Mostrando entradas con la etiqueta identidad de la izquierda. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta identidad de la izquierda. Mostrar todas las entradas

sábado, 2 de mayo de 2015

La izquierda y la angustia por la unidad

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-izquierda-y-la-angustia-por-la-unidad-17-04-2015
La República
La mitadmasuno
17 de abril de 2015
Juan De la Puente
La izquierda de América Latina siempre ha encarado la dinámica entre el derecho a la diversidad y la necesidad de la unidad. Donde ha logrado el equilibrio, en El Salvador (FMLN), Uruguay (Frente Amplio) y recientemente en Chile (Nueva Mayoría), ha construido poderosas experiencias electorales con resultados políticos y sociales reconocibles. Donde no fue posible este equilibrio, los resultados son diversos, desde la irrupción de exitosos movimientos críticos de la historia de la misma izquierda, como en Bolivia (MAS), Ecuador (Alianza País), Venezuela (MVR), Argentina (Frente para la Victoria) y Brasil (PT), hasta la formación de nuevas expresiones muy influyentes como en Colombia (Polo Democrático) y México (PRD).
El Perú es una excepción; la izquierda no fue ni equilibrio ni irrupción consistente. Izquierda Unida (IU) solo duró 8 años y la incursión de Humala el 2011 se quedó en la puerta. Varias explicaciones andan en libros y diarios pero dos me parecen sustantivas y convergentes: la debilidad de sus partidos y la ausencia de grandes e inteligentes líderes (no picarse, compañeros).
Es cierto entonces que el progresismo en América Latina no tiene necesariamente el rostro obligado de la unidad. En sus victorias hay especificidades locales identificables pero también hay una razón transversal, y se llama audacia.
Me parece sensato el actual llamado a la unidad de la izquierda pero no creo que esta sea central, ni que de ella dependa la supervivencia de la izquierda y del país. Creo que es legítimo el derecho de la izquierda a romper con el aislamiento y superar su debilidad, pero es preciso razonar sobre la naturaleza de ambos.
La izquierda está aislada pero más aislada en la sociedad que en el establishment, y ello explica su debilidad. Rotos sus vínculos tradicionales urbanos y rurales tiene dificultades para respirar en este espacio inédito en el que se ha convertido una sociedad atravesada por nuevos problemas sin que se resolvieran los viejos. En esta izquierda que no ha podido aprender a respirar fuera del agua conozco líderes que no tienen correos electrónicos personales, no saben lo que es Facebook y Twitter, y dirigen partidos o gremios que no tienen páginas web o blogs.
La izquierda está más dividida que hace 20 años porque hay más razones para la división. Las distancias entre la izquierda de todos derechos y la izquierda de algunos derechos (especialmente de los derechos colectivos) son apreciables a simple vista, al igual que la distancia de estos con la izquierda de las regiones, la más audaz, sufrida y vigorosa del continente, por ser una izquierda no reconocida, huérfana, ilegítima para las direcciones nacionales, a la espera de una inclusión política que nunca llega. 
Es cierto que es una obligación de las fuerzas progresistas impedir que se haga del poder un programa autoritario, conservador y que profundice el neoliberalismo. También es cierto que esa perspectiva solo será posible si se construye una coalición política y social (ojo, social) de centro. Es asimismo cierto que toda recusación al centro es infantil e irracional habida cuenta de los resultados electorales de los comicios de 1980, 1985, 1990, 2001, 2006 y 2011 (¡seis elecciones!).
No es seguro, sin embargo, que el centro esté reservado por mandato divino para aquella izquierda que sensatamente abra su programa. Se hará de este espacio quien se presente con coherencia, equilibrio, voluntad política, apertura, cambio y audacia. Es preciso decir que el Perú es un cementerio de centristas y que en el contexto de toda polarización los centros pasivos o tibios son devorados por otras opciones. El centro no es una palabra, es una imagen, no es un momento quieto sino un movimiento.
La izquierda está frente a un clivaje entre la necesidad de una propuesta progresista que le ofrezca al país cambio, y otra necesidad, la de construir una alternativa de centro, atractiva y ganadora. Progresismo y centrismo han sido en la última década cómplices en varias victorias electorales. Ante ese desafío, la angustia por la unidad es relativa frente a la necesidad de identidad.