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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Baja baja PPK (I) y (II)

La mitadmasuno
1 de setiembre de 2017
Juan De la Puente

La historia se repite. Ese es uno
de los errores de la historia.
Charles Darwin 
Prefiero analizar la política peruana actual como una sucesión de microciclos de tensión seguida por otra de cooperación, y no como una línea ascendente y ardiente de cara al abismo. El error de la agregación simple de hechos, frecuente en los análisis planos, conduce a predicciones rupturistas que fracasaron respecto de los tres últimos gobiernos. 
El deporte nacional de pronosticar caídas tiene sus reglas; las más importantes dicen: 1) que todo gobierno que se debilita, cae irremediablemente; 2) que los gobiernos se debilitan por errores del manejo cotidiano; 3) que la receta para que aumente la aprobación presidencial es cambiar de ministros; y 4) que para enfrentar las crisis, los gobiernos deben “hacer política”, una pócima que con solo tomarla, arregla las cosas.
Nada de esto funcionó en los casos de Toledo, García y Humala, pero la receta se repite a propósito de la caída de 13 puntos de la aprobación de PPK en la reciente encuesta de GfK. La popularidad descendente de los gobernantes es un problema estructural de nuestra democracia post Fujimori. Nuestro sistema opera con presidencias precarias frente a la sociedad, más que ante los otros poderes.
Específicamente, esta debilidad no está condicionada por la posición del Ejecutivo frente al Parlamento. Por esa razón, las mayorías parlamentarias que se fabricaron los gobiernos en 13 años del período 2001-2016, no mejoraron la percepción de los ciudadanos. La crisis de PPK es también la de nuestro presidencialismo sin reformas.
La desaprobación presidencial a la peruana está cocinada con varios insumos y entre ellos se incluyen los errores del día a día, qué duda cabe. Pero olvidamos con frecuencia que los ciudadanos no abordan la política como los medios, es decir, con intensidad y tenacidad (basta apreciar el bajo porcentaje de encuestados que declaran estar informados de hechos que los medios abordan todos los días), sino a través de expectativas, claramente jerarquizadas en función de sus intereses. De hecho, las angustias coyunturales de los medios y políticos, que viven febrilmente el corto plazo, son mediatizadas por la sociedad que mantiene convicciones más estables y generalizadas. Cinco puntos menos en la aprobación de un político les angustia menos, obviamente porque las masas no juegan necesariamente y todo el tiempo en el corto plazo político.
La secuencia lógica de la elite opinante que asegura que a menos aprobación presidencial es más cercana la caída del gobierno, carece de evidencia en los últimos 15 años. Aún más, las caídas de cuatro gobiernos entre 1962 y 1992 fueron por golpes de Estado (y un autogolpe) que no tuvieron relación directa con las aprobaciones presidenciales Y, al revés, tuvimos dos presidentes que recientemente gobernaron con el agua al cuello (Toledo y Humala) sin que el sistema se descosiese, ya no que se rompiese.
Siempre puede haber una primera vez; en tanto, una mirada regional indica que en la última década el abandono de presidentes del poder se debió a otras razones, como golpe de Estado tradicional (Honduras, 2009), renuncia por presión de la calle (Guatemala, 2015), o golpes “constitucionales” avezados contra gobiernos que no eran débiles en aprobación ciudadana (Paraguay, 2012; y Brasil, 2016).
Los porcentajes de PPK no desmienten su debilidad, pero resulta que no es el único dato de la realidad; al costado de las cifras presidenciales se encuentran siempre otros hallazgos sobre la debilidad del Congreso y las convicciones democráticas de los peruanos que también forman parte de nuestra gobernabilidad, estable pero conocida, y que expone un fenómeno: el sistema más fuerte de lo que pensamos y queremos. 

Lo dicho no significa que PPK tenga una presidencia 100% asegurada y que no necesite procesar cambios y desarrollar alianzas y acuerdos. Pero creo que el problema del país no es el cambio de presidente sino es el cambio; cierto que son los hombres, pero no solo sus errores personales, sino sus orientaciones.

http://larepublica.pe/politica/1094514-baja-baja-ppk-ii
La República
La mitadmasuno
8 de setiembre 2017
Juan De la Puente
Respecto al gobierno actual se insiste en algunos ángulos planos de análisis rupturistas que aprecian un escenario que prescinde del consenso a palos que amarra a los poderes y los obligan a microciclos de tensión y cooperación. El esquema de “caída inminente” tiene algunas reglas: 1) que todo gobierno que se debilita, cae irremediablemente; 2) que los gobiernos se debilitan por errores del manejo cotidiano; 3) que la receta para que aumente la aprobación presidencial es cambiar de ministros; y 4) que, para enfrentar las crisis, los gobiernos deben “hacer política”.
Una parte de la desaprobación de los gobiernos pos Fujimori está hecha de errores en el manejo cotidiano de lo público, ese conjunto de desaciertos que desnudan incoherencias dentro de los gobiernos, reacciones tardías, disidencias y la gestión deficiente de conflictos. Otra parte se debe a la acción de las fuerzas opositoras que cumplen su papel con los límites que el sistema tolera y manda, es decir, sin violar el pacto republicano de la competencia legítima.
La parte acaso más importante es la desaprobación de políticas y de las grandes realizaciones, que se traduce en la falta de ideas fuerza y la ausencia de liderazgo público. El presidencialismo peruano que debió ser reformado luego de la caída de Fujimori, no es el mismo que gobernó entre 1980-90. Fue herido gravemente por la antipolítica, el unicameralismo, el voto preferencial y el sacrificio de la política en el altar de la economía.
¿Se acuerdan del primer mandamiento que rezaba: que los políticos no se metan con la economía, y que mientras tengamos una buena economía, ¿qué importa la mala política? Era el argumento final del piloto automático.
Los valores que hacen un buen gobierno se fueron acumulando en las encuestas en el rubro “por qué desaprueba al gobierno”. Las respuestas eran y son: porque no cumple sus promesas, no combate la corrupción, no lucha contra la delincuencia, y no trabaja para los más pobres, entre otros. Ninguna respuesta hace alusión a las técnicas de manejo cotidiano del poder que tanto encandilan a ciertos estrategas.
Cuando se registran aumentos abruptos de aprobación al gobierno por algún hecho fortuito, estos tienen una cortísima duración porque la luna de miel no es aprovechada para un posicionamiento estratégico. Al mismo tiempo, los políticos que han gobernado en clave de reformas y de largo plazo, están entre los más reconocidos como exitosos.
No conocen a las masas quienes creen que están presas de la coyuntura y se deslumbran con poco. En la encuesta de GfK de julio, a la pregunta sobre qué temas debería abordar PPK en su mensaje de 28 de julio, la mayoría contestó: lucha contra la delincuencia, lucha contra la pobreza, reforma educativa, reformas en salud, lucha anticorrupción, sueldos y salarios, crecimiento económico, y programas sociales.
Ante esta mayoría social que pide cambios, la elite que hace y que opina se atrinchera en el corto plazo. Por ejemplo, he leído poco sobre la exigencia a los 6 grupos que participaron en las elecciones de que cumplan sus promesas electorales en el lugar donde los puso el voto ciudadano. En cambio, la política se llena de ideas, proyectos, leyes y programas que son formulados prescindiendo de un asunto clave en un régimen democrático: que hubo elecciones y compromisos asumidos de cara al país.

La furia del corto plazo les quita oxígeno al gobierno y a la oposición, y produce locuras en ambos lados, la última de ellas, por ejemplo, la resistencia a autorizar el viaje del presidente a la ONU y a ver al Papa. Esa furia loca que cubre lo público y coloniza los medios y la mayoría de análisis, está vacía, tiene política pequeña –micropolítica–, gestos idiotas que se quiere pasar por “política” y un enorme potencial destructivo de las opciones en mediano plazo, aún en la hipótesis de que los jugadores del corto plazo loco y furioso triunfen electoralmente.