Mostrando entradas con la etiqueta crecimiento económico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crecimiento económico. Mostrar todas las entradas

lunes, 5 de agosto de 2019

Las ideas frías

https://larepublica.pe/politica/2019/07/12/las-ideas-frias/
La República
La mitadmasuno
12 de julio de 2019
Por Juan De la Puente

Debe reconocerse que la única propuesta, en blanco y negro, que propone reactivar la economía es la presentada por la CONFIEP y que a la fecha no se tienen sobre la mesa propuestas integrales de los otros gremios empresariales, de los sindicatos y centros de investigación, de modo que esta es la primera vez, quizás desde 1980, en que una situación difícil de la economía no es respondida con una batería de planteamientos razonados.
Sorprende que esta sequía alcance a los partidos cuyas direcciones no pueden quejarse ahora de la falta de recursos para realizar investigaciones y participar con ellas en el debate público. Buena parte los grupos que mantuvieron su inscripción legal luego de las elecciones de año 2016 recibe financiamiento público para este tipo de pesquisas o foros de análisis y sistematización, así que entre los años 2017 y 2018 recibieron casi 30 millones de soles. El problema es que, según los datos conocidos, no han podido gastar esos recursos. Cómo estará la economía que hasta los partidos tienen problemas de ejecución.
Que el enfriamiento de la economía vaya de la mano del enfriamiento de los programas en materia de economía no es una casualidad. A este efecto concurren.
1) La desactivación de la discusión de política económica como resultado de la crisis de las instituciones y los procesos anticorrupción, que han ocupado el espacio público por casi 3 años;
2) El retroceso del pensamiento heterodoxo por varias razones, especialmente dos, la desmembración de equipos y el efecto pedagógico del desastre venezolano (tan fuerte que impide reivindicar los aciertos de la experiencia boliviana);
3) El desperdicio de la evidencia macro y micro, inclusive de aquella que puede servir de acicate a cambios sectoriales y globales; y
4) El triunfo de la tecnocracia en la pugna por el control del Estado, que relativiza las ideas y las reemplaza por el eficaz funcionamiento de las puertas giratorias.
Se constata una brecha entre la evidencia y la política pública. Nunca como ahora se ha tenido tanta demostración respecto al comportamiento de los consumidores, el mercado y la inversión. Nunca también ha servido de tan poco. El nuestro es un caso especial donde los mapas no sirven para el cambio.
Hemos pasado de la complacencia por el crecimiento a la contemplación de las fallas del modelo, dominados por la cultura de la infalibilidad de este, y que solo es alterado por reacciones violentas, como cuando el ministro de Justicia propuso la creación de una empresa estatal de aviación. El país que se niega a debatir sobre economía, y reacciona con interjecciones, es el mismo que recibe la más importante inversión extranjera de empresas… estatales.


Es obvio que no se trata de volver al pasado. En ningún sentido. Un país que ha reducido 36 puntos de pobreza en 18 años de democracia y ha generado crecimiento y distribución, necesita seguir creciendo y transformando. Para ello, sin embargo, deberíamos recuperar el pensamiento crítico respecto de la economía y producir una batalla por el cambio y la innovación. No deberíamos esperar a la campaña electoral del año 2021 para destrabar los programas, salvo que creamos que, en materia económica, este es un quinquenio ya perdido.

Ha concluido el primer tiempo

https://larepublica.pe/politica/2019/07/05/ha-concluido-el-primer-tiempo/
La República
La mitadmasuno
5 de julio de 2019
Por Juan De la Puente

Los datos sobre el crecimiento y la evolución de algunos sectores devuelven la economía a la centralidad, en una importancia que quizás no tuvo desde el bajón de hace 10 años. En la agenda se encuentra la necesidad de la reactivación en un registro distinto al de los últimos años: es indesligable del proceso político, especialmente de las reformas que se impulsan con timidez, en un contexto de debilidad de los actores de la política económica. También en este aspecto de la agenda pública la posibilidad del cambio está trabada. El Gobierno ha llegado a una frontera en el manejo de la economía. No es solo el déficit en la ejecución de la inversión pública. Es al mismo tiempo dirección, liderazgo, eficacia y vocería, y una larga lista de limitaciones, inicialmente auto impuestas como omisiones, que han mutado a falta de iniciativa y sensibilidad.
Es cierto que el Gobierno aún se ve beneficiado del link que ha logrado entre corrupción y reforma, y a ello se debe la recuperación de la aprobación presidencial, aunque se abre paso con alguna lentitud, pero sin pausa, otro link entre malos resultados económicos y gobierno.
La tendencia es a la apertura de un frente extraparlamentario en la batalla por el buen gobierno, y es la CONFIEP la que ha tomado la iniciativa de la presión por el cambio. Ha logrado organizar un memorándum en el que sobresalen principalmente demandas, y menos una propuesta de programa. En eso reside su primera restricción, en que carece de una visión de país y por ello no ha podido engarzarse con otros sectores de la economía y la sociedad.
A pesar de ello, de cara a su mensaje a la Nación del 28 de julio, el presidente Vizcarra se encuentra presionado para cerrar la brecha que se abre entre el reconocido liderazgo entre las reformas de la política y la justicia, y las malas noticias en la economía. De cómo se encare esta brecha dependerá el sentido de su legado. A dos años del término de su mandato, ese legado no se ha cerrado.
La coyuntura crítica peruana está cambiando; la agenda pública se complejiza y se hará más densa cuanto más cerca se encuentre el año 2021. El primer tiempo de este partido fue el ciclo reforma/anticorrupción, y no hay manera de que el segundo no sea reforma/anticorrupción/crecimiento.
Solo que este segundo tiempo es extremadamente desafiante, porque implica promover un nuevo consenso económico –el que tuvimos se acabó en el gobierno de Humala- que ya no puede ser el consenso noventero que trasluce el memorándum de la Confiep (please, leer los informes de la OCDE para el Perú). Es cierto que el Perú no puede renunciar al crecimiento, y esa es la primera letra de la agenda económica, y que precisa de más inversión, pero también de más demanda, innovación tecnológica, productividad, diversificación productiva, servicios, regulación, derechos y transparencia público-privada.

El país reclama una nueva hoja de ruta económica para recuperar la confianza y un crecimiento estable, más alto que el promedio de los últimos años. Este horizonte necesita un nuevo contrato entre política económica y política social. En un cuadro de debilidades múltiples, es lo primero que hay que destrabar.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Derechas, tecnocracia y proyecto político (I) y (II)

http://larepublica.pe/politica/1107025-derechas-tecnocracia-y-proyecto-politico-i
Derechas, tecnocracia y proyecto político (I)
La República
La mitadmasuno
6 de octubre de 2017
Juan De la Puente
Se hace bronco el debate sobre si gobierna la derecha o la izquierda, o si hay más tecnocracia o política en el gobierno actual. La primera discusión es planteada por columnistas empresariales que no reconocen a PPK como suyo, y el segundo propuesto por liberales interesados en recuperar la política, acusados curiosamente de socialistas.
La disyuntiva tecnocracia/política es parte del debate de la reforma institucional; a ella me referiré luego, adelantando que la segunda le debe mucho a la primera. Por ahora, no imitaré a los columnistas que creen que hay una sola izquierda, y que toda ella es chavista. En cambio, creo que entre varios cortes y fracturas se aprecia por lo menos dos grandes grupos en la derecha, una empresarial en búsqueda de un proyecto político, y la otra, una derecha partidista-social, intensamente conservadora, sectaria y audaz, con una estrategia en curso para unificar discursos y copar espacios.
El debate de las opciones políticas empresariales no puede encararse desde la negación de sus intereses y el ejercicio fáctico del poder. El rasgo de fondo de este sector es su crisis de identidad que lo ha llevado a no sentirse satisfecho con PPK y el fujimorismo. Irredenta, se ha visto sacudido por el fin del consenso económico garantizado por el crecimiento, y el estallido de la esfera política de nuestro neoliberalismo.
Este sector cree que el sistema necesita cambios, esencialmente la mejora la competitividad, la formalidad y la productividad y procesa un acercamiento saludable a la reforma política y la búsqueda de un proyecto político.
No es sin embargo homogéneo, y cobija segmentos con discursos políticos fuertes y exitosos: los pesqueros, exportadores, constructores e industriales. La idea de hacer grande el Perú desde el mar, la pesca y el consumo de pescado podría parecer simple, pero es eficaz, imbatible y movilizadora, como demuestra el reconocido despliegue de ese sector en el reciente Niño Costero. Luego, la alta legitimidad social de los tratados de libre comercio, incluso los más polémicos, hace viable la apertura de mercados como parte ineludible de nuestro desarrollo. Y no se diga del proyecto constructor que propugna el desarrollo como equivalente de obra física y extensión de servicios a los pobres, que ha permeado la política; o del discurso político nacionalista de la industria, el más reconocido socialmente, que llevó hace 20 años a la Sociedad Nacional de Industria (SIN) a salir de la CONFIEP.
El resto carece de discurso eficaz. De estas ausencias, la que más llama la atención es la del sector minero, el más fuerte en volumen e incidencia. Desde hace 15 años se bate a la defensiva, con un discurso de batalla, con pocos aliados y muchos errores. Podría decirse que esta ausencia de discurso es el resultado histórico del extractivismo puro y duro jaqueado por cientos de conflictos sociales; pero, es más, es la falta de una opción integradora y nacional a pesar de la presencia de enclaves extractivos que operan en códigos modernos en varias partes del país.
En esos enclaves (ver las tesis de José de Echave sobre conflictos de convivencia) el eje del cambio hacia un discurso moderno de la empresa son los derechos. No es nuevo; en países emergentes o de renta media con brechas sociales significativas, los derechos y esencialmente la universalización de estos son la base del Estado de Bienestar (suena así la promesa de la OCDE ¿no?) en auge desde la primera mitad del siglo XX.

Esta relación entre empresa y derechos no pasa exclusivamente por la Responsabilidad Social Empresarial (RSE); es la política en estado sólido, una necesidad extrañamente rechazada por tendencias radicales de derecha o izquierda. Por ejemplo, una frase del Defensor del Pueblo sobre que sin crecimiento económico los DDHH no son reales para todos, fue duramente criticada como si los derechos, especialmente los de segunda generación, no están condicionados a políticas públicas financiadas exitosamente, y no declarativas.

http://larepublica.pe/politica/1109639-derechas-tecnocracia-y-proyecto-politico-ii
Derechas, tecnocracia y proyecto político (II)
La República
La mitadmasuno
13 de octubre de 2017
Juan De la Puente
El debate sobre si gobierna la derecha o la izquierda, o si hay más tecnocracia o política en el actual gobierno es respondida por la derecha negando que este gobierno sea suyo y por una crítica mayoritaria a los técnicos. Como a los partidos en los años 90, está de moda tirarle tomates a la tecnocracia.
El balance de su rol en los últimos 26 años es complejo, pero una conclusión realista es que la política le debe a la tecnocracia más que esta a aquella. Es cierto que parte del balance es la feroz estabilización (1990-1994), la aplicación del modelo neoliberal sin derechos (1992-1995) y el silencio cómplice y en algunos casos la participación en el esquema de la corrupción (1990-2000).
No obstante, también es parte de su legado la formulación de diseños públicos de primera y segunda generación; la creación de una política social especializada en el delivery que trasciende de la focalización a la universalización; y la democratización de los proyectos para la gestión de territorios, la descentralización, la expansión de la infraestructura hasta en los distritos y comunidades más lejanas. Que alguien sensato sostenga que en el crecimiento ininterrumpido del período 2001-2016 no hubo un claro protagonismo tecnocrático.
La tecnocracia como imagen de lo limeño es un error de perspectiva, una falla centralista del teodolito que analiza lo público. Las regiones y municipios están poblados de miles de tecnócratas que sostienen hoy mismo la descentralización a pesar del colapso de las elites regionales. En más de un departamento o provincia, ellos son el núcleo de la élite local.
Las tres grandes reformas del período 2001-2016 –la descentralización, la carrera magisterial y la distribución dirigida de los resultados del crecimiento– se hicieron y se gestionan con la tecnocracia en primera línea. En mi caso, que dirigí el primer grupo de elaboró el modelo del programa Juntos, siento que esta iniciativa no hubiese sido posible sin ese decisivo concurso.
Se acusa a los tecnócratas de ser pragmáticos, y lo son; pero no son más los políticos, que en los últimos 4 procesos electorales nacionales tercerizaron la elaboración de sus planes de gobierno atrayendo a núcleos tecnócratas y confiándoles cuotas de poder sustantivas ya en el gobierno, dando lugar a una variedad de tecnocracia, la tecnopolítica. De los 23 ministros de Economía y Finanzas desde 1990, solo dos pertenecieron orgánicamente al partido de gobierno.
Esta relación se ha transformado. De la idea de “los técnicos se alquilan” se ha pasado a la de “los políticos se prestan a los técnicos”. PPK y su pequeño partido expresan el inicio de ese tránsito, la toma del poder por la tecnocracia. Nada más heterodoxa que la tecnocracia de estos días.
¿Son promiscuos los técnicos? No más que la mayoría de políticos, si se revisa la composición de la representación nacional y regional, a excepción de AP, el Apra y algunos grupos de la izquierda. ¿No hacen política los técnicos? No, aunque esa práctica escasea también en la llamada partidocracia, la nueva y la tradicional, salvo que se llame “política” al espectáculo que vemos todos los días.
Es incómoda la tercera pregunta: ¿se parecen lo técnicos a los actuales políticos? En varios aspectos sí, aunque los segundos exhiben en promedio un déficit de competencias. Nunca como ahora ambos espacios expresan coaliciones de independientes, de lejos más organizadas las segundas.
Los límites esa tecnocracia son las urgencias institucionales que hacen crujir el sistema. En ese punto es crucial el agudo apunte de Carlos Vergara respecto a que estamos administrados y no gobernados. Ese límite se lee como el temor a acometer la nueva etapa de la democracia peruana, para que entregue derechos, reordene la descentralización, y cambie el Estado para acorralar a la corrupción. Para efectos de esta exigencia, la tecnocracia cree que la tierra es plana y no se atreverá más allá de los mares cercanos. Claro, tampoco lo harán los actuales políticos, pero eso es materia de otra nota.