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lunes, 5 de agosto de 2019

Reforma acotada y sin libreto

https://larepublica.pe/politica/1479069-reforma-acotada-libreto/
La República
La mitadmasuno
31 de mayo de 2019
Por Juan De la Puente

La Cuestión de Confianza (CDC) planteada por el Gobierno al Congreso es, para efectos de este período, un acto obligado de los actores principales de esta transición trunca. A este acto, ellos van forzados, casi a rastras, desprovistos de las capacidades para un combate mayor. Sin esta escena, para ellos no habrá 2021. Aquí unas notas cortas:
1.- El Gobierno. No tenía otra opción, so pena de perder los apoyos que hacen buena parte de la aprobación que mantiene el presidente Vizcarra. Además, la negativa del Congreso a acusar al fiscal Chávarry fue una provocación demasiado altisonante como para que el Gobierno aguardara en silencio alguna novedad de la reforma política que compensara la impunidad.
2.- ¿Gana el Gobierno con la CDC? Quizás pierde menos de lo que hubiese perdido si no lo proponía, considerando que le quedan dos años de gestión. Pero hay dos anotaciones más: la aprobación de la confianza no garantiza que la reforma sea aprobada, mientras que la desaprobación implicará una batalla política y electoral de la que saldrá un Congreso que funcionará 20 meses, sin que sea seguro que apruebe la reforma. En cualquier caso, el premier Del Solar tiene la oportunidad de construir un legado, incluso si es derrotado.
3.- El fujimorismo. Tampoco quería la CDC. Deseaba proteger a Chávarry (ahora le llaman blindaje), pero no a costa de ser puestos en evidencia y derrotados, como lo será de todas maneras si vota por la confianza o si se opone a ella. Hay en Fuerza Popular una identidad tanática que no se explica solo por la actitud de la Comisión de Constitución, o parece que se ejecuta un manual para alejarse del poder en pocos pasos.
4.- La calle. La CDC es un llamado de la sociedad, aunque mínimamente movilizada. De eso que no haya duda, con cargo a confianzas y desconfianzas posteriores. La pobre calle, ninguneada luego del último servicio prestado en enero, para la destitución de Chávarry, ha terminado de autonomizarse y se maneja por ahora en dos velocidades, una donde resurge el “que se vayan todos” y “Asamblea Constituyente”, y la otra que reclama cambios mínimos, pero cambios al fin.
5.- Derecha e izquierda. El juego de la elite cambiará de registro. La sociedad conservadora será llamada a respaldar una cruzada contra Vizcarra en caso se disuelva el Congreso y se convoque a elecciones parlamentarias lo cual radicalizará aún más a la derecha peruana. La izquierda, una parte de la cual tampoco cree en la reforma política, tendrá la oportunidad de hablarle al país y dejar de hablarse entre sí, aunque no se sabe si participará en las elecciones para el Congreso de 20 meses.

6.- Sin coalición. Queda poco margen de acción en los espacios institucionales. Es cierto que se ha frenado la dinámica en la que los detentadores del poder tanteaban el terreno, jugando varios juegos sin salida: el juego del debate de los cambios menos importantes; el juego del pacto dentro del Congreso; el juego del pacto Ejecutivo-Legislativo; y el juego del desafío mutuo (ahora le llaman pechar, como en las prisiones). Es cierto que tendrán que jugar otro juego y encarar cambios que no deseaban, acotados y sin libreto, sin una coalición reformista. Sin ella, sorry, toda reforma será muy limitada.

sábado, 2 de julio de 2016

Nuevo dilema, pacto o proyecto

http://larepublica.pe/politica/777701-nuevo-dilema-pacto-o-proyecto
La República
La mitadmasuno
17 de junio de 2016
Juan De la Puente
El Perú no tendrá un gobierno de coalición entre los que ganaron y perdieron la segunda vuelta. No tendrá un gobierno minoritario sobrellevado por la mayoría parlamentaria fujimorista. Y tampoco tendrá un gobierno respaldado por los otros grupos que perdieron en la primera vuelta, a excepción quizás de Alianza para el Progreso.
La futura gobernabilidad es hasta ahora una adivinanza cuya respuesta empieza apenas a elaborarse, un modelo a organizarse hasta que se constituya el gabinete y acuda al Congreso a reclamar el voto de confianza. En el proceso destacan por ahora tres elementos: 1) Fuerza Popular ha empezado a dejar de poner condiciones para el diálogo; 2) El Frente Amplio no será parte del gobierno y es probable que pasa a la oposición en el primer tramo del partido; y 3) sobran mediadores y bisagras para los pactos arriba/arriba.
El temor respecto de una cerrazón inicial del fujimorismo, que haga débil el inicio del gobierno de PPK, se ha conjurado en parte. Un simple saludo en pocos días entre el Presidente Electo y Keiko Fujimori podría no resolver ningún contenido por ahora pero habrá desbloqueado el proceso político.
En adelante, el gobierno que se instalará el 28 de julio puede tener ante sí hasta cuatro alternativas para procesar consensos: 1) el acuerdo de “líneas rojas”, una especie de pacto expreso sobre grandes temas públicos, luego de lo cual cada grupo tendría vía libre para oponerse o aprobar el resto; 2) la colaboración “llave en mano”, es decir, la delegación de facultades para políticas de inicio de gestión que podrían referirse a los temas sobre los que trabaja actualmente el equipo de PPK (reactivación y formalización, anticorrupción, seguridad e inversión social); 3) la colaboración “express” sobre temas específicos, puntuales y de consenso rápido; y 4) el consenso “a palos”, es decir, los acuerdos alcanzados luego de tensas negociaciones y roces en los que la mayoría del Congreso recorte y lime las iniciativas del Ejecutivo.
Es evidente que al gobierno entrante le serían convenientes las dos primeras fórmulas de relacionarse con el fujimorismo y con el resto de la oposición. En cambio si el proceso desembocara en las otras dos modalidades, el Ejecutivo tendría que buscar más apoyos sociales que le permitan enfrentar mejor su relación con el Parlamento. Más política de cara al país y a los medios.
En cualquier caso, debe tenerse en cuenta que en el Perú los pactos expresos y tácitos son moneda corriente y que especialmente en los últimos 15 años se han acordado pequeñas y grandes normas e instalados mecanismos de concertación, sobre todo sectorial. No obstante, el foro más concertador que desde el año 2001 se llama Congreso y es poco probable que desde el 28 de julio haya veda de acuerdos.
Es justo decirlo que en nuestra política también existe vergüenza por el pacto aunque no parece ser la marca de los partidos sino de los caudillos. Esta vez sin embargo, dos realidades del posconflicto electoral condicionarán los acuerdos arriba/arriba: 1) el dilema entre pacto vs proyecto que toca al fujimorismo y al Frente Amplio; 2) y la necesidad por ahora insatisfecha de que los acuerdos sean para el cambio y no para la continuidad.
La rápida reubicación de Keiko Fujimori, que reorienta su relación con PPK con una mirada puesta en el 2021 y no en el 5 de junio hace prever que el fujimorismo ensayará una oposición pendiente de las demandas sociales, menos condescendiente con la inspiración económica del nuevo gobierno. En la misma línea, el Frente Amplio condicionará su relación con el Ejecutivo a la agenda social ahora poco visibilizada. En ese contexto, serían los grandes temas que la política se resistió a abordar los últimos 15 años  los determinantes de los alcances y límites de la gobernabilidad, los únicos que sirviendo para el consenso político también permiten a los actores políticos ganancias para el mediano plazo.