ahora son 13; las 40 mil hectáreas de coca se distribuyen en 17 valles, incluidas 134 hectáreas en áreas naturales protegidas y se cuentan 26 zonas de sembrío de amapola con cerca de 1,000 hectáreas. Sobre el cultivo de marihuana no hay datos seguros pero sí dos cifras duras de Devida: es la droga de consumo masivo, con 8% de personas que alguna vez lo probaron (prevalencia de vida), y que uno de cada dos consumidores habituales de marihuana pasa a consumir cocaína.
Frente a la riqueza desafiante de esa reflexión, algunos liberales a los que he leído estos días parecen haberse fumado, precisamente, un “troncho”, postulando una entrada mágico- facilista al debate, trasladando la teoría de la mano invisible del mercado al consumo de las drogas, y situando la discusión solo en términos de libertades.
Un debate nacional sobre las drogas merece información sobre políticas públicas incluso en la perspectiva de la legalización como ¿Cuántas camas tiene el sistema de salud pública para el tratamiento de drogodependientes? ¿Cuántos departamentos están narcotizados debido al impacto de la producción de drogas y de consumo, y cuál sería su evolución en una etapa post legalización?
En caso se arribe a un consenso sobre la legalización de la marihuana, este no será necesariamente una fiesta. En Uruguay, en julio pasado, poco antes del inicio de la venta legal de esta droga, solo 50 de 1,200 farmacias se habían inscrito al sistema porque la mayoría tenía temor a los vendedores informales. Reseño la ironía de un farmacéutico: “No entiendo por qué no la venden en las comisarías, que están en todos los barrios, tienen seguridad y están abiertas las 24 horas”.
No deberíamos cerrar la discusión de las drogas legales e ilegales a un asunto exclusivo de libertades en un país donde la edad de inicio del consumo de alcohol (legal) y marihuana (ilegal) entre los escolares es de 13 años y donde el 2,7% de jóvenes entre los 12 y los 18 años admite haber consumido drogas ilegales. Para esta discusión también importa que según datos del Ministerio de Salud, 9 mil personas fallecen cada año en los hospitales públicos por enfermedades asociadas al tabaquismo, y que la sustancia THC, la que determina los efectos de la marihuana, se ha duplicado en 20 años y por eso se ha incrementado en el mundo en 5% el número de adictos pero en 10% el número de tratamientos de adictos.
Somos un país productor y consumidor de drogas fuertes entre ellas 350 toneladas de cocaína pura y de bajo precio. En otro debate sobre salud pública y derechos –sobre el alcohol, tabaco, transgénicos o comida chatarra– las sociedades no se detienen en lo legal o ilegal de una actividad sino en la capacidad del Estado de ponderar la libertad y el interés público.

viernes, 15 de julio de 2011

Drogas: auge del consumo

La mitadmasuno
La República
14 de julio 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/14-07-2011/drogas-auge-del-consumo


El proceso iniciado hace poco más de una década, cuando el Perú dejó de exportar pasta básica de cocaína y empezó a procesar clorhidrato de cocaína a gran escala, ha encontrado “su lugar”. El III Estudio Nacional sobre consumo de drogas en escolares, presentado recientemente por Devida, arroja un dato macizo: nuestro consumo de drogas ha dejado de crecer aritméticamente y podría haber empezado a aumentar exponencialmente, a un ritmo de 20% cada dos años, aunque estos saltos tienen también como estrellas a la marihuana y al alcohol.
Es un exceso afirmar que el Estado ha perdido la guerra contra el consumo de drogas porque simplemente nunca la inició. En esa inacción reside la principal amenaza. Así como el tráfico de drogas es apreciado como un problema solo de policías y jueces, el consumo de drogas todavía es visto como un asunto de salud pública, exclusivamente.
Esa etiqueta relativiza el papel de la comunidad, de la familia y de la escuela, y no toma en cuenta, como lo indica el Estudio, dos constantes: 1) que exceptuando el caso del alcohol, cuyo primer entorno de inicio es el hogar, el consumo del tabaco, marihuana, cocaína y drogas sintéticas se inicia en el barrio y, en segundo lugar, en la escuela; y 2) que la edad promedio de inicio de consumo de drogas legales e ilegales es 13 años, una etapa donde la familia y la escuela son responsables de la orientación del adolescente.
Otro fenómeno es el incremento del consumo en las 10 ciudades cercanas a puertos de salida de droga: Tumbes, Piura, Chiclayo, Trujillo, Chimbote, Lima, Callao, Ica, Arequipa e Ilo. Allí, el consumo de drogas ilegales se incrementó en 20%, respecto a los últimos dos años. Más revelador es que en las nueve regiones donde subsisten cultivos ilegales (San Martín, Huánuco, Ucayali, Pasco, Ayacucho, Junín, Cusco, Madre de Dios, Puno y Loreto), el consumo de sustancias cocaínicas se haya incrementado en casi 50%.
El Estado tampoco está presente en la atención y rehabilitación. Según el Estudio, el 45% del tratamiento se realiza en clínicas privadas, comunidades terapéuticas y grupos de autoayuda y solo el 23% en centros públicos. Así, buena parte de los 20 mil escolares que debieron ser internados el último año por drogas no lo fueron en el sistema de salud. ¿Quiénes atenderán a los 180 mil escolares que reconocen necesitar tratamiento por alcohol o drogas?