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viernes, 9 de enero de 2015

Cazadores de talentos.05/12/2014

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/cazadores-de-talentos-05-12-2014
La República
La mitadmasuno
5 de diciembre de 2014
Juan De la Puente
La reciente encuesta de GfK publicada por La República vuelve a indagar por la aprobación de siete líderes, cuatro de los cuales serán sin duda candidatos presidenciales el 2016. Los datos que ofrece el sondeo revelan limitadas capacidades de representación y una reducida plataforma desde donde partirán en una campaña electoral que desde ahora se anuncia con más pasajeros que las anteriores. Las cifras no son un buen punto de partida.
Salvo Luis Castañeda, que aumenta casi 20 puntos de aprobación, explicado por su reciente victoria electoral y las expectativas en su gestión, el resto de líderes conserva casi inalterable la aprobación de los últimos 18 meses. Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski muy por encima del tercio, 43% y 40%, respectivamente; Lourdes Flores, otra excepción, ha descendido del tercio a 27%, en tanto Alan García y Alejandro Toledo se sitúan alrededor del quinto, AGP con el 23% y Toledo con el 17%. GfK ha empezado a medir a César Acuña que obtiene 15%.
Los desagregados de las cifras son interesantes. Castañeda es aprobado de modo homogéneo en los sectores C, D y E, pero ofrece un bajón en los sectores A/B donde cae varios puntos. Sucede otro tanto con Keiko, con 10 puntos menos en A/B pero que sube en el sector D. 
Al contrario, PPK es mucho más aprobado en A/B donde alcanza 51% pero cae en el sector D a 27%; sucede lo mismo con Lourdes que sube a 40% en A/B y baja a 17% en D. En cambio García y Toledo son un tanto más homogéneos en sus aprobaciones; el último solo cae ligeramente en A/B.
Se aprecia también significativas brechas entre Lima y las regiones. Líderes trajinados, dos ex presidentes, García y Toledo, obtienen un respaldo homogéneo en la capital y fuera de ella, y lo mismo sucede con Keiko, premiada por su activismo en las regiones y el efecto de su afán de construir un partido. En cambio, la brecha Lima/Regiones es alta en el caso de Castañeda (21 puntos), PPK (16), Lourdes (13).
La aprobación territorial es mucho más compleja y desafiante. Castañeda es débil en el centro, sur y oriente del país, en tanto Keiko es fuerte en el norte y sur, desmintiendo en su caso el antagonismo sociopolítico de estas zonas, aunque cae en el centro. PPK y Lourdes aparecen con bajas aprobaciones en el sur y en el oriente, mientras que a García le va mejor en el centro y sur, y no en el norte, confirmando la crisis del imaginario aprista del “sólido norte”, territorio donde Acuña trepa al 25%.
Estas cifras reflejan la baja implantación de un liderazgo nacional apto, confirmando lo que las elecciones del 5 de octubre revelaron, es decir, la ausencia de un voto nacional en medio de un país políticamente fragmentado. El análisis que pretendió argumentar que les va mejor a los líderes sin sus partidos debería ser revisado porque salvo en Lima, la suerte de unos está aparejada a la de los otros. Podría decirse que la campaña no ha empezado, aunque esto no cambia el fondo del asunto: salvo Keiko, los candidatos no parecen tener a la mano instrumentos propios para penetrar o regresar a las regiones.
Tampoco suenan liderazgos regionales de proyección nacional. El que está en lisa, Acuña, ha dicho que no postulará a la presidencia, y solo se rumora la del actual Presidente de la Región Moquegua, Martín Vizcarra, de modo que como en el pasado los líderes nacionales irán a la caza de los votos en las regiones con la cooptación de movimientos regionales y candidatos independientes, fagocitando al ya débil regionalismo.
Con el único “sólido” capitalino, esta caza será crucial y riesgosa; el reclutamiento de líderes regionales por líderes limeños tiene historia en los tres últimos parlamentos, cuando la mayoría de los pillados en falta fueron producto de arreglos políticos y financieros para vestir nacionalmente candidaturas capitalinas. En cualquier caso, este mecanismo de nacionalizar lo limeño tiene como consecuencias gobiernos débiles y parlamentos fragmentados que no logran representar o que pierden con rapidez la legitimidad de la representación.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Matar a Susana, aquí y ahora

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/matar-a-susana-aqui-y-ahora-31-10-2014
La República
La mitadmasuno
31 de octubre de 2014
Juan De la Puente
Las izquierdas procesan con dificultad el resultado electoral. La primera reacción ha sido crucificar a Susana Villarán acusándola de crímenes de lesa política, que irían desde la apertura a otras tiendas y sectores, hasta de una supuesta abjuración de su identidad. Este deleite cainita no debería impedir un balance menos familiar de las elecciones y leer  entrelíneas algunos análisis, sobre todo los que se reducen a las elecciones en Lima, los que ocultan el fracaso de la izquierda partidaria en las regiones o los que minimizan la pérdida de un voto nacional en favor de la izquierda.
Matar a Susana aquí y ahora además de injusto no resuelve nada. En Lima, la derrota es más que una pérdida electoral; refleja dos hechos que serán relevantes de cara al 2016: 1) la derrota de la unidad, una esperanza en un momento crucial de nuestra democracia, precaria y enfrentada al cambio; y 2) la pérdida de un caudal de votos imprescindibles para re-construir una alternativa.
Es cierto que Villarán cometió errores aunque entre estos no se encuentra el esfuerzo de apertura, un gesto que ningún candidato en el Perú podría darse el lujo de subestimar; fueron más bien errores en la ejecución de la apertura, especialmente en la relación con determinados actores. El resto de grupos se fueron por las ramas, desbarrando entre el pragmatismo y el tradicional apuro que deviene de un histórico desorden.
Mientras Alianza para el Progreso (APP) se presentó en 23 regiones, el fujimorismo en 18, y Acción Popular en 16, el Frente Amplio se presentó en 11, el mismo número que el Apra. En donde el Frente Amplio (FA) participó no le fue bien; en Lima, su mejor resultado fue en Ancón (1,22%) y en las regiones, en Lambayeque (2,65%). En algunos casos, como en el Cusco, Puno y Moquegua, el FA se emplazó contra la izquierda regional solo para ser derrotado. Por ejemplo, en Chota, el MAS le ganó al Frente Amplio 42% a 0,7% y en el Cusco Tierra y Libertad obtuvo poco más de 5%.
La limeñización de las izquierdas partidarias es una realidad y el Frente Amplio está prácticamente muerto en tanto que su grupo más organizado, Patria Roja, ha obtenido sus mejores resultados fuera de ella, en Cajamarca y en Madre de Dios. De cara al 2016 se hace patente un derrotero cuyo ritmo será marcado por la agrupación propietaria de la única inscripción electoral; el esquema aprendido en los últimos 35 años está dibujado: una azarosa negociación de pequeñas cúpulas que reciben el nombre de “nacionales” de espaldas a miles de militantes sin partidos y de la izquierda extrapartidaria, que parirá un espacio estrecho resistente a la apertura.
En las izquierdas escasea el liderazgo, ese componente crucial de cualquier proceso de agregación de actores políticos. No obstante, el problema no parece ser solo de perfil e identidad sino también de proyecto. Lo que hace dos años aparecía como una izquierda nueva, innovada por un programa ambiental y reformador institucional, y que iría a estrenarse en estas elecciones, ha tenido poca fortuna y ha sido derrotada en casi todas las plazas donde se procesan conflictos de naturaleza extractiva.
Es tarde para un modelo de unidad tipo Frente Amplio; la fórmula ya no es posible y quizás ni necesaria. Como en otros países, la izquierda existe y ha sido resistente a la prédica depredadora de la derecha y sobrevive a sus propios errores; no obstante, está cada vez menos presente en los partidos y más en la sociedad, en una suerte de dualidad que debería ser asumida, una izquierda partidaria y otra social/regional.
De cara al futuro la interrogante reside en la capacidad de esa maltrecha izquierda partidaria para relacionarse con la izquierda social/regional sin intentar ponerse primero en la fila sino animar una gran convergencia con vocación de apertura. Lamentablemente, sus líderes todavía están ocupados matando a Susana y con un discurso que va en sentido contrario. Es curioso: izquierdas que celebran la apertura de sus pares en Brasil, Uruguay y Bolivia pero que consideran que su deber aquí es enconcharse.

viernes, 24 de octubre de 2014

Ahora todos somos reformistas

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/ahora-todos-somos-reformistas-17-10-2014
La República
La mitadmasuno
17 de octubre de 2014
Juan De la Puente
El reciente resultado electoral ha puesto de moda dos palabras, antisistema y reforma; la primera, de uso común para explicar incluso fenómenos irreconocibles, y la segunda para resumir la necesidad de cambios en las reglas de organización de la política, especialmente en la formación de la representación y en su ejercicio. De pronto, desde los medios y la empresa se registran llamados insistentes a la reforma política y hasta la academia, mayoritariamente escéptica, se ha unido a la demanda. En los partidos hay menos resistencia aunque las frágiles militancias se vuelcan a favor de cambios que reviertan la larga agonía de sus organizaciones.
De pronto todos somos reformistas, o casi todos, y se suceden anuncios de inminentes cambios a ser aprobados en el Congreso. No obstante, se mencionan modificaciones muy parciales que, de ser adoptadas, no implicarían un quiebre de lo conocido hasta ahora u otros que agravarían la situación que se pretende conjurar.
Algunos ejemplos: si se aprobara solo viabilizar el financiamiento público sin que se haga vinculante la rendición de cuentas y sin fortalecer la democracia interna, se tendría una inyección de recursos a los grupos políticos, generando cúpulas partidarias plutocráticas invencibles; o si se aprobara la eliminación del voto preferencial sin garantizar la presencia de género, se tendría un retorno a la práctica supresión de la participación de las mujeres en las listas para cargos de elección popular; o si se suprimiera legalmente a los partidos regionales, se tendría una suerte de partidos nacionales atravesados por el autonomismo regional.
Algunos rasgos de esa reforma que nos puede conducir a mayores frustraciones se observan en declaraciones, proyectos de ley y dictámenes elaborados desde el año pasado: 1) cerrar el sistema actual, elevando a 800 mil el número de firmas para la legalización de nuevos partidos bajo la premisa de que el problema reside en el número de partidos; 2) centrar los cambios en el ejercicio de la representación, olvidando la formación de la representación, es decir, cómo se nombra un candidato; 3) reducir los controles públicos de las finanzas partidarias; y 4) establecer garantías para las dirigencias sin estimular la participación de los afiliados, su reclutamiento y registro.
En esa dirección se aprecia en el Congreso la voluntad de realizar cambios sin tomar en consideración el proyecto de nueva Ley de Partidos Políticos presentado en diciembre pasado por el JNE, la ONPE y el RENIEC, y los proyectos de Código Electoral y Código Procesal Electoral propuesto el 2011, que los organismos electorales consensuan. Lo peor que podría pasar es que la demanda de reforma termine en contrarreforma.
La anotación de problemas a abordar no deja de ser sugerente para encarar la crisis de legitimidad partidaria: la corrosión del voto preferencial, el financiamiento ilegal, la supresión de la democracia interna, el emprendimiento partidario ultrapersonalizado, la condición vitalicia de los dirigentes fundadores, la falta de elecciones internas, el fichaje de independientes con dinero, los partidos vientre de alquiler, entre otros.
No obstante, sería conveniente precisar los alcances y límites de los cambios para evitar los errores de hace una década que en el caso de la Ley de Partidos consolidaron un movimiento de apertura en falso iniciado por la Constitución de 1993. El debate sobre cuánto debe abrirse o cerrarse el sistema no es malo en la medida en que se tenga un consenso en los principios de la reforma.
Algunos de estos podrían ser: 1) el incremento de la participación ciudadana en los partidos, es decir, una reforma pro ciudadano y no solo pro partido; 2) en lo posible, la superación de la antipolítica garantizando un sistema con elecciones internas organizadas por los organismos electorales, poniendo fin al independentismo político; 3) el establecimiento de una formalidad partidaria nacional y regional, contra la emergencia informal; y 4) reducir en lo posible la fuerza del dinero como principal organizador de la política.

El voto que no me gusta

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-voto-que-no-me-gusta-10-10-2014
La República
La mitadmasuno
10 de octubre de 2014
Juan De la Puente
En el Perú, el voto que el establishment no entiende o que no le gusta termina siendo contestatario o ignorante; de ese modo el país está formateado antes de cada elección, sin posibilidades de interpretación de los resultados: 1) el voto por los partidos es en favor del sistema; 2) el voto por los movimientos regionales es antilimeño y antisistema; y 3) el voto por la izquierda es ignorante y “atrasador” del desarrollo.
Es absurdo apreciar los resultados solo por la identidad de los candidatos. Este software, compatible para analistas de izquierda y derecha, gira en torno a un eje: que el voto está condenado desde hace 14 años a aceptar o negar el sistema, una aplicación cerrada que no permite opciones de sufragio como: 1) aceptar el modelo económico pero rechazar el modelo político; 2) aceptar las reglas políticas pero pugnar por innovar las de la economía; 3) re-construir ambos modelos desde el espacio regional/local; 4) premiar o castigar a líderes y autoridades; 5) respaldar o reconocer promesas de interés personal o dádivas del candidato; y 6) honrar lealtades políticas y principios éticos.
Sostengo que en la reciente elección se ha relativizado el clásico voto antisistema, que aún puede apreciarse en Cajamarca, Moquegua, Puno y Cusco, donde varias listas en cada caso recabaron entre el 40 y 60% de votos, y en menor medida en Junín, Apurímac y Huancavelica, donde abarcaron entre el 30 y 40%. En cambio, no me imagino que el voto por Waldo Ríos (Áncash) se oponga al sistema, o el de Gilmer Horna (Amazonas), Jaime Rodríguez (Moquegua), Wilfredo Oscorima (Ayacucho), Luis Picón (Huánuco), César Acuña (La Libertad) e Yván Vásquez (Loreto), entre otros. Eso sí, el voto por Rudecindo Vega (Amazonas) fue explícito contra la corrupción, al igual que el de Rubén Alva (Huánuco) y Fernando Meléndez (Loreto).
También es razonable sostener que la idea de un desarrollo regional abierto y no contra el modelo económico, aunque con críticas a lo político, haya recabado votos para Reynaldo Hilbk y Jhony Peralta (Piura), Javier Ísmodes (Arequipa) Omar Jiménez y Fernando Martorell (Tacna), José Murgia (La Libertad) y Fernando Cilloniz (Ica), entre otros.
El inmenso saco del voto antisistema no sirve para apreciar las nuevas identidades ciudadanas. Por ejemplo, impide identificar un voto consciente contra la ley o voto informal/ilegal en zonas que han desafiado a la política desde la política, como el que expresan Waldo Ríos (Áncash), Luis Otsuka (Madre de Dios), Manuel Gambini (Ucayali) y Walter Aduviri (Puno) y en centenares de distritos y provincias.
No es racional juntar la crítica política, el rechazo económico, los proyectos ilegales y los emprendimientos mafiosos, si en gran parte del país la fragmentación electoral no obedeció al grado de confrontación con Lima o el sistema (que no tuvieron defensores) sino al ajuste local de cuentas. De otro modo, el radicalismo político en sus vertientes de derecha o izquierda habría ganado más plazas electorales.
A pesar de ello, el país conservador está escandalizado y les atribuye a los resultados un sentido que se bate en retirada, un análisis básico en la línea del voto irracional contra las máquinas y el progreso. Otra ruta de análisis aparentemente progresista recupera la idea del voto de protesta convirtiéndolo equivocadamente en dominante.
Es preciso dejar de ver bajo cada piedra un líder o un proyecto antisistema y apreciar otros fenómenos en sus efectos inmediatos. Contra lo señalado en los análisis inmediatistas, las elecciones envían un mensaje directo: que el debilitamiento extremo de los partidos acompaña la pérdida de la identidad regional y municipal que apareció en la década pasada como respuesta a los partidos nacionales. Salvo excepciones, los nuevos actores difieren de los anteriores que exhibían peso propio, prestigio y programa; en cambio los que irrumpen en la escena son en abrumadora mayoría propietarios de maquinarias financieras y escasos escrúpulos, es decir, un regionalismo político pobre y atrasado.

sábado, 16 de agosto de 2014

La rebelión de los malos

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-rebelion-de-los-malos-15-08-2014
La República
La mitadmasuno
15 de agosto de 2014
Juan De la Puente
La delitopolítica es la fase superior de la antipolítica, el sistema de organización del poder y de la gestión del Estado vigente desde hace 25 años y que ahora nos estremece al ponernos sobre la mesa a centenares de candidatos con sentencias penales por delitos sobre los cuales la sociedad tiene un especial cuidado.
Aunque la verdad sin tapujos es que ni el Estado ni la prensa deberían horrorizarse demasiado, sobre todo si el primero fue impulsor y cómplice de la antipolítica y la segunda su entusiasta anunciadora, promotora y defensora. Tampoco el mercado debería sorprenderse tanto porque en las últimas décadas ha pedido y bregado por un sistema político bonito y barato, no necesariamente bueno, y lo ha conseguido.
La presencia de candidatos narcotraficantes, violadores, usurpadores, secuestradores y terroristas en las listas electorales no es reciente aunque revista ahora la forma de una invasión. Están siendo paridos por un sistema que aplaude y premia el rechazo a los partidos, a las ideologías y al compromiso doctrinario. Lo que empezó como la adulación a los independientes por su naturaleza pragmática, sin lealtades y sin historia adquiere ahora la forma de una resignación pública ante un modelo que se sabe puede existir solo sobre la base de partidos pequeños, débiles y a merced de los caudillos, con una vida precaria y sin democracia interna, una travesía en permanente emergencia acosada por movimientos regionales y locales que reproducen y masifican la corrupción, el populismo y el clientelismo.
Los partidos fueron en este proceso víctimas y verdugos. La antipolítica les fue impuesta por lo poderes fácticos aunque se produjo al mismo tiempo como resultado de su falta de competencia para enfrentar las crisis en la década de los ochenta. Ya es un consenso en la academia considerar que el quiebre de lo que alguna vez pudo llamarse sistema de los antiguos partidos es a la vez asesinato y suicidio.
La desprofesionalización de la política se acentuó en la década pasada; a ella concurrieron medidas y fenómenos como la misma Ley de Partidos que consagró el fichaje de independientes y relativizó las elecciones internas. En un proceso paralelo, el voto preferencial y la falta de financiamiento público de los grupos políticos dinamizaron el encarecimiento de las campañas electorales consolidando el eje que mueve casi toda elección: candidatos prestados/dinero. Mi cálculo conservador es que en estas elecciones se gastarán por lo menos 1.000 millones de soles.
Los antiguos partidos se resistieron inicialmente a este impulso de compra y venta de listas electorales, pero han sucumbido a la tentación; la antipolítica ha logrado que todos se adecúen a ella y desde esa legitimidad ha convertido la formación de la representación en lo que ahora es, un proceso generalmente irregular y a veces fraudulento de reclutamiento de militantes, formación de comités y designación de candidatos.
No es extraño que en ese contexto las elecciones sean una oportunidad para que los malos salgan del clóset y se trepen con dinero en la mano a la lista electoral que encuentren. Esta fase superior de la antipolítica está en su momento inicial; los más de 2 mil candidatos sentenciados son apenas el 2% del total de candidatos en todo el país, pero al ritmo en que opera puede alcanzar fácilmente el 6% u 8% en los siguientes comicios, un porcentaje capaz de arrebatarle a la sociedad el impulso de cambio.
Lo que no aparece suficientemente claro en la indignación de medios y líderes es la asociación de la delitopolítica con otros fenómenos que estallan al mismo tiempo, como la corrupción regional y municipal; el plagio de planes de gobierno; la compra de periodistas, jueces y fiscales; y la corrupción de buena parte de jurados electorales especiales. Quizás sea un esfuerzo agónico para decirnos que a pesar de que los malos se rebelan, arrinconan a los buenos y se cuelan a los cargos de representación popular, la reforma política no es necesaria porque aún podemos seguir conviviendo con la antipolítica.