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viernes, 9 de octubre de 2015

Elecciones sin coaliciones

http://larepublica.pe/impresa/opinion/705819-elecciones-sin-coaliciones
La República
La mitadmasuno
Juan De la Puente
25 de setiembre de 2015
Desde 1990 el país protagoniza comicios impulsados por coaliciones electorales que deben su origen a la debilidad de los partidos (ver estupendo trabajo de Mauricio Zavaleta, La competencia política post-Fujimori; partidos y coaliciones de independientes en los espacios subnacionales peruanos, IEP 2014) y a la necesidad de impedir el acceso al poder de fuerzas generalmente consideradas radicales.
Este modelo de competencia electoral se ha decantado rápidamente por los anti desde el año 2000. De hecho, la candidatura de Toledo ese año fue una coalición antifujimorista y la otra, la del 2001, fue primero contra Lourdes Flores y luego antialanista.
La de García el 2006 fue una coalición primero contra Lourdes Flores y luego antihumalista. Las elecciones del 2011 fueron muy especiales; la derecha y el centro, divididos en cada lado, no pudieron forjar una coalición anti; Humala volvió a disputar la segunda vuelta, y fue él quien volvió a encabezar una coalición antifujimorista, victoriosa por escaso margen.
El resultado de este modelo de competencia electoral ha sido de coaliciones también gobernantes en lo político y social. Más de la mitad del primer gabinete de García el 2006 no votó por él en la primera vuelta, y su gobierno fue viable gracias a la alianza con el fujimorismo en el Parlamento. Antes, Toledo pactó con el FIM, Unidad Nacional, UPP y AP en el Congreso, una sucesión de frágiles coaliciones que al deteriorarse casi le cuestan la presidencia.
La historia de Humala/gobierno es la de una coalición progresista sustituida por otra, conservadora y precaria. Es probable que en su caso, 2/3 de sus ministros que tuvo desde el inicio de su gobierno no votaran por él en la primera vuelta, lo que también indica el carácter de su inestabilidad escindida: acuerdos con la derecha en materia económica y guerra con ella en el ámbito político.
Los tres gobiernos del actual ciclo democrático han sido al mismo tiempo gobiernos de minoría. Toledo (36% en la primera vuelta el 2001) eligió 45 de 120 legisladores; García (24% en la primera vuelta el 2006) eligió 36 de 120; y Humala (31% en la primera vuelta el 2011) eligió 47 de 130. A su vez, los tres gobiernos se beneficiaron de un consenso en la sociedad civil que es (todavía) insistente en proteger la estabilidad constitucional y desaprobar toda iniciativa rupturista, en el Congreso o fuera de él.
Esta democracia que se explica por esas coaliciones electorales y gobiernos de minoría pactados, uno más estable que los otros dos, podría experimentar un giro hacia una mayor precariedad. El primer síntoma es la fragmentación de opciones y la poca probabilidad de que algún candidato organice una coalición.
Es probable que el 2016 compitan 7 candidatos presidenciales que logren superar la valla electoral en lugar de los 5 que hubo en los comicios del 2011. Esta dispersión podría implicar bajas votaciones en la primera vuelta y la posibilidad de que los dos aspirantes que pasen a la segunda vuelta no sumen juntos el 50% de votos. En ese contexto, la coalición anti que gane la segunda vuelta tendría que buscar más compromisos y sufrirá evidentemente la pérdida de fuerza propia para gobernar.
Sería dramático que quien gane la presidencia el próximo año no tenga más que una cuarta parte de legisladores propios (menos de 33) y se enfrente a un Congreso que, como se ha visto, ha desarrollado una “inteligencia destructiva” con el famoso voto ámbar que ya ha bloqueado por unos días la investidura de dos gabinetes. Un presidente con baja votación en la primera vuelta, y que luego no pueda organizar una coalición parlamentaria a su favor tendrá un pronóstico reservado.
Podría ser que la formación de coaliciones deba de adelantarse y que, en vista de ello, se tengan demasiados aspirantes presidenciales. Al mismo tiempo, la capacidad de pactar en esta democracia de minorías se convierte en un atributo electoral que los ciudadanos bien pueden valorar a la hora de votar. Estamos avisados: debe preocuparnos la poca capacidad de los políticos de construir coaliciones como una compensación de la debilidad de sus partidos.