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miércoles, 8 de enero de 2020

Entrevista El Comercio: "Este es un país que está discutiendo su futuro sin ideas”.

https://elcomercio.pe/politica/juan-de-la-puente-este-es-un-pais-que-esta-discutiendo-su-futuro-sin-ideas-noticia/
El Comercio
5 de enero 2020
Jontathan Castro
A tres semanas de las elecciones del 2020, Juan De la Puente cree que las expectativas sobre los resultados deberán ser más moderadas. Mientras, el presidente Martín Vizcarra debe resolver cuestiones sociales urgentes sin generar falsas expectativas. “Ni Vizcarra es Churchill ni sus opositores son Lenin”, afirma.
— ¿Estamos viendo un exceso de los organismos electorales para excluir candidatos?
Es un exceso en la medida que es una aplicación muy puntillosa de la norma. Pero también es cierto que la norma en los últimos años ha sido elaborada restrictivamente respecto de los derechos de elegir y ser elegidos. Hace 30 años, la legislación electoral estaba compuesta por cuatro o cinco normas generales. Hoy, también está compuesta por un conjunto de decisiones jurisprudenciales del JNE. Un libro sobre la legislación electoral no baja de 700 páginas. Se ha hecho engorrosa. 
— Nunca antes se ha visto que los organismos electorales decidan si el spot de un partido se emite. 
Hay un problema que subyace a esto: la política se ha radicalizado en relación con los mensajes. Tenemos mensajes mucho más extremistas y radicales en este proceso que en el anterior. Entonces, aparecen algunos que chocan con los parámetros de la ONPE. Hay un par de spots que me parece que no deberían haber sido censurados, pero estas son las consecuencias de una campaña de ideas radicalizadas. 
— ¿Cómo ve la campaña? 
Veo una campaña extraña que ha desmovilizado a la sociedad. Cuando se disuelve el Congreso, daba la impresión de que se iba a producir una movilización masiva de la sociedad para tener un mejor Congreso que renueve la política. Eso convertía al 2020 en uno reformador. Creo que las expectativas respecto a esta campaña van a ser menores. 
— Hemos pasado de la esperanza que a muchos les generó el cierre del Congreso a la realidad: más de 200 candidatos con sentencias, propuestas imposibles de realizar, argumentos débiles. ¿Qué ha pasado en ese tránsito?
La falta de ideas. Este es un país que está discutiendo su futuro sin ideas. Es una cosa absolutamente inédita. Las dos ideas son eliminar la inmunidad parlamentaria y reducir el sueldo de los congresistas. ¿Para eso hemos disuelto el Congreso? El país está pidiendo bastante, y la política le está dando muy poco. Y esa falta de ideas va a promover un Congreso sobre el que deberíamos tener menos expectativas que antes. 
— ¿Cómo ve a los líderes políticos?
Salvo Acuña, ningún líder está protagonizando la campaña. Creo que los líderes están calculando demasiado, creen que hay una separación entre el 2020 y el 2021, y no todos están poniendo los huevos en la canasta de este año. No tenemos una idea unificadora que nos diga para qué va a servir este Congreso. 
— ¿Cuál debería ser la agenda que debería primar en este período?
La narrativa del año pasado era el cambio, la reforma política y la lucha contra la corrupción. Sigue siendo importante esto, pero ahora es más amplia. Hay una cuestión social que debe ser atendida y que ha sido postergada por las tensiones del año pasado. 
— ¿La campaña ha calentado? Ya estamos en enero.
Creo que la indiferencia política impide que se caliente la campaña. Los códigos que se llevaron a cabo en los últimos días de la campaña del 2018 me parece que van a reproducirse ahora. Puede ser que en el tramo final la gente se decante por un partido al margen de las ideas y resuelva de algún modo esta alta fragmentación con candidatos que no superan el 10% de intención de voto. 
— Solo Acción Popular supera esa cifra.
Para estar a tono con los tiempos, vivimos un ‘pitufeo’ electoral. Se ha fragmentado el volumen de adhesiones en pequeñas adhesiones. Podría ser que este ‘pitufeo’ se resuelva al final. 
— El fujimorismo se ha fragmentado, pero los jales no le suman a Solidaridad Nacional, ni merman el voto duro de Fuerza Popular. 
El cambio más importante es que [FP] ha perdido su radicalismo conservador con el que se manejó entre el 2016 y el 2019. Lo que tenemos es una derecha vacante. 
— ¿Realmente los partidos saben para qué funciona el Congreso? Da la impresión de que quieren fiscalizar y no tienen más ideas. 
Eso deviene de la construcción de la oferta política. La captación de candidatos para este proceso ha sido muy apresurada. Uno revisa las listas y, salvo Acción Popular y el Apra, los candidatos golondrinos son el sentido dominante. Es muy probable que el Congreso que elijamos el 26 de enero tenga más independientes que los anteriores. 
— ¿Vizcarra debería asumir alguna responsabilidad si este Congreso resulta peor que el anterior? 
Ya hay una narrativa anti-Vizcarra en el proceso político. Yo lo llamo el síndrome de Moisés. Moisés saca a los judíos de Egipto y les ofrece la tierra prometida, pero en un momento la gente se vuelve contra él y le dice: “Tú nos has traído y dónde está la tierra prometida”. Y cuando Vizcarra disuelve el Congreso, nos está haciendo una promesa de renovación, de transición y de cambio. Hay una responsabilidad política que no está siendo solventada adecuadamente. 
— ¿Cuál debería ser la agenda de Vizcarra una vez instalado el Congreso?
La primera debería ser de reforma política, no solo electoral. Necesitamos modificar las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo. Me parece un error que el gobierno se haya opuesto a la bicameralidad. Yo diría que las propuestas de la Comisión Tuesta eran muy importantes. Pero Vizcarra también tiene demandas que no pasan por el Congreso, que es calidad de gasto, la reforma educativa y resolver la inseguridad ciudadana y la prestación de servicios de salud.
— ¿Le da la impresión de que Vizcarra sabe qué hacer? Pareciera que no tiene un norte claro. 

El Vizcarra que tenemos de presidente ya se ha construido como político cuando fue presidente de la región Moquegua. No creo que tengamos un Vizcarra 2.0. Después de la disolución del Congreso, algunos han querido ver a Vizcarra no solo como un hombre providencial, sino a un líder histórico de la transición. Él ya tiene definido su legado: haber luchado contra la corrupción. Si de ahí queremos obligar a Vizcarra a ser un estadista, creo que es una pretensión de tener otro Vizcarra.

viernes, 1 de enero de 2016

Agárrate del cambio, ahora

http://larepublica.pe/impresa/opinion/721522-agarrate-del-cambio-ahora
La República
La mitadmasuno
27 de noviembre de 2015
Juan De la Puente
La próxima semana los 5 candidatos presidenciales mejor ubicados en las encuestas sobre intención de voto expondrán en CADE 2015 los avances de sus planes de gobierno. No será un debate cara a cara pero será la primera oportunidad para compulsar los contenidos de las opciones para el próximo quinquenio.
Este primer encuentro es tan inédito como el proceso electoral mismo que vivimos. El lema de CADE “El Perú necesita cambios para seguir creciendo” contrasta con la timidez de los políticos para proponerlos. Esta brecha, entre política vacilante vs instituciones que demandan transformaciones, resume un impensado cambio de roles que la crisis política está fraguando.
En las elecciones del 2006 y 2011, el mercado se situó en una posición recelosa del cambio y fueron los líderes políticos los que impulsaron el debate sobre los ajustes al llamado “modelo” y en menor medida la reforma de las instituciones. Ahora, a pesar de un proceso crítico a cuestas, son los políticos los recelosos de las reformas y estas son sugeridas desde otros lados del escenario. Por ejemplo, las propuestas de reforma electoral fueron impulsadas por los organismos electorales a la cabeza de una colación de instituciones que integran la Plataforma por la Reforma Política y Electoral, la misma que jaló a un Congreso remolón y disgustado en las 5 normas dictadas este año.
Mientras la política parece congelada en los años 2006 y 2011, persistiendo en un debate electoral sobre estabilidad/continuidad, se acrecienta la exigencia de propuestas precisas frente a la desaceleración de la economía, la inseguridad, la corrupción y la inoperancia de la mayoría de instituciones, especialmente de aquellas relacionadas a la justicia y a la transparencia pública.
Las teorías del cambio –que enfatizan en el liderazgo de los actores y en su audacia, y la capacidad para fijar estrategias que encaren las contingencias– anotan que las crisis activan un menú de ofertas que inciden en el inicio de grandes procesos de reforma, útiles sobre todo para la primera fase que los cambios implican, es decir, la transición y sus incertidumbres.
Eso no está sucediendo. Instalar una lógica de cambio en el debate público es fundamental como una condición de vigencia de la democracia en el siguiente período. Es también necesario para evitar un carnaval populista que reemplace el horizonte de las reformas, las manosee y finalmente las paralice. En menos de 4 meses, se han presentados en el Congreso 380 proyectos de ley que podrían acabar en un frenesí de decisiones que no se inscriben ciertamente en una reforma institucional. La creación masiva  de distritos –nueve en una semana– y la posibilidad de que Ventanilla pase a ser provincia sin mayores estudios, en medio de la campaña electoral hacen prever un camino conocido: clientelismo en lugar de reformas.
¿Por qué los políticos que encabezan las encuestas no nos hablan de reforma? La primera explicación es que la campaña se ha iniciado. Este argumento suena a coartada. Siendo cierto el retraso en la elaboración de los planes a detalle, es inocultable que los discursos electorales están rehuyendo asuntos claves como la formación de un nuevo consenso alrededor del crecimiento, agotado ya este; o qué hacer eficazmente para rebajar los índices de delito e impunidad en alza, solo por citar dos asuntos cruciales.
Más allá de la vigilancia de las formas, que es también importante, la vigilancia de los contenidos se convierte en un desafío básico de la campaña. Los políticos no se están imaginando el futuro y este sí es un asunto grave para un régimen democrático que agota un ciclo de 15 años y que debe empezar otro. Es probable que esto también se deba a la total entrega de los líderes al marketing político, pero no es menos cierto que revela la falta de grandes ilusiones y de compromisos personales. No parece ser un asunto de pegada sino de llegada, es decir, de horizonte y perspectiva, una falta de apuesta a la Fortuna, Virtù y Gloria, a decir de Maquiavelo.