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viernes, 5 de febrero de 2016

Encuestas, la letra pequeña

http://larepublica.pe/impresa/opinion/738811-encuestas-la-letra-pequeña
La República
La mitadmasuno
5 de febrero de 2016
Juan De la Puente
El tono golpista y espectacular con el que se presentan las últimas encuestas, que absolutizan un resultado e ignoran el contexto, convierte al resto de datos en la letra pequeña de un registro. Ha sucedido con la reciente encuesta de GfK, de la que se extrae solo el salto de Julio Guzmán –que lo es– y su empate técnico con Acuña y PPK, subestimando reveladora información a nueve semanas de las elecciones.
La excesiva importancia del empate técnico esconde la sostenida debilidad de la opción alternativa a Keiko Fujimori, quien se acerca nuevamente al tercio de votos, y la irresuelta fragmentación de quienes se afanan por reconstruir las versiones del tradicional centro electoral peruano cuyos aspirantes (Guzmán, Acuña. PPK, García, Toledo y Mendoza) suman un 41%. La esperanza de que de ese pelotón salga el gallo de tapada contra Keiko se relativiza por las guerras intestinas sin contenido en la segunda línea. A pesar de esta guerra, todos salvo PPK han aumentado su intención de voto, señal que las campañas funcionan por ahora más que las contracampañas.
Las brechas entre el centro disperso en guerra y Keiko revelan el impacto desigual de las narrativas de la crisis y sus límites. Keiko solo tiene 14% en A/B, es decir, 18 puntos menos que su promedio general, frente a Guzmán que allí obtiene 18%, PPK 24%, García 10% y Mendoza 3,8%.
Este centro elitista y básicamente limeño se ahoga en el sector D/E donde Keiko luce un potente 39%, frente a Guzmán (9%), PPK (5,4%), García (5,2%), Toledo (2,9) y Mendoza (0,9%). Tampoco le va bien en el Perú rural donde los seis candidatos suman 30% mientras 
Keiko alcanza 42%.
El discurso de la mayoría de opciones que intentan el centro se parece. Se diferencian Guzmán por su recusación  de la política tradicional y Mendoza y Barnechea por su crítica al modelo económico. Existen otras razones específicas que achatan a los que intentan ser la alternativa a Keiko; en PPK su escasa consistencia en las regiones; en Acuña las denuncias de su pasado y presente malandrín; en García la colosal acusación de los narcoindultos; en Toledo la estela luminosa de Ecoteva; y en Mendoza su dispersión programática y el afán cainita de la izquierda.
El centro tradicional está en crisis y ya fue. En anteriores elecciones era más fácil encontrar un punto intermedio entre posturas más radicales. Esta posibilidad se dificulta por la irrupción de dos grandes asuntos de Estado a los que la política responde desigualmente: la inseguridad que genera mensajes populistas y la corrupción, vacía de mensajes.
El centro no ha podido hilvanar respuestas alentadoras en ambos casos. Ese centro elitista y urbano seguirá siendo mínimo si no produce cambios en la narrativa de la crisis institucional. En octubre del año pasado GfK ya había detectado un cambio de fondo en las percepciones ideológicas reportando la drástica caída a 14% de quienes simpatizan con el centro y el incremento a 24% de quienes simpatizan con la derecha.
La dispersión en la segunda línea ha producido pocos cambios en el escenario electoral. Los más significativos fueron la irrupción de Acuña en noviembre y de Guzmán en enero. Entre una y otra aparición existen diferencias; Acuña subió prestándose votos de otros candidatos mientras que Guzmán debe gran parte de su salto a la caída drástica de los rubros No sabe/No opina y Blancos/Viciados que pasa de 35% a 22%.
Finalmente, la disyuntiva viejo/nuevo ahora dominante favorece a Keiko que se mueve bien en ambos lados del clivaje. Sus oponentes pugnan por diferenciarse entre sí y en ese propósito consiguen muy poco. Es el escenario de Blancanieves y los enanitos donde los candidatos se hablan entre sí sin esforzarse por hablarle al país. Podrían llegar así al 10 de abril si alguno no se atreve a movilizar con audacia a los ciudadanos alertando del peligro de la falta de gobernabilidad si gana la elección un presidente aislado y aislable o un quiebre público si no se encara la crisis institucional y la falta de reformas.

domingo, 29 de noviembre de 2015

¿Se mueve o no se mueve? Desagregando la intención de voto, lo rural y lo urbano

Por Juan De la Puente
29 de noviembre de 2015
La encuesta que hoy publican GfK y La República debe ser tomada con la racionalidad propia de una medición de un proceso en curso. No es ni un punto de partida ni de llegada sino un hito. Desconfío de la idea clásica de que es una foto –me parece un argumento muy básico- porque me sugiere que no tiene necesariamente una imagen antes y otra después. Pienso más bien que es una filmación en cámara lenta y/o una toma muy abierta que prefiero mirar en conjunto y comparando.
Sugiero desagregar los datos de esta u otra encuesta si se trata de mediciones previas a un evento que se realizará en 150 días y resistirse a la tentación de agregar y absolutizar. Uno de los problemas del análisis político es el privilegio de la agregación. Los análisis económico y jurídico son muy superiores en este punto.
Creo que tratándose de un escenario donde la mayoría de candidatos ya están designados (o auto-designados) deberíamos salir de la comparación de coyuntura “mes contra mes” y pasar a otra de mediano plazo. Si comparamos la de ahora con las mediciones de GfK de los últimos meses –agosto, setiembre y octubre- podemos encontrar algunos datos muy interesantes de cómo la campaña impacta o no es sectores y territorios.
1.- El tablero ha sufrido modificaciones parciales en un marco de estabilidad general. Los cambios destacables porque implican considerables traslados en la intención de voto son en la parte baja del tablero: a) el que se opera con César Acuña que pasa de 3% a 7%; b) la caída de PPK que pasa de 13% a 9%; y c) el incremento del rubro No sabe/No precisa que sube de 13% a 17%; y d) los movimientos hacia arriba y abajo en el voto rural.
2.- La estabilidad es más notable en las cifras altas: a) Keiko Fujimori se mantiene en el tercio de la intención de voto (33%); b) Alan García en 6%, aunque pasa del tercer lugar al cuarto al igual que Toledo; c) el Sr Blanco/Viciado que se mantiene en 19%; y d) los candidatos con intención de voto de 1% hacia abajo tampoco han podido escalar a costa de los otros o de los indecisos o viciados.
3.- El escenario apreciado hace meses no se ha alterado y persisten sus características: más de un tercio de votos en favor de las opciones de derecha, un centro por ahora desestructurado y una izquierda simbólica además de desestructurada, también por ahora. En cambio, un alto porcentaje de personas votarán viciado o no saben o no responden por sus preferencias (ambos suman más que el 2” y 3er lugar juntos). A este escenario lo llamo el de Blancanieves y los siete enanitos. Mientras más enanitos en el cuento sin la presencia de un príncipe que altere la escena, la protagonista seguirá siendo aquella.
4.- Por ahora la campaña tiene más efectos en el Perú rural. Allí Keiko ha subido 5 puntos en 4 meses, García y Acuña duplican su intención de voto, en tanto que se ha reducido en 8 puntos el voto Blanco/Viciado (de 23% a 15%) aunque se ha disparado la indecisión, que ha pasado de 16% a 24%.
5. También se operan cambios al interior de cada intención de voto en los últimos cuatro meses, y que es preciso desagregar: a) Keiko baja en la zona urbana 4 puntos pero se dispara en la rural 10 puntos, se mantiene en los sectores C y D/E pero cae 5 puntos en los sectores A/B; b) PPK baja en el interior del país 5 puntos y en todos los sectores sociales pero sobre todo en las zonas rurales, de 7% en agosto a 3% en noviembre; c) Acuña se ha disparado en los sectores sociales C y D/E donde pasa de 2% a 9% y de 3% a 7%, respectivamente. Acuña también sube en las zonas urbanas de 3% a 8%.
6. También se registran cambios en el voto Blanco/Viciado. Sube en las zonas urbanas 3 puntos, baja en el Perú rural y se dispara 7 puntos en los sectores A/B, donde pasa de 13% a 20% y en Lima, de 13% a 17%. El grupo No sabe/No preciosa sube 3 puntos en las zonas urbanas y 8 en las zonas rurales de 16% a 24% y 5 puntos en los sectores D/E de 13% a 18%.
7.- Es cierto que Acuña avanza y se convierte en lo que Alfredo Torres ha llamado “urderdog” un perdedor esperado que sorprende en la carrera. El aumento de su intención de voto contribuye a cerrar el escenario pero no habría que adelantarse si se tienes 36%d de votos entre disconformes con todos o que no saben y no opinan. Por otro lado, las caídas tienen que ver con dos fenómenos: la falta de campaña en el Perú rural, un problema que no se resuelve de la noche a la mañana y las lógicas de voto/antivoto que se opera en los sectores A/B y C/D que bloquean tanto a Keiko arriba como a PPK y García abajo que esta vez podría ser más determinantes en la primera vuelta.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cinco batallas y una guerra

http://larepublica.pe/impresa/opinion/704237-cinco-batallas-y-una-guerra
La República
La mitadmasuno
18 de setiembre de 2015
Juan De la Puente
Entre las frases más comunes de estos días dos son portadoras de pesimismo, “la situación es complicada” y “todo está muy confuso”. Son definiciones y al mismo tiempo conclusiones de un escenario abigarrado y tumultuoso, propio de una guerra nacional que envuelve a políticos, instituciones, medios, periodistas.
La respuesta a este escenario es la interpretación mágica de todo suceso como una cortina de humo de alguien armada en un laboratorio, un recurso fácil que no necesita de muchos elementos a considerar pero que conduce casi siempre a errores de apreciación; esta interpretación tiene su origen en una forma de análisis político según la cual los hechos solo tienen causas externas. A esto se agrega otra operación simplista, la que abusa de la agregación de los fenómenos, de modo que las coyunturas o escenarios son planos, con una sola fuerza determinante y en una sola dirección.
Sostengo que, al contrario, este desorden político se explica por la concurrencia y a veces colisión de tendencias, todas ellas actuando en un período tan corto de tiempo y a cargo de actores, la mayoría de ellos precarios, con excepción de la prensa, constituida en un poder que asigna roles, derechos y organiza (casi siempre desorganiza) el juego político a su imagen y semejanza.
Por lo menos cinco batallas se libran con distinta trascendencia en este escenario: 1) la de la oposición vs el gobierno, que la primera ha ganado largamente y cuyo emblema es la pérdida del control del Congreso por el oficialismo y su aislamiento; 2) la de los medios vs el gobierno, que incluye sucesivas arremetidas centradas ahora en las agendas de Nadine Heredia, que algunas veces se mezcla con la batalla de la oposición contra el gobierno pero que tiene guión y actores periodísticos propios. Más que aliada, la oposición juega en esta batalla una función de vocería y acompañamiento procesal; 3) la batalla al interior del gobierno, que tiene su origen en la decisión de Humala de prescindir el 2016 de los no fieles, al punto que en el nacionalismo el problema ya no es la unidad sino cómo librarse de los no confiables; 4) la batalla de los partidos entre sí, con campañas en curso contra las candidaturas de Keiko, PPK y García, a cargo de dos de ellos contra el (la) tercero (a); y 5) la más importante, la batalla de la prensa y de la sociedad contra los partidos y políticos, que siendo criticados con distinto énfasis, todos aparecen de algún modo como un problema serio para el futuro.
La mayoría de actores políticos cree que es posible moverse en este escenario aprovechando de él lo que puedan; por esa razón se embarcan en cualquiera de las batallas, sin un plan determinado. Es una visión heroica de la política como una lucha cotidiana y un esfuerzo diario para evitar el naufragio. Algunos lo logran, otros no; el más perjudicado es el gobierno que tiene más adversarios, menos armas y aliados, y un ejército disminuido.
Lo delicado de este escenario reside en la debilidad del gobierno que parece estar transitando desde la transición hasta la emergencia, y por esa razón requiere cada día de más oxígeno. Presumir que en medio de esa precariedad el gobierno quiera intentar una salida golpista o huida hacia adelante, es un equívoco. Ello no excluye la existencia de otras dinámicas rupturistas, uniformadas o no.
En el Perú de hoy se combate en cada esquina de la política y parece que muchos se sienten a gusto con ello a pesar de que las batallas de esta guerra ofrezcan la imagen de un vacío que asoma. Es un juego peligroso y no porque se pueda acabar por una aventura militarista sino por dos razones egoístas: porque solo tienen corto plazo y porque nadie está ganando con el zafarrancho, aun los que se anotan victorias pasajeras. La caída de Milagros Leiva es un aviso de que la prensa y los periodistas no son inmunes a los golpes.
Lo malo de todo esto es que pareciera que ninguna de las fuerzas que se revuelcan en las batallas de esta gran guerra está dispuesta a hacer otra cosa; o que queriéndolo pueda lograrlo.

viernes, 3 de mayo de 2013

La guerra política

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-guerra-politica-02-05-2013
La República
La mitadmasuno
3 de mayo de 2013
Juan De la Puente
El escenario peruano ha experimentado en las últimas semanas una inesperada modificación, al anticiparse la campaña electoral que a pesar de encontrarnos a tres años de los comicios del 2016, contiene elementos de creciente polarización y deterioro de las relaciones entre los actores públicos.
El principal afectado en este proceso es el gobierno, al que se le abre nuevos y vulnerables flancos; el resto de actores también sufrirá pérdidas sensibles, por las dificultades para construir coaliciones electorales sólidas y por el abandono del centro político, una ubicación privilegiada que les permitió en su momento a Toledo, García y Humala ganar las elecciones presidenciales.
El curso abierto parece irreversible; en algunos meses extrañaremos el escenario sobre el que el gobierno operaba con cierta comodidad, ante una oposición mediática, parlamentaria y empresarial que atacaba puntos específicos del Ejecutivo conservando un buen talante frente al gobierno en su conjunto. En el nuevo ciclo se esfuman los espacios intermedios y se difuminan las funciones bisagra que permitían la actuación de una mayoría política, prestada pero mayoría al fin y al cabo: el PPC y Solidaridad Nacional en la directiva de Parlamento; Perú Posible, el aliado retrechero; Mario Vargas Llosa, el garante vigilante; y los gremios empresariales, los impacientes acompañantes del manejo económico oficial.
El desenlace de este proceso es impredecible por los rasgos poco clásicos de quienes actúan en la trama peruana. No obstante, debe descartarse una ruta brasileña como la que construyó Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) en la primera presidencia de aquél, inaugurando un proceso democrático que dura más de 10 años. El Perú no tiene un sistema de partidos que acompañe y equilibre al partido de gobierno porque, paradoja peruana, el gobierno no tiene partido de gobierno propiamente dicho, carece de una sociedad civil organizada en diálogo dinámico con el gobierno y, más aún, el país adolece, a diferencia de Brasil, de una sociedad racionalmente abierta al cambio democrático.
Tampoco parece posible un escenario venezolano como el que inaugurara Hugo Chávez en 1999. El gobierno peruano carece de voluntad política para alterar las reglas del juego de la economía a pesar de las críticas que se le han realizado desde la empresa y los medios. A lo sumo, se propone una ligera innovación de modelo heredado, fortaleciendo el papel del Estado en algunos sectores sin reverdecer el estatismo. Un giro chavista implicaría un manejo más decisivo de los resortes políticos y militares del poder, improbables ahora, y sobre todo la movilización de las masas. Al contrario, el gobierno carece de operadores y de la voluntad ideológica chavista. Si hubo signos tempranos de Ollanta Humala, estos fueron su divorcio de la izquierda y su adhesión al pragmatismo. Algo más nos diferencia del escenario chavista: la alta legitimidad del mercado y el consenso nacional respecto a que el crecimiento económico debe ser defendido resueltamente.
El escenario de riesgo reside en que la pérdida de la mayoría y la guerra política aíslen al gobierno y generen un clima de tensión tanto en las alturas como en la calle, poniendo fin a los seis meses de relativa paz social. Si se fuerza una comparación, esta sería lo que vivió Ecuador entre el 2003 y 2005, cuando el presidente Lucio Gutiérrez, sin mayoría parlamentaria propia construyó un gobierno basado en una alianza con los sectores indígenas y la oposición displicente de los partidos. La ruptura de las alianzas y sus errores aislaron al gobierno que cayó por una asonada; la crisis fue conjurada por una sucesión constitucional precaria, el antecedente del actual régimen de Rafael Correa.
Para impedir ese escenario, el juego gobierno oposición no puede derivarse en una guerra política que use todos los medios al alcance incluyendo la amenaza de vacancia presidencial levantada por un partido con arraigo democrático. Nuestro sistema no resistiría 3 años de extrema polarización.