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lunes, 17 de octubre de 2016

El mensaje de PPK y la crisis de todos

Por Juan De la Puente
El Presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) ha empezado a encarar la reciente crisis de su gobierno y lo ha hecho planteando cinco medidas de la cuales dos son muy importantes, la muerte civil de los sentenciados por corrupción –una reforma constitucional atascada en el Congreso hace por lo menos 6 años- y la convocatoria del Consejo de Estado para debatir medidas anticorrupción, una instancia que no está contemplada en la Constitución pero que puede ser convocada como espacio de coordinación interinstitucional.
El mensaje a la Nación de PPK llega 24 horas después de la publicación de la  encuesta de Ipsos Perú por El Comercio. Este sondeo debería ser leído en el contexto de la crisis abierta por el caso Moreno, que ya reporta efectos directos en el Ejecutivo, pero que abre un nuevo período que involucra a todos.
Esa crisis “es de PPK” pero no solo de él porque como se verá a continuación abre o reabre un escenario en el que pierden todos. Aquí dos reflexiones sobre el punto.
1.-El retorno del deterioro. Lo de PPK debe ser leído como algo propio del gobierno y a la vez del conjunto del sistema, para evitar alegrías y tristezas de parroquia. Si el primer dato es la caída de 8 puntos de la aprobación de PPK respecto del mes pasado y el aumento de 10 puntos en su desaprobación, esta caída es similar a la del gobierno, cuya aprobación cae 9 puntos (53%) con una desaprobación que sube 14 puntos (33%), y la del Congreso y Poder Judicial, cuyas aprobaciones caen 8 y 3 puntos, respectivamente. Entre los políticos, Keiko Fujimori baja 3 puntos (38%), el premier Fernando Zavala, 7 (37%) y Alfredo Thorne  4 (38%). Solo Luz Salgado que baja 2 puntos (42%) y Verónika Mendoza que baja un punto (31%) permanecen al margen de esta tendencia.
Estos datos indican que se repone un escenario en el que la caída de la aprobación del gobierno arrastra al resto del sistema. Es un fenómeno distinto al de una competencia política perfecta en donde la menor aprobación del gobierno implica siempre el aumento de adhesiones a la oposición.
Volvemos al escenario de desconfianza que acompañó la guerra política entre los años 2013-2016. Las elecciones no pudieron anular este clima y solo se superpusieron a él, un contexto de nueva guerra en clave electoral con nuevos actores que pasaron del conflicto Humala-García al de Keiko-PPK-Verónika.
Luego de las elecciones no se experimenta un clima de guerra pero el resultado electoral no ha servido para legitimar nuevos discursos y renovar la confianza política. Ese déficit es crucial para la reinstalación del escenario de deterioro cuya perspectiva va en ascenso. Lo que aparecía como una luna de miel exclusiva de PPK fue al mismo tiempo un período de gracia para el sistema político.
Eso ya fue. Es un poco tarde para movimientos en reversa; el caso Moreno ha develado otras carencias de un gobierno que estaba administrando con cuidado sus éxitos, en tanto que el Congreso se había esforzado por mejorar su desempeño. Los giros en ambos casos deberían ser espectaculares para salir del escenario descrito, pero parece que eso no sucederá. No es malo lo propuesto por PPK pero la dimensión de lo que está en juego reclama más audacia.
2.- Ciudadanos sin élite. El golpe más significativo que muestra la encuesta de Ipsos es la autonomía de la opinión pública respecto a su percepción de la agenda pública. Ahí aparece una visión de la calle distinta a la de la élite en los tres temas consultados: 1) En el caso Moreno, a pesar de que dos tercios creen que la respuesta fue adecuada, casi el 60% cree que el gobierno no está comprometido en la lucha contra la corrupción; 2) pesar de que la mitad cree que los escuadrones policiales que ejecutaron a presuntos delincuentes violaron sus DDHH, un tercio cree está de acuerdo con esa modalidad de enfrentar el delito; y 3) dos tercios cree que Sendero Luminoso se encuentra activo en algunos lugares.
Esta percepción entiende la diferencia entre las responsabilidades de los distintos órganos del Estado; a pesar de ello, es crítica a todas las instituciones y les reclama casi lo mismo. Eso no debe olvidarse, la crisis de PPK es tu crisis.

sábado, 15 de octubre de 2016

La crisis del estilo PPK

http://larepublica.pe/impresa/opinion/811782-la-crisis-del-estilo-ppk
La República
La mitadmasuno
14 de octubre de 2016
Juan De la Puente
El presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) ha logrado imponer un estilo de Gobierno criticado por la oposición pero premiado por los ciudadanos. Esta manera de ejercer el poder está nuevamente en cuestión a raíz del caso del ex asesor Carlos Moreno, cuya renuncia PPK minimizó diferenciándose de la actitud del premier Fernando Zavala.
El estilo PPK posee atributos, es decir, una parte externa y otra interna. La parte externa son sus modos coloquiales y sueltos, y la interna su modelo de ejercicio de poder, dejando hacer sin restricciones. Ambas partes hasta hace poco iban acompasadas, proyectando la imagen de un presidente tolerante, sencillo, centrista, bonachón y transversal.
La parte interna de ese estilo parece haber entrado en crisis; la dialéctica pepekausa, en la que forma y contenido se correspondían, se ha rajado. Que el presidente aparezca descolgado de su gobierno no es una buena señal. Al contrario, proyecta una debilidad que es difícil matizar con el temperamento jocoso del Jefe del Estado.
Si se definiera desde la teoría el estilo PPK en sus contenidos, sería el de un presidencialismo atenuado y autolimitado, ubicado al extremo de los presidentes decisionistas y plebiscitarios que hemos tenido en las tres últimas décadas. Ese estilo se mueve entre el de Fernando Belaunde y Alejandro Toledo, con la diferencia de que frente al primero, PPK no tuvo un estado mayor previo a la toma del poder, y tampoco un ideario básico, y que a diferencia de Toledo no ha podido formar una mayoría parlamentaria a inicios de su mandato. Así, PPK sería un Belaunde sin partido y sin doctrina, o un Toledo sin mayoría.
Este estilo tiene sus virtudes, entre ellas su escasa ambición de poder, a la que se agrega la edad, una realidad que dificulta roces ásperos con los críticos. PPK es un abuelo presidente, como lo fue en su momento Lagos (Chile), Mujica (Uruguay), Balaguer (R. Dominicana) o Roosevelt (EEUU). Uno se puede pelear con sus padres pero es difícil pelearse con los abuelos.
Pero una presidencia autolimitada es riesgosa. PPK parece estar delegando demasiado y eso genera efectos que ya se advierten, como la sobrecarga del gabinete. La excesiva delegación terminada dañando a los dos, al que concede y al que recibe.
PPK ha escogido con acierto algunos temas macro como la revolución del agua y la relación con las regiones, y ha efectuado tres viajes exitosos que fortalecen nuestra política exterior. Sin embargo, existe un día a día del Gobierno que precisa atender.
La revisión de las potestades presidenciales establecidas en la Constitución y la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo (/LOPE) da forma a su condición de Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Jefe de la Administración Pública a pesar de traslados de competencias a otros ámbitos. Como señala con acierto el profesor Enrique Bernales, nuestro presidencialismo es inorgánico y desequilibrado, pero no deja de ser presidencialismo.
En este afán cotidiano algunas tareas presidenciales son insustituibles, como la relación con los otros poderes y órganos autónomos, el seguimiento de las carteras ministeriales aparte del que realiza el premier, y las relaciones con los actores políticos, la sociedad civil y los medios. Del mismo modo, la tarea básica de un jefe de Estado que no posee mayoría en el Congreso y que se encuentra presionado por demandas macro transversales es la búsqueda de consensos nacionales. PPK tiene dos enfrente: la reforma política y la lucha contra la corrupción.
Los llamados a PPK a que no haga bromas y que sea más solemne tienen poco sentido en un país donde la distancia emocional de los políticos con los ciudadanos es grande. No creo que los peruanos reclamen ahora un presidente instructor (Humala), aleccionador (García), o autorreferente (Toledo). El problema del actual Gobierno no es el humor inglés del presidente sino la percepción de control y mando que debe proyectar, es decir, el humor de la sociedad que debe ser atendido de modo inmediato.