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viernes, 8 de agosto de 2014

La reforma huérfana

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-reforma-huerfana-08-08-2014
La República
La mitadmasuno
8 de agosto de 2014
Juan De la Puente
La reforma política fue abordada incluso antes de la aprobación de la Ley de Partidos Políticos (LPP) Ley N° 28094 del 2003. Como se recuerda, luego de la caída del fujimorismo se plantearon cambios institucionales y constitucionales de alto calado, cuyo paradigma más elevado fue la formación de una Asamblea Constituyente y la aprobación de una nueva constitución, y en una lógica minimalista la reinstalación del bicameralismo y la descentralización.
La misma LPP fue recibida con desconfianza y poco entusiasmo; gestionada como parte de las políticas de Estado del Acuerdo Nacional suscrito un año antes, fue posible solo por el empeño de un reducido grupo de líderes políticos y de la Asociación Civil Transparencia e Idea Internacional. Entonces, la academia razonaba con un receloso perfil, advirtiendo: 1) que lo más importante era fortalecer los partidos existentes y no debilitarlos normativamente; 2) que no debería ampliarse más un sistema ya demasiado abierto; 3) que debería colocarse más barreras de entrada al sistema y vallas para la permanencia en él: 4) que era riesgoso promover la renovación desordenada de las dirigencias partidarias; y 5) que era preciso abocarse a la reforma del Estado como un mecanismo legitimador de la política.
La LPP tuvo un sentido institucionalizador de lo existente antes que reformista, y a esa mediatización se debe su rápido fracaso. En el 2006 se hizo evidente la crisis de lo poco que quedada del sistema de partidos, cuando el parlamento se pobló de legisladores independientes ganadores de costosas campañas y cuando los partidos se replegaron a Lima y a las elecciones nacionales abandonando el resto del país. Los comicios del 2010 y 2011 profundizaron la crisis; en el 2010, las estructuras nacionales solo ganaron en 4 de 25 regiones, en 77 de 195 provincias y en 693 de 1.605 distritos. Y en el parlamento del 2011, por lo menos 65 legisladores electos no eran militantes de los partidos por los que postularon, a pesar de que algunos pasaron por fórmulas de comicios internos, obviamente fraudulentas. Nuestro Legislativo, un órgano político por excelencia, fue diezmado de políticos.
Si la LPP fue un hijo no deseado y esperado, la reforma política es evitada. La mayoría de partidos han desarrollado una sensibilidad contra la reforma y los que lo desean poseen dirigencias débiles ante sus bancadas, especialmente en este tema. Ello no ha impedido que la LPP haya sido modificada 8 veces y en 17 de sus 41 artículos, sobre todo para cerrar el sistema, elevando a 450 mil las firmas requeridas para legalizar nuevos partidos.
La reforma policía fue obviada por los candidatos presidenciales que compitieron el 2011; también fue ignorada por casi todos los medios y silenciada en los partidos; y hasta hace poco, la mayoría de académicos, politólogos y analistas pasaban de largo frente a ella con el registro general de que el problema de la políticas y de los políticos no son las reglas, una rotunda fórmula negadora. Este temperamento alcanzó inclusive a los proyectos de Código Electoral y de Ley de Partidos presentados en consenso por los organismos electorales al Parlamento.
La mención a la reforma que hiciera el Presidente de la República en su reciente mensaje a la Nación se produce luego del estallido de la corrupción regional aparejada con la fundición de las bancadas parlamentarias. En este nuevo momento se acepta por fin la necesidad de la reforma, aunque deberán pasar algunos años más para concretarla. Por ahora se han empezado a trazar los mapas de navegación de tan trascendental cambio.
Lamentablemente, el nuevo sentido común de la reforma política es todavía débil para imponerse; las llaves de la misma se encuentran en poder de los que viven y se reproducen gracias al viejo sistema de la formación de la representación. Los “comeoros”, “robacables”, lobistas y negociantes son todavía mayoría en el Congreso y hará falta una gran movilización ciudadana que echarlos de los salones del poder.

viernes, 30 de mayo de 2014

La corrupción y la "otra cosa"

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-corrupcion-y-la-otra-cosa-30-05-2014
La República
La mitadmasuno
30 de mayo de 2014
Juan De la Puente
Me pregunto cuál será el destino de esta cada vez más intensa demanda contra la corrupción cuya rotundidad han empezado a recoger los sondeos de opinión. Como hace 14 años la sociedad es sacudida por un indignado repudio a un sistema tramposo que se descompone por capítulos. Como aquella vez, una entrega tras otra, se va formando un macizo sentido común que llama a otra cosa.
Esa “otra cosa” sin embargo no aparece con claridad, sobre todo por las diferencias entre la indignación de hace 14 años y la de ahora. Aquel momento fue especial debido a la confluencia de factores que definieron un discurso social y una práctica política alternativa.
Estos factores fueron: 1) la crítica de los partidos democráticos al autoritarismo; 2) las audaces revelaciones de la prensa independiente contra el poder oscuro; y 3) el activismo político de una sociedad civil movilizada, cuya mayoría poco antes se había emancipado del fujimorismo.
Tampoco es posible imaginarse ese período sin el escandaloso despliegue de recursos extremos y abusivos en favor de la reelección que expusieron ante la opinión pública la asociación corrosiva entre el autoritarismo y la corrupción, y que generaron una reacción ética.
La actual indignación anticorrupción carece de esos atributos. La primera ausencia es la de una política democrática opuesta a la corrupción, sea porque varios partidos aparecen asociados a ella, o porque los que aparentemente no lo están guardan un silencio enfático; en líneas generales, salvo una que otra declaración, se tiene la impresión de que la corrupción es un problema del Estado pero no de la democracia, de sus partidos y de sus hombres, una emanación maligna que pertenece a otro mundo, a excepción del monotema sobre que la descentralización fue apresurada.
Luego, siendo relevante el desempeño de los medios en los destapes de sonados casos y con mayor diligencia que algunas instituciones, es también evidente que buena parte de la prensa trata este crucial momento desde una perspectiva policial/penal y poco rigurosa para ahondar en el descalabro de los sistemas de control nacionales y en el fracaso de la representación vía el fraude de los elegidos.
A la prensa le debemos la “chimbotanización” de este momento, a pesar de que 19 presidentes regionales están comprendidos en 158 casos de corrupción, y el olvido de sonadas denuncias “nacionales”, entre ellas de 5 parlamentarios pillados con las manos en la masa. Luego de 70 días del asesinato de Ezequiel Nolasco, el hecho que despertó al país, no tenemos un mapa de la corrupción pública.
A esta indignación ciudadana le falta pueblo y movimiento o, para ser precisos, una sociedad civil activa y decidida en su demanda de transparencia. La falta de epopeya se debe a la falta de actores sociales, más allá de la figura emblemática de Fiorella Nolasco, significativamente solitaria. Sin duda los ciudadanos están molestos e indignados con la corrupción pero en su conjunto el país carece de una razón motivadora.
Sería prematuro afirmar que este síntoma nos remite al fin de la ilusión democrática. No obstante, para los efectos contables esta corrupción va a la cuenta de la democracia cuyos líderes, partidos e instituciones emergieron o reaparecieron hace 14 años como una alternativa superior al autoritarismo con destellantes ofertas entre las que se encontraba la ética pública.
No me ilusiono demasiado; bajo estas premisas es comprensible que el actual humor de la opinión pública no se provea de mapas, faros y rutas, no se dirija a la otra cosa y se mueva en un escenario delimitado por los enfoques legalistas y controlistas de la mayoría de políticos y por una gestión informativa nada crítica de los procesos, instituciones y liderazgos.
Con un escenario cuyo eje es la ausencia de un juicio al modelo que genera la corrupción, la indignación con este formato “sin ilusión no hay movilización” podría terminar en un tsunami, algo violento y pasajero, pero que se lleve solo algunas personas y edificios institucionales.

domingo, 16 de febrero de 2014

No eres tú, soy yo

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/no-eres-tu-soy-yo-14-02-2014
La República
La mitadmasuno
14 de febrero de 2014
Juan De la Puente
El caso Secada se convierte en un pequeño y prometedor laboratorio de política aplicada al remitirnos a la relación entre aquella, los partidos y los políticos, en realidad una correlación entre los llamados inputs de la política, es decir sus actores y estrategias, y sus outputs, sus resultados. Así, nos es posible analizar el caso sin repasar la situación del PPC, la crisis de los partidos que le es inherente y el momento especial que vive lo que se llama política pública.
Lo de Secada era ya un caso antes de saberse de las cuatro denuncias de dos mujeres y su demoledor efecto; su intento de postular a la alcaldía de Lima forma parte del esfuerzo de legitimación de un sector de nuevos dirigentes que ya están en el Congreso y en los municipios, espacios donde tienen un desempeño eficaz y promisorio. De hecho, el PPC y el Apra cuentan con una generación de cuadros entre treintones y cuarentones con experiencia pública que buscan mejorar sus posiciones dentro y fuera de sus partidos.
En el PPC, este sector ha desafiado ciertos cánones, sobre todo el que indica que el relevo de dirigentes es más lento, más negociado y más organizado de arriba hacia abajo. Esta regla no solo fue retada por los jóvenes: la victoria del grupo que lidera Raúl Castro en las internas hace más de dos años fue inesperada y para más de uno se trató de una injusta expropiación y por lo tanto el origen de una visible hostilidad hacia la actual dirección nacional.
Bajo ese marco de presión por el ascenso en un partido abierto y al mismo tiempo estrecho, el desempeño de personajes como Secada genera crisis. El Perú necesita nuevos políticos, Secada lo es, pero no estoy seguro de que sea el tipo de nuevos políticos que se demanda o que el PPC necesite. Tiene a su favor el ser un economista en un partido de abogados, honrado, y el haber procesado una mutación neoliberal, ahora más liberal que neo, pero está convencido que ser “confrontacional” y pedante es una virtud cuando todos los manuales, y el sentido común, indican lo contrario.
El problema no es Secada sino otro, el PPC, su  cultura partidaria y su democracia. Y no es nuevo; el partido tiene tantos ex militantes que con ellos se han hecho cuatro partidos en los últimos 20 años. La razón podría estar en la persistente timidez del proyecto que se expresa en la siguiente ecuación: un gran espacio de centro derecha, un sugerente programa y una práctica política responsable, y todo ello en una organización pequeña. Dicho de otro modo, poco partido para una gran propuesta.
El PPC no tiene corrientes sino familias políticas relacionadas por vínculos variados, entre los que sobresalen la empatía y amistad, las relaciones laborales municipales y, claro, las generacionales. Tiene a su favor que es un partido de iguales o de más o menos iguales, a diferencia de otras formaciones que tienen emperadores o propietarios, donde no hay expulsados sino despedidos. Sin embargo, carece de un estado mayor nacional y de un liderazgo colectivo ambicioso, con el añadido de que la líder que sintetiza su presencia pública no está en funciones.
Me he preguntado varias veces si el PPC, luego de casi medio siglo de vida realizará el salto; su creciente espíritu liberal que desplaza lentamente el talante socialcristiano (por favor, no enviar carta de aclaración), el ensanchamiento de las clases medias objeto de representación y la descomposición de otros proyectos partidarios indicaría que estos años constituyen el momento pepecista.
El PPC es un partido fundamental de la democracia pero necesita ser grande. Encarar el salto implicaría adoptar grandes decisiones internas; algunas se avizoran en los esfuerzos maternos que hace Lourdes Flores para que la campaña interna para la alcaldía de Lima no termine en un suicidio. Sucede, no obstante, que esta interesante movilización parirá un ratón, pues no se concretará en elecciones directas con el esquema de un militante un voto, sino en la elección de delegados que a su vez designarán a los candidatos, el perfecto escenario para el juego de las familias. Todo esto dicho con aprecio.

domingo, 1 de septiembre de 2013

La épica del transfuguismo

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-epica-del-transfuguismo-30-08-2013
La República
La mitadmasuno
30 de agosto de 2013
Juan De la Puente
El debate sobre el transfuguismo avanza a reconocer su existencia. No obstante, sorprenden algunas expresiones que justifican el fenómeno. No hay duda, en el plano de las explicaciones, que el transfuguismo obedece a dos regularidades: 1) la crisis de los partidos de múltiple efecto, que principalmente debilita la adhesión, la democracia interna y reduce la vigencia temporal de las formaciones políticas; y 2)  los incentivos para la participación política sin lealtad partidaria, una de cuyas expresiones es la cuota de 20% de invitados en las listas parlamentarias, entre otras medidas legales. Con menos nitidez pero con posibilidades de apreciación racional se tiene la diferencia entre: 1) la disidencia programática; y 2) el abandono tránsfuga, egoísta y personalísimo. Es también cierto que no toda renuncia partidaria es sinónimo de transfuguismo y en ciertos casos se hace difícil apreciar cuál de las razones es la vigente.
En un segundo debate se encuentra la decisión de convivir con el transfuguismo o reducir su incidencia. En ese plano encuentro algunos argumentos equívocos. Uno de ellos considera que este fenómeno no debería ser corregido con la eliminación del voto preferencial, porque este es el modo más convencional de controlar la oferta partidaria. Este argumento es falso; en un sistema donde además del 20% de cupos de invitados por el caudillo se agregan más invitados con la cobertura de elecciones internas amañadas, se tiene que el grueso de la oferta de candidatos no es expresión del partido.
Otra apreciación sostiene que el transfuguismo ha logrado prolongar la carrera de los políticos. Tampoco es cierto; por ejemplo, solo dos de los 23 parlamentarios que en el período 2000-2011 abandonaron sus bancadas fueron reelegidos en las últimas elecciones. Es más, solo 1 de los 11 ex parlamentarios que el año 2011 pugnaron por regresar al Legislativo a través de otros partidos, logró su cometido. Luego, el país está poblado de candidatos a alcaldías y gobiernos regionales a los que la relección les es esquiva. Las excepciones son una anomalía que confirma la tendencia, jalonadas probablemente por el buen desempeño en el cargo, el despliegue de recursos en la campaña o la dispersión de los electores. En cualquier caso, es imposible inferir que los votantes premian el cambio de camiseta.
Una tercera apreciación sostiene que existirían dos transfuguismos uno bueno y otro malo; el primero, tolerable e inofensivo, es el orgánico, y el otro, el detestable, el ideológico. Tal distinción es un demasiado pedir a los candidatos a tránsfugas, casi todos políticos antipolíticos cuya actividad pública no se sustenta en las ideas sino en el dinero, el suyo o el de otros, la principal razón que los conduce a contratar con una lista de candidatos.
Una discusión que aún no se procesa es el contenido de la fidelidad partidaria y la relación entre el militante y el partido, una regularidad que el abuso del concepto de “candidato invitado” complica. Atenidos al ámbito parlamentario, a las elecciones concurre un programa por partido y no 130 programas en cada grupo. Este hecho no excluye las ideas propias pero las subordina al programa colectivo. En ese sentido, la lealtad reclamada es al programa del partido que el elegido asumió a su postulación. Esta lógica propia de la democracia representativa no puede ser alterada por una exclusiva relación individual y plebiscitaria de los políticos con sus electores. Nunca habría que olvidar que la representación parlamentaria tiene un doble origen y que los partidos no son locomotoras o cargadores frontales sino comunidades políticas.
Otro debate pendiente es cómo tratar el transfuguismo. No se ha planteado legislar solo sobre esta tema; no tendría sentido eliminar el voto preferencial sin reducir el cupo de invitados o evitar legislar sobre las elecciones internas, la alternancia de género o el financiamiento público. En la contemplación épica del transfuguismo veo a quienes se rinden ante el actual sistema. Ello es legítimo, pero algunos preferimos pugnar por su reforma.

viernes, 26 de julio de 2013

Los nuevos negacionistas

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/los-nuevos-negacionistas-25-07-2013
La República
La mitadmasuno
26 de julio de 2013
Juan De la Puente
Las recientes movilizaciones indican la gestación de un movimiento social básicamente nuevo. Frente a él se han ensayado dos explicaciones que niegan su carácter. La primera afirma que es de una repetición pendular de la tradicional crítica de la sociedad a la política, que ocurre en el Perú cada 10 o 15 años, una especie de hipo público que cederá con alguna medida de efecto inmediato; la segunda sostiene que es una pequeña revuelta de los sectores medios informados, excitados y seducidos por las redes sociales, igualmente pasajera, además de elitista.
Estas visiones apuntan a varias conclusiones adelantadas, usadas de acuerdo al interés político o económico. Una de ellas sostiene que nada debería perturbar la economía, precisamente en un momento de máxima entrega y concentración por la desaceleración de la economía en la región y la otra señala que salvo la reciente “repartija” parlamentaria, el sistema está funcionando, de modo que el país no necesita cambios.
Malas noticias para el inmovilismo. Estamos de cara al fin de un ciclo, una de cuyas características fue evitar el cambio a pesar de que los ciudadanos votaron por él en las tres últimas elecciones generales. En las calles no se cuestiona el cambio sino la falta de él y se aboga contra el modo de vida político vigente. Se puede debatir su solidez ideológica y su volumen, pero no es consistente subestimar la emergencia de un movimiento de rechazo militante. Aunque su alcance es difícil de precisar, lo cierto es que los insatisfechos políticos se están convirtiendo en indignados políticos.
Esta indignación es concurrente con otros cambios o los explica de modo práctico. El más significativo es la pérdida de la confianza, una variable esquiva en el Perú y obedece a razones coyunturales y estructurales, una brecha entre el poder y la calle que esta vez, datos a la vista en la reciente encuesta de GfK (La República 21/7/2013), abarca la política y en menor medida la economía.
Sería una miopía considerar que si las cifras no le favorecen a Ollanta Humala, solo él y su gobierno están en problemas. Según GfK, Humala ha caído 21 puntos en cuatro meses, de ellos 7 en el último. Sin embargo, el sondeo también detecta una brecha de opinión pública; ha caído en un mes 4 puntos en Lima (de 39 a 35) pero 10 fuera de Lima (de 38 a 28); y en el centro del país 13 puntos. Otra brecha se registra entre las regiones: lo aprueban 20% en el norte y 40% en el oriente.
Los desagregados de la encuestas son sumamente reveladores. El dato no es, exclusivamente,  la caída de Humala sino que nadie capitaliza ese desgaste, es decir no se registran traslados de confianza, una señal de que en la estrella rutilante de A. Latina se asoma el pesimismo y la búsqueda de una nueva representación. Tanto el gobierno como la oposición son desaprobados con altas cuotas, al extremo de que solo un tercio aprueba a la oposición en tanto que el 56% la rechaza. Los partidos, todos, también son desaprobados por el 68% y aprobados por el 20%, mientras que el 76% dice que siente que no tiene los líderes que quiere tener.
Este escenario articula fenómenos que algunos análisis insisten en separar sin explicación. Si en una coyuntura se agolpan escándalos, una guerra política desatada hace meses, la calle, el pesimismo y la desconfianza, la política no puede responder con el inmovilismo o la negación. En otras experiencias, esta falta de reconocimiento ha sido fatal al momento de dilucidar el ejercicio del poder.
En esa línea de razonamiento también es extraño que desde todas las tiendas políticas y en general desde el establishment se resistan a una discusión sobre las reformas que el país demanda y necesita. Quienes dicen que fueron elegidos para representar rechazan las exigencias ciudadanas; no se dan cuenta de que en cada marcha que pasa frente a sus ventanas dejan de representar un poco más, vaciando el contenido del encargo recibido. Se olvidan que han sido elegidos para representar y reformar.

viernes, 19 de julio de 2013

La primavera chola

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-primavera-chola-18-07-2013
La República
La mitadmasuno
19 de julio
Juan De la Puente
La crisis de la política y de las instituciones, que se procesaba en los salones del poder y en las portadas de los medios ha ganado la calle. Gracias a una desastrosa decisión del Congreso, se experimenta en pocos días un salto de calidad en la conciencia de la población; un pequeño sector lo ha hecho activamente, a pie, en las redes sociales y en el afán diario. Las cantidades no pueden ser importantes por ahora, pero desde 1997, cuando la sociedad civil se emancipó del fujimorismo, no se veía en las calles tanta distancia del pueblo con el poder.
Nótese que de por medio no se encuentra un conflicto social o demanda laboral, las circunstancias que han poblado las calles de reclamantes en la última década. La interpelación de estos días es política pura en estado sólido. Pero es más que eso; lo que se registra es la evolución inicial de la insatisfacción en indignación, un desarrollo de la tendencia advertida por varios estudios que dan cuenta desde el 2005 de la paradoja peruana de auge económico con descontento.
El inicio de una primavera peruana podría quedarse en un debut y despedida; tampoco tiene que ser necesariamente democrática o catalizada por la democracia en favor suyo. No obstante, a pesar de lo impredecible, su principal atributo es la autonomía respecto de la política cotidiana y de las formaciones partidarias. Su mérito consiste en un llamado serio a la reforma, ese desafío que el establishment subestimó con autosuficiencia. Es la convicción de un sector de la población de que la reforma política en el Perú ya no será con los partidos sino contra ellos.
Como en otras experiencias, el momento coincide con la pérdida del liderazgo político de personas e instituciones. Según el reporte de junio de la encuestadora GfK, tanto el liderazgo oficial como el opositor son desaprobados y en casi todos los casos, superan el 50%. En bloques generales, la población diferencia muy poco entre el papel del gobierno y de la oposición, y los cuestiona a ambos. Así, los rangos desaprobación/aprobación son cercanos entre el Congreso (76%/19%), el Poder Judicial (78%/18%) los ministros (69%/24%) y la oposición (56%/32%).
En la Argentina del 2001, el “que se vayan todos” era una demanda que alcanzaba al 70% de los encuestados. En el Perú del 2013, es probable que ese sentimiento le pertenezca ya a la mitad de la población y que los sucesos recientes eleven un poco más este índice. Es cierto, tal como sucedió en Argentina de esos años, que nada de esto garantiza una renovación del sistema político. Sin embargo, es un dato latente sobre el ingreso de la política a cuidados intensivos.
No sé si ello importará mucho a la política/antipolítica oficial del Perú de hoy. Por si no se sabía, desde el 2001 la política ha estado en piloto automático, más que la economía. El establishment operó bajo el argumento que no importa una mala política si se tiene una buena economía, retrasando cambios constitucionales básicos para el pacto social, estirando la tolerancia a la crisis de la administración de justicia, taponeando el reconocimiento de derechos y su universalización y barriendo debajo de la alfombra la corrupción, la crisis del Parlamento y el desguace de los partidos. Ahora mismo no les importa tanto si se tiene en cuenta el polémico acuerdo parlamentario de esta semana.
¿Está a tiempo el sistema político para evitar un “que se vayan todos”? Es muy probable, pero ello obligaría a los tomadores de decisión a renunciamientos y medidas ahora no prioritarias, como asumir una agenda reformista a pesar del veto de los poderes fácticos que se ilusionan con la eternidad de una democracia sin partidos; la recuperación del pulso de la sociedad sin anteojeras ideológicas; y la reanudación del dialogo social como una vía inigualable de relación con los gobernados. El primer paso debería ser el cese de la guerra política desatada hace cuatro meses.

viernes, 5 de julio de 2013

La demolición de la política

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-demolicion-de-la-politica-04-07-2013
La República
La mitadmasuno
5 de julio de 2013
Juan De la Puente
Los efectos que tendrán los sucesos recientes y vigentes sobre la política, en su acepción más amplia y plural, es decir, como espacio de las ideas, los movimientos y las decisiones en la perspectiva del ejercicio del poder, serán devastadores. Las denuncias, los hallazgos, las investigaciones, las declaraciones, los ataques y las defensas y, en general, los hechos y omisiones, se estructuran mágicamente como una operación de demolición de instituciones, partidos y personas. Como en toda tragedia no falta el espíritu tanático de los que se autodestruyen y de los que observan impasibles el acto destructivo.
El adelanto de la campaña electoral ha espoleado una guerra política con componentes judiciales, policiales y penales nunca antes vistos. Un saldo positivo de esto es el inicio de investigaciones que ponen sobre la mesa actos de corrupción y cadenas delictivas. Es lamentable, no obstante, que las denuncias se acerquen a destacados hombres y mujeres públicos que simbolizan proyectos de gobierno y atenacen a sus partidos, los inmovilicen y los disminuyan en una etapa donde la política requiere de voces, magisterio y orientación.
Otros dos ángulos críticos son: 1) El Parlamento, cuya crisis debilita cualquier debate y decisión porque, al parecer, ha concluido la etapa en que el Congreso era el centro de emisión de los mensajes políticos y de grandes acuerdos y su papel en la democracia se ha reducido al de escenario exclusivo de la confrontación; y 2) la realidad municipal, impactada por una escalada de actos de corrupción y eventos conflictivos internos agudos, evidencia de lo cual es el inédito porcentaje de alcaldes y regidores suspendidos, vacados, revocados, procesados, prófugos y condenados.
En esas condiciones marchamos a las elecciones del 2014 y del 2016, con un sistema político en entredicho, con altas cuotas de insatisfacción con la democracia, y un desolador espectáculo de partidos en retirada, de lo que da cuenta el reciente informe del JNE sobre los comités y locales partidarios. Si existe un momento ideal de la antipolítica, el de la democracia sin partidos o contra los partidos, es este.
Bajo ese marco, el país parece estar preparándose con mucha dedicación para la irrupción de un outsider. En la teoría política, este surge en períodos de destrucción de tejidos por razones políticas o económicas, o de aguda confrontación o de separación excepcional entre las elites políticas y la sociedad civil. Este escenario parece estar a punto. 
No es posible estimar si los partidos y en general el sistema político están en condiciones de  revertir el proceso de demolición al que se han dedicado en cuerpo y alma. Las condiciones que han disparado este proceso son manejadas por los medios de comunicación exigidos por una sociedad civil sedienta de transparencia y justicia, algo encomiable, pero que también pide sangre en la arena. Los actores políticos han empezado a escenificar más para las galerías, ante un país transformado en un gran tribunal penal.
Esta demolición es una forma de la antipolítica pero al fin de cuentas es otra política. El único modo de enfrentarla es desde una política democrática. En esta etapa, esta solo puede tener sentido si parte de un compromiso público por la reforma y contra la corrupción que impidan al mismo tiempo la impunidad y la venganza o el aniquilamiento del adversario. Para que este compromiso sea legítimo debe emerger del poder mismo y ser asumido por el espacio público, incluyendo los partidos. Póngase la mano al pecho amigo. ¿Es posible ese compromiso en el Perú del año 2013? Ahí tiene la respuesta.
En esa ruta, un desfile despreocupado hacia el abismo, sorprende que los cánones que se hacen viejos con rapidez, sean utilizados para analizar la política peruana. En medio de la demolición algunos siguen pugnando por detectar evidencias de la “enfermedad” chavista en el cuerpo peruano. Si miraran mejor podrían encontrar que el Perú se parece cada vez más a la Venezuela previa a Chávez.

domingo, 19 de mayo de 2013

La contrarreforma política

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-contrarreforma-politica-09-05-2013
La República
La mitadmasuno
10 de mayo de 2013
Juan De la Puente
Se anuncia el recojo de firmas para presentar al Congreso una iniciativa legislativa que permita instalar la revocatoria de los parlamentarios. La iniciativa, a cargo de uno de los promotores de la revocatoria a la alcaldesa de Lima, es presentada como un esfuerzo serio por la reforma política. Y no lo es.
En el Parlamento y en la sociedad se debate hace dos años iniciativas de reforma política que abarcan varias áreas: el fortalecimiento de los partidos, incluyendo la democracia interna; el financiamiento público; los requisitos para el ingreso y la salida del sistema político; el proceso de selección de los candidatos, los distritos electorales; el voto preferencial; la alternancia de género en las listas a cargos de elección popular; la responsabilidad de los postulantes y de los elegidos; la pérdida de la investidura parlamentaria; las incompatibilidades; y la rendición de cuentas, entre otros.
El proceso se tramita con lentitud pero avanza y se espera que este año, considerado crucial para la reforma, se concreten algunos cambios en la formación de la representación y en la gestión de los partidos y de los procesos electorales. Para el efecto, dos sucesivos grupos de trabajo de la Comisión de Constitución elaboraron informes y recomendaciones y, en ese contexto, dicha comisión aprobó hace poco el financiamiento público de los partidos. Existen otras decisiones en camino y en el horizonte el Congreso se prepara para un amplio debate del Código Electoral presentado por el JNE.
Puede afirmarse que aún a trompicones, el debate de la reforma ha empezado y ciertamente un tema en él es la renovación del mandato congresal. Una variante de esta figura es la que se propondría en la iniciativa de cuyo inicio se informa.
La iniciativa ciudadana es un mecanismo dispuesto por la Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos, Ley N° 26300, que permite presentar al Parlamento un proyecto de ley acompañado del 0,3% de firmas del padrón nacional. De hecho, desde el año 2001, la ONPE ha vendido kits para la presentación de 147 iniciativas ciudadanas. Con los estimados actuales se requerirían 60 mil firmas que, debidamente verificadas, obligarán al Parlamento a debatir un proyecto de ley.
Siendo la iniciativa legislativa el mecanismo ideal para promover desde la sociedad el debate de normas, no es cierto que la reforma política por excelencia sea la revocatoria parlamentaria. Empezar por la renovación del parlamento a mitad del mandato, sea por tercios o por mitades, sería acometer el problema de la crisis de los partidos poniendo énfasis en el resultado de la elección de la representación y no en la formación de esta representación.
No es una distinción adjetiva. La clave de la crisis que afecta a los elegidos y a las instituciones que ellos conforman se relaciona con incentivos nefastos que aparecen mucho antes de que el parlamentario se siente en el escaño. El más importante de ellos es el voto preferencial, el mecanismo que más contribuye al empobrecimiento de la representación y a la crisis de los partidos. A ello se agregan otros estímulos del caos como el financiamiento privado de las campañas, los distritos electorales demasiado amplios, la designación antidemocrática de los candidatos, la marginación de las mujeres de las listas, entre otros.
Empezar la reforma haciendo más precario el ejercicio de la labor parlamentaria, en un congreso unicameral, un mandato ya debilitado en la Constitución vigente, no sería una reforma sino un bloqueo de los cambios que se debaten, es decir, una contrarreforma, un diversionismo que hace más compleja la labor legislativa y que corre el riesgo de volverse contra el mismo sistema. Esa fue una de las razones para que la Constitución de 1920 suprimiera la renovación por tercios. Si se trata de la resistencia parlamentaria a purgar a quienes han cometido delitos, el derecho constitucional comparado ha establecido otros procedimientos. El más cercano es la figura colombiana de la pérdida de investidura congresal por mandato externo.

martes, 15 de enero de 2013

Congreso: tres escenarios y una salida

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/congreso-tres-escenarios-y-una-salida-11-01-2013
La República
La mitadmasuno
11 de enero de 2013
Juan De la Puente
Los caudillos que en las elecciones del 2011 se impusieron a los partidos políticos y destrozaron la institucionalidad que les quedaba, eligiendo personalmente los candidatos al Congreso, acaban de recibir el vuelto. Los parlamentarios, hijos legítimos del matrimonio entre el voto preferencial y la personalización de la política, se han independizado de las estructuras partidarias más rápidamente que en periodos anteriores y han sometido al actual Congreso a trance casi trágico.
Los componentes de esta etapa de la crisis de representación son dos. En lo externo, la crisis de legitimidad que coloca al Congreso ante respaldos mínimos y la crisis interna, que ha esterilizado al Legislativo al extremo de que las principales leyes aprobadas el año pasado fueron por iniciativa del gobierno.
El caso del bono de representación ha llevado la crisis a extremos; el Parlamento podría haber sido tomado por un grupo variopinto y pragmático que estaría tutelando a una Mesa Directiva débil. Este grupo se ha expresado en las palabras de José Luna Gálvez, actual presidente moral del Congreso, quien ha lanzado un desafío violento y peligroso a los ciudadanos: “Si quieren un buen Congreso páguenle bien, si no revóquenlo”, a sabiendas que ambas cosas no son viables ahora.
El Parlamento va camino a convertirse en la principal fuente de precariedad institucional y sus enemigos históricos ya han señalado entre dientes su alternativa clásica, es decir, cerrarlo. Esta opción antijurídica y golpista es todavía lejana, sobre todo porque el país disiente de ella y porque la sociedad no se encuentra como en el pasado presionada por los imperativos falsamente antagónicos de orden vs. la libertad. Sin embargo, vale la pena reseñarla como una alternativa porque corresponde a una visión de quienes consideran que es perfectamente posible una democracia sin Congreso si ya tenemos una democracia sin partidos.
La segunda opción es el de la cólera ciudadana, legítima pero con escasa perspectiva. Tendremos en adelante la exigencia de que todos los parlamentarios se vayan a su casa inscrita en las reivindicaciones sociales y en los programas políticos. Debe reconocerse, sin embargo, que desde hace 20 años el “que se vayan todos” es casi una realidad en el Perú, un país cuya tasa de reelección de parlamentarios (27%) es la más baja de América Latina, de modo que tres de cada cuatro congresistas elegidos son nuevos y eso no significa, necesariamente, que el Parlamento mejore.
El tercer escenario es el de la reforma democrática que debería estar en manos del mismo Parlamento que, dejando de lado su vocación suicida, tendría que abordar los cambios en el sistema político y de elección de representantes atascados desde el año 2001, particularmente la eliminación del voto preferencial, el financiamiento público de las campañas, las elecciones primarias obligatorias, la alternancia de género en las listas de candidatos, la renovación por tercios o por mitades y la reducción de los distritos electorales para hacer más directa la representación.
Es obvio que este Congreso no abordará por sí mismo esta reforma, de modo que la única salida es la gestación de una iniciativa ciudadana que haciendo uso de los mecanismos de participación política que la Constitución reconoce se dirija al pueblo y recabe de él adhesiones firmadas para presentar proyectos de reforma política en el Parlamento. Es cierto que ello tampoco garantiza que el Congreso se reforme; sin embargo, se habrá iniciado un camino de participación y movilización ciudadana que en el mediano plazo logre resolver la crisis de representación y nos devuelva un mejor Parlamento con congresistas más legítimos. En el horizonte esta es la única salida práctica, viable y democrática que por un lado ataje el empeño autoritario que está sembrando un cierre del Congreso en el largo plazo y, al mismo tiempo, permita un horizonte constructivo a la indignación ciudadana.

viernes, 4 de enero de 2013

Partidos, retorno a las regiones

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/partidos-retorno-las-regiones-04-01-2013
La República
La mitadmasuno
4 de enero de 2013
Juan De la Puente
Este año será preelectoral, a pesar de que las candidaturas a las elecciones regionales y municipales recién serán definidas en el primer semestre del 2014. Varios hechos convertirían estos meses en cruciales: el anuncio de la adopción de un mecanismo para concretar el financiamiento público de los partidos, los cambios a la Ley de Partidos y la probable alteración del número de firmas requeridas para la legalización de los grupos políticos. Esta etapa será también escenario de un debate mucho más dinámico sobre el conjunto de la reforma política.
En ese contexto convendría que los partidos nacionales celebren un pacto cuyo propósito sea retornar a las elecciones regionales y locales y no repetir el abandono de esta competencia como en las elecciones del 2006 y 2010. No habrá ninguna esperanza para la reconstrucción del sistema de partidos si junto con las normas que se proponen los partidos nacionales no concretan una firme voluntad de participación, competencia y presencia en el territorio de la República. La primera interrogante de cara a las elecciones regionales y municipales del 2014 es si se frenará la disolución de los partidos fuera de Lima.
El divorcio entre la política nacional y regional/local es creciente. En las elecciones del 2006, los partidos ganaron en 88 (45%) de las 195 provincias, en un proceso en que ya se advertía el avance de los movimientos regionales, los que se hicieron de 74 alcaldías provinciales (38%). En tanto que los movimientos provinciales ganaron 25 alcaldías (8%) y las alianzas electorales 18 (9%). Ese año los partidos nacionales todavía resistían en los distritos, ganando en 839 (51%) de los 1.615 donde hubo elecciones, en tanto que los movimientos locales y provinciales ganaron en 158 (10%), las alianzas electorales en 155 (10%) y los movimientos regionales en 463 (29%).
En las elecciones del 2010, los partidos retrocedieron notablemente, ganaron solo 53 de las 195 provincias, las alianzas electorales en 15, los movimientos locales en 26 y los movimientos regionales más que 100 provincias. Ese mismo año, los partidos solo ganaron en 489 distritos y los movimientos regionales en más de 1.000.
Es también evidente la debilidad de los partidos en los gobiernos regionales. En las elecciones del 2010, el Apra, Somos Perú y Acción Popular ganaron cada uno una región y Alianza para el Progreso 2. Las otras 20 regiones fueron ganadas por los movimientos regionales. No obstante, solo 2 de los presidentes regionales (La Libertad y Lambayeque) se relacionan con su partido nacional.
La necesidad de que los partidos pacten su retorno a las regiones y municipios, no implica una crítica descalificadora de los movimientos regionales. Algunos de ellos, como el de San Martín, para citar un caso, constituyen una vocación de partido regional. La mayoría, sin embargo, resume el mismo vicio caudillista de los partidos nacionales a lo que se suma una falta de visión nacional de la política. En otro ángulo, son élites y son nuevas en el poder regional y local, pero no en la política; sus líderes han pertenecido a partidos nacionales o participado en el proceso político y por tanto cuentan con experiencia previa. También debe repasarse la formación de mayorías. En las elecciones del 2002, solo en 3 regiones los ganadores superaron el tercio de votos. Las elecciones del 2006 y 2010 han ratificado esa tendencia conduciendo a la segunda vuelta regional.
La necesidad de un pacto para retornar el escenario regional y local es parte de la reforma política y va en una dirección distinta al reciente proyecto de ley presentado por el PPC para elevar el número de firmas requerido para los movimientos regionales. En una versión del perro del hortelano electoral, los partidos no pueden impedir la política regionalista si es que no se proponen un ejercicio nacional partidario. Sería riesgoso que la ley fomente un enfrentamiento entre política regional y nacional. En cambio, el camino para un acuerdo de participación está abierto.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Acabar con la maldición, ya

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/acabar-con-la-maldicion-ya-14-12-2012
La República
La mitadmasuno
14 de diciembre 2012
Juan De la Puente
El Ejecutivo ha remitido al Congreso el proyecto de ley N° 1779 que propone eliminar el voto preferencial en la elección de congresistas e incorporar la alternancia de género en las listas parlamentarias, regionales y municipales. Esta iniciativa se suma a otros proyectos que se debaten en la Comisión de Constitución del Congreso sobre estos y otros temas vinculados a la actividad partidaria. Tratándose de un proyecto del gobierno implica la toma de posición del oficialismo respecto de un tema capital de la reforma política y acerca al Parlamento y al país a una discusión fundamental sobre los partidos, el rol de las mujeres en la política y la calidad de la democracia.
La eliminación del voto preferencial es un desafío complejo. En países con sistemas de partidos fuertes crece la demanda por la supresión de las listas cerradas. En el Perú, sin embargo, el voto preferencial opera como una maldición del sistema político porque debilita a los partidos e introduce cada vez más dinero en las campañas electorales. La personalización de la política y la privatización de la representación no podrán ser revertidas o acaso atajadas si persiste este perverso mecanismo de elección.
Si fracasa la eliminación del voto preferencial tendremos democracia plutocrática para rato. El adjetivo suena paradójico pero desde 1985 el dinero personal es un elemento decisivo de la formación de la representación y en la últimas dos elecciones también el dinero privado/ empresarial. Por esa razón, será difícil, aunque no imposible, que la mayoría de los actuales parlamentarios, hijos del voto preferencial, respalden la supresión de este sistema. Es probable que los partidos organizados aprueben una decisión colectiva previo debate; sin embargo, debe anotarse que buena parte de los actuales legisladores ostentan el título de invitados, una especie de fichaje en una apreciable cantidad de casos debido a su poder económico, propio o prestado.
Se afirma que entre los resistentes a la supresión del voto preferencial se encuentran las 28 parlamentarias. Varias de ellas han señalado que la elección por lista cerrada implicará mayor postergación de género en el Parlamento. Se entiende esta postura sobre todo en el caso de esforzadas militantes de la política de trayectoria impecable en sus partidos y en la sociedad. Sin embargo, debe precisarse que el voto preferencial también redujo la presencia de mujeres congresistas y solo la aprobación de la ley de cuotas para las elecciones del año 2000 permitió incrementar el número de mujeres en el Parlamento. En esa medida, esta podría ser la oportunidad de superar la cuota de mujeres del 30% por la del 50%. En todo caso, en el debate no debería quedar la sensación de que la representación de las mujeres en los cargos de elección popular se garantiza debilitando a los partidos, en una dinámica género vs. partidos.
La eliminación del voto preferencial y la conservación del principio de la alternancia no es la única medida de reforma política. En este punto, inclusive, algunos especialistas recomiendan que se conviertan en obligatorias las elecciones primarias en los partidos, organizadas por la ONPE (Fernando Tuesta) y se adopten normas que impidan el abuso de las cúpulas partidarias y garanticen los derechos de los militantes. Entre las medidas necesarias y urgentes también se encuentran la reposición del Senado, el financiamiento público de los partidos, el cambio en los distritos electorales y la reducción de la fragmentación en el ámbito local. Sin embargo, estos cambios pueden empezar por lo que ahora asoma como lo real y posible.
Al abrirse este debate, por primera vez en 20 años, es conveniente que la discusión no se limite al Parlamento. Es una oportunidad valiosa para que la sociedad civil y particularmente los medios de comunicación demuestren que junto a las críticas a los políticos existe un fuerte compromiso por la reforma. Importan los partidos porque importa la política.

viernes, 26 de octubre de 2012

Poco fragmentados y poco volátiles

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/poco-fragmentados-y-poco-volatiles-26-10-2012
La República
La Mitadmasuno
26 de octubre de 2012
Juan De la Puente
La reciente investigación del JNE, “Mapa Político Electoral del Perú” (INFOgob Jurado Nacional de Elecciones 2012), contiene valiosa información sobre algunos elementos considerados inherentes a la crisis de los partidos y de la representación, que podrían modificar algunas percepciones arraigadas que explican la situación actual. La mayoría de estas señalan que el sistema político peruano presenta una creciente fragmentación electoral y una alta volatilidad como resultado de una supuesta excesiva apertura del sistema y de la precariedad de las instituciones partidarias.
Los datos de la investigación relativos a regiones, provincias y distritos advierten que los fenómenos de fragmentación y volatilidad no son, en general, ni definitivos ni pronunciados, y en la mayoría de territorios se presentan con escasa relevancia. Sobre la fragmentación, es decir, la medida en que los votos de los electores se dispersan entre varias acciones políticas, solo 10 de las 25 regiones incrementaron consecutivamente el número de listas en las elecciones regionales, siendo los casos más pronunciados los de Puno, Áncash e Ica. Según el estudio, el Número Efectivo de Partidos (NEP) por regiones se mantuvo entre 5 y 6 en las tres últimas elecciones de ese nivel de gobierno. Apreciada la fragmentación en detalle, el 2002 solo Ayacucho presentó una alta fragmentación, el 2006 Puno y el 2010 Lima y Puno.
En el ámbito provincial la fragmentación aumentó entre las elecciones del 2002 y 2006 en 61 provincias (31%) pero disminuyó en 133 (69%). Asimismo, entre el 2006 y 2010 aumentó en 95 provincias (49%) y disminuyó en el otro 51% de ellas. En el ámbito distrital, la mayoría estuvo compitiendo entre 3 y 6 grupos políticos en cada elección, por lo que este nivel de gobierno presenta una baja fragmentación electoral. En este ámbito entre el 2002 y 2006 la fragmentación aumentó en 511 distritos (31%) pero disminuyó en 1123 (69%). Igualmente, entre el 2006 y 2010 aumentó en 709 distritos (43%) y disminuyó en el 57% restante.
Otro factor que se presume asociado a la crisis de partidos y de la representación es la volatilidad electoral, entendida como la modificación de las preferencias electorales de una elección a otra. Según el informe, las regiones ligeramente más volátiles son Ica, Moquegua y Tacna. En el nivel provincial, en las elecciones del 2006 la mayoría de provincias presentó una baja volatilidad, al igual que el 2010. En relación a los distritos el 2006, 1377 distritos (84%) tuvieron una volatilidad bastante baja y solo 109 distritos, el 6%, registraron una volatilidad absoluta, pues ninguna de las agrupaciones políticas que participaron en las elecciones del 2002 lo hizo nuevamente en el 2006. Para el 2010 se incrementó el número de distritos con mayor grado de volatilidad, aunque 1173 (71%) se encontraron en el nivel más bajo y 131 (8%) en el nivel de volatilidad absoluta.
Estas constataciones muestran a un país con algunos territorios fragmentados en un proceso decreciente; estos territorios son los menos, con lo que este elemento de la crisis de los partidos y de la representación se relativiza notablemente. Es obvio que se precisa un análisis más detallado de las regiones y municipios donde la fragmentación es alta y permanente, aunque es evidente que nos encontramos frente a un fenómeno que no podría ser considerado como una tendencia nacional e irreversible.
Sucede lo mismo con la volatilidad, donde los registros extremos son escasos al punto de no superar el 10% del total de distritos e igualmente bajo en provincias y regiones. Esta realidad no desmiente la precariedad de la oferta política pero permite apreciar que la desafección de los ciudadanos frente a los elegidos se expresa con distinta incidencia y que es muy probable que en la mayoría de provincias y distritos del país se están encontrado mecanismos de sustitución de los liderazgos partidarios nacionales por elites locales más resistentes a la pérdida de legitimidad.

martes, 31 de julio de 2012

El cambio, sin líderes

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-cambio-sin-lideres-31-07-2012
La República
La mitadmasuno
31 de julio de 2012
Juan De la Puente
La reciente edición de la revista Argumentos (año 6 N° 3, julio 2012) trae un notable artículo del politólogo Alberto Vergara (Alternancia sin alternativa: ¿Un año de Humala o veinte años de un sistema?) que pone sobre la mesa el bloqueo del cambio desde una razón más allá de la voluntad política. Aduce que un férreo sistema sustentado en la Constitución de 1993 y en el modelo económico neoliberal se ha reproducido durante 20 años, desde Fujimori hasta Humala, a través de mecanismos muy propios que solo han podido tener éxito por tres razones: por el exitoso crecimiento económico, por la precariedad de la llamada clase política y por el fortalecimiento de los poderes no elegidos, para ser más específicos la tecnocracia y los poderes fácticos. En la perspectiva de Vergara, este modelo/sistema estaría llegando a su fin con algunos rasgos que lo anuncian como la persistencia de los conflictos, la falta de capacidades de los políticos nacionales y regionales y el alto nivel de las inversiones pendientes en disputa.
La visión del marco fujimorista de los noventa, que preside la democracia actual y relativiza sus contenidos, no es nueva. Sí lo es, en cambio, introducirse en dos realidades poco abordadas; la primera, la relación entre la tecnocracia, que este sistema ha producido con los poderes fácticos y los vínculos profesionales antes y después de las incursiones tecnócratas en los cargos públicos. La segunda, es la precariedad de la mayoría de los políticos en el poder, incluyendo en esta a los llamados independientes, carentes también en gran parte de capacidades públicas esenciales. Así, los fracasos ministeriales se han dado sin distinguir la militancia.
Tomando la política por delante es muy útil reparar en el perjuicio que ocasiona la liquidación del sistema de partidos. Sin reforma política tendremos más precariedad, más fragmentación y menos liderazgo. Este tema subordina el cambio no solo a la voluntad sino también a las capacidades. Interpela a quienes levantaron desde la sociedad un programa de cambio social con actores precarios y sin reforma política liberal, y coloca a la democracia en un círculo vicioso: no hay cambio porque no hay liderazgo y voluntad, pero la crisis tampoco permite emprender la reforma. Un caso sintetiza este bloqueo: los parlamentarios hijos de voto preferencial se resisten a cancelar este perverso sistema.
Los círculos viciosos de esta dimensión solo se rompen con el movimiento, la única fuerza que en la historia ha derrotado al determinismo y creado nuevos liderazgos. Podría ser que luego de tres victorias electorales que ofrecieron el cambio sin concretarlo el agotamiento del modelo de los años noventa nos traiga a casa la colaboración entre fuerzas sociales que construyan un largo proceso de reivindicación exitosa de la política y de los líderes.
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El texto de Alberto Vergara (aquí).

jueves, 23 de febrero de 2012

Gestores y gestantes

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/gestores-y-gestantes-23-02-2012
La República
La mitadmasuno
23 de febrero de 2012
Juan De la Puente

El Programa Gestores para el Desarrollo Local creado recientemente por el Parlamento es sometido a una dura crítica desde fuera y dentro del Congreso tanto por la presunta politización de sus actividades como por la falta de información sobre sus integrantes. La controversia generada por algunos gestores nada indicados para hablar a nombre del Parlamento y la áspera discusión que se opera entre los congresistas, los gestantes del proyecto, impedirán por ahora debatir el agudo problema relacionado a este proyecto: la crisis de la función de representación del Parlamento y de cada congresista.
Aun así algunas ideas. Desde 1980 el Congreso se enfrenta a la demanda de los electores para gestionar decisiones del Estado, principalmente del gobierno, más allá de las leyes. En el acto de elección de un parlamentario existe un invisible contrato que obliga al elegido, principalmente el de “provincias”, a realizar esfuerzos por llevar a sus poblaciones de origen obras y beneficios que deben ser arrancados a un Estado lento, centralista y egoísta, una “cláusula necesaria y justa” que figura en otros textos constitucionales (la 8ª Sección del Artículo Uno de la Constitución de EEUU, por ejemplo) pero que la deficiente redacción del artículo 102° de la nuestra lo convierte en casi etérea.
Los parlamentarios no tienen iniciativa de gasto pero sí de gestión; de hecho la baja tasa de reelección del Parlamento peruano se debe, entre otras razones, a la rápida pérdida de legitimidad de los elegidos. Presionados por esta demanda, desde el 2001 el Parlamento ha innovado funciones: ha instalado una Comisión de Defensa del Consumidor, módulos para denuncias y oficinas en las regiones; ha realizado audiencias descentralizadas, instalado brevemente un Foro Agenda Legislativa con la sociedad civil (M. Cabanillas), realizado reuniones bipartitas en las regiones (J. Velásquez) y establecido la semana de la representación (D. Abugattás). Ahora mismo, el mayor tiempo de un parlamentario laborioso se invierte en la atención de sus electores y en la gestión de sus demandas.
La crítica respecto a que el Legislativo no puede reemplazar al Ejecutivo debe ser analizada bajo la perspectiva del papel que debe cumplir el Congreso en el desarrollo y en la descentralización del país, tomando en consideración que la representación parlamentaria es, al mismo tiempo, individual y de bancada. En ese sentido, el Parlamento debe darle cara a la función de representación y canalizar el afán individual de sus miembros; es paradójico que los lobbies accedan más fácil y eficazmente al Parlamento que los alcaldes, presidentes regionales o líderes sociales. Ante la imposibilidad de modificar la Constitución para favorecer la función de representación quedan mecanismos de emergencia: el control político, la Estación de Preguntas y los pedidos en mérito del artículo 96° de la Constitución, entre otros.


jueves, 12 de enero de 2012

Revocatoria, política y derecho

La República
La Mitadmasuno
12 de enero de 2012

Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/revocatoria-politica-y-derecho-12-01-2012


Se registra un debate confuso sobre la revocatoria de la alcaldesa Susana Villlarán. Para algunos, no debería proceder porque la iniciativa está marcada por el odio ideológico y la revancha; para otros, la razón principal reside en la pretendida ineficiencia de la alcaldesa, la que, en defensa de Lima, debería ser echada. Una tercera visión dice que a pesar de los propósitos, la iniciativa es legal.
Un primer ámbito, el jurídico debería ser intangible. La revocatoria es, sobre todo, un derecho reconocido en la Constitución; su existencia enriquece los derechos políticos, particularmente el de sufragio y otros conexos como el de demandar al poder. Incorporado en el texto de 1993 (artículos 2° inciso 17 y 31°) amplía el alcance del artículo 64° de la Constitución de 1979 con mecanismos de democracia directa y de participación.
El derecho de participar en los asuntos públicos asume tres formas: Derecho de elección, democracia directa (referéndum, iniciativa legislativa y revocación de autoridades); y de participación ciudadana (rendición de cuentas). La Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos precisa que son derechos de participación la iniciativa de reforma constitucional y de leyes, y de referéndum, y que son derechos de control, la revocatoria y remoción de autoridades y la demanda de rendición de cuentas.
Allí reside el ámbito político de la revocatoria; opera como una forma de control político ciudadano y colectivo, un mecanismo de censura en la misma dirección de otras censuras, como la parlamentaria. Esa naturaleza obliga a un procedimiento, en este caso las firmas, pero el asunto de fondo es el cuestionamiento político a la autoridad y su rechazo a ella, motivado aunque no necesariamente probado.
El derecho reconocido y el control que de él nace, como contenido del principio de la representación, es criticado por quienes absolutizan su condición de democracia directa y se sienten satisfechos solo con la democracia representativa, aunque la revocatoria es también criticada por quienes sostienen que es una evidencia que el sistema político peruano es demasiado abierto. Este es un debate sano, aunque parece difícil oponerse a la revocatoria obviando a sus “hermanas”.
También es cierto que la revocatoria contra Susana Villarán pone sobre la mesa, más que el derecho mismo, el uso de este por facciones conservadoras de la sociedad, liderazgos sociales resentidos y negociantes ávidos de ganancia. Es por ello, una buena noticia que el esfuerzo de los revocadores haya tensado las fuerzas que respaldan a la alcaldesa y, paradójicamente, ayudado a esta a mejorar tanto su gestión como su perfil público. Podría ser el germen de un movimiento que defienda el derecho de quienes vivimos en Lima a construir una ciudad donde mande la gente.

viernes, 28 de octubre de 2011

El ghetto partidario

La mitadmasuno
La República
27 de octubre de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-ghetto-partidario-27-10-2011

Se acaba de presentar un proyecto para reformar la Ley de Partidos Políticos que eleva el número de firmas para la legalización de una organización política. De aprobarse la iniciativa, se necesitarán no menos de 760 mil firmas, es decir, el 4% del padrón electoral, para la inscripción legal de un partido. La medida estira la arbitrariedad de un cambio anterior, realizado a hurtadillas el 2009, cuando se fijó en 3% del padrón las firmas requeridas, es decir, 570 mil.
Los motivos que expresa el proyecto Nº 406/2011 son sinceros: que a la fecha se han vendido 300 kits electorales a grupos que aspiran a legalizarse. Declara que el propósito es evitar la fragmentación y, de paso, fortalecer el sistema de partidos.
Si se aprueba la norma no se lograrán esos objetivos porque aborda el problema sin una visión de reforma integral de la Ley de Partidos. Al contrario, suena como el inicio de una contrarreforma para cerrar a patadas el sistema de partidos en lugar de renovarlo. Paradójicamente, no toca el tema de fondo que está en la base de los casos denunciados y que evidencian que el problema reside principalmente en la formación de la representación más que en el acceso al sistema.
En todo caso, si el tema es la pertenencia al sistema, las firmas son menos relevantes que otros factores que podrían tomarse en cuenta, como los requisitos para quedarse en el sistema, es decir, el porcentaje de votos obtenidos o la cantidad de parlamentarios elegidos. Si aprueba el proyecto volveríamos a finales de los años 90. Las 300 mil firmas requeridas entonces dejaron sin competencia a los grupos aluvionales faltos de identidad y arrinconaron a los partidos.
La participación política en el Perú es afectada tanto por la fragmentación como por la dispersión. Con la fragmentación se tiene muchos partidos (aunque no son demasiados para la media de A. Latina), pero con la dispersión se tienen varias versiones de izquierda, derecha y centro. Elevar el número de firmas sería construir un ghetto partidario, inalcanzable pero no por ello respetable y legítimo.
Es preciso debatir cuán cerrado o abierto es el actual sistema pensando en los ciudadanos más que en las elites, especialmente aquellas que pueden “invertir” en la legalización de un partido. La idea básica es que los ciudadanos están subrepresentados, con una relación representante versus elector muy baja. Si a ello se suma un ghetto de elegibles, iríamos en retroceso.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La Mitadmasuno
La República
22 de setiembre 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/22-09-2011/la-otra-inclusion

De los casi 250 proyectos de ley presentados al Congreso desde el inicio de la legislatura, solo once abordan la reforma política, una demanda explicitada en los últimos procesos electorales recientes y reclamada por el nivel alcanzado por la crisis de representación. De las presentadas, algunas se refieren a la modificación del artículo 41° de la Constitución, sobre la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción de funcionarios públicos, propuesta por varias bancadas y dictaminada esta semana; una a la reinstalación de la bicameralidad, planteada por el PPC; otras dos a la prevención del transfuguismo, propuestas por el PPC y la coalición PP, AP y Somos Perú; y otra, patrocinada por Yehude Simon, que propone modificar el Reglamento del Congreso para obligar a los parlamentarios a presentar una declaración sobre los intereses a los que están o estuvieron vinculados.
Las preguntas están planteadas. ¿El período de cambios iniciado incluirá la reforma política? ¿Si fuese el caso, las iniciativas vendrán del Ejecutivo o del Congreso? ¿Habrá en este ámbito más interés del oficialismo o de la oposición? Estas, sin embargo, están precedidas de otras dos inquisiciones. La primera consiste en saber en qué medida serían exitosos los cambios en la perspectiva de la equidad y la universalización de derechos que no se acompañen de medidas para la otra inclusión, es decir, la pertenencia de los ciudadanos a un régimen político que represente sus intereses y que les permita participar eficazmente en las decisiones y los procedimientos de los asuntos que les competen.
En esa dirección, la Ley de Consulta Previa es un gran paso, pero también esperan una toma de posición, la reforma integral de la Ley de Partidos, la eliminación del voto preferencial, la instalación del voto voluntario, el incremento de la cuota de género, los cambios en las circunscripciones electorales y en los procesos de revocatoria y rendición de cuentas, entre otros. Interesa saber, sobre todo esto, los límites institucionales de toda reforma que deje intangible la política.
La segunda inquisición se refiere a las consecuencias de la omisión de la reforma política, es decir, el desarrollo de fenómenos como la liquidación del sistema de partidos y la fragmentación de la representación. Podría suceder un efecto similar a las relaciones entre política y economía. Recuérdese que más de uno decía que no importaba la mala política si había buena economía.