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lunes, 1 de julio de 2019

Reforma política o suicidio

La República
La mitadmasuno
17 de mayo de 2019
Juan De la Puente
El debate de la reforma política se ha iniciado, y el principal elemento de ella es la formación de una coalición contraria, vasta y creciente, que traslada instintivamente a esta discusión su oposición al Gobierno.
Sorprende esta resistencia que atribuye a este Gobierno el beneficio de la reforma y cree que está pensada para una administración que, no obstante, se despide del poder dentro de dos años. Y sorprende más que esta percepción provenga de grupos políticos que ejercieron el gobierno, que pretenden volver a él, o que intentan sortear momentos difíciles para recuperar sus opciones de poder.
Llámese pérdida de brújula o miopía, el punto es que la resistencia a la reforma expresa la hegemonía de la coyuntura y un extravío del futuro. Perdidos en la vorágine de la batalla diaria, la renuncia a la reforma es la renuncia a su existencia política misma, como lo ha demostrado hace poco el resultado electoral brasileño, que ha barrido a las formaciones que creían que luego de la caída de Dilma Rousseff, la clave del futuro era liquidar al Partido de los Trabajadores (PT), cuando los arruinados fueron casi todos.
En contrario, el relativo avance de la reforma chilena, desde el informe de la Comisión Engel y con decisiones aún pendientes, ha permitido una mejor competencia política, control del poder y estabilidad.
Si las elecciones del año 2021 se llevan a cabo con estas reglas de juego electorales e institucionales tendremos un gobierno débil, una oposición fragmentada y en conjunto un poder más rechazado por la sociedad. Y es probable que en ese caótico escenario ya no se encuentren presentes varias formaciones que ahora se desviven suicidamente contra el cambio.
Respecto a la responsabilidad de las personas, la idea de que los actuales legisladores se oponen a la reforma porque los perjudica, es también relativa. Podría afectar a quienes –sin posibilidad de reelección- intentarán un juego ultra personalista en los próximos años, pero no a quienes, antes independientes, apuestan a un desempeño público desde lo institucional. En este punto, se puede apreciar en Fuerza Popular las diferencias entre la aventura y la racionalidad.
La oposición militante a la reforma es procesalista, tiene audiencia, pero carece de ideas fuerza. La única que pretende serlo toma prestado una parte del razonamiento constitucional que sostiene que algunas de las propuestas –especialmente la eliminación de la cuestión de confianza para la presentación del gabinete y al aumento a dos tercios de los votos necesarios para la insistencia de las leyes vetadas por el presidente- significan la ruptura del equilibrio de poderes en favor del Ejecutivo.

Este préstamo es incompleto; adolece de falta información sobre las vicisitudes de nuestro presidencialismo y no les vendría mal una revisión previa de los conceptos modernos de equilibrio, contrapesos y colaboración entre órganos del Estado. Luego, hace falta un estudio comparado por lo menos de las constituciones de 1933, 1979 y la actual –el mundo cambia y los sistemas también- y de la jurisprudencia constitucional sobre las potestades y límites del Parlamento para modificar la actual Constitución.

viernes, 5 de febrero de 2016

Encuestas, la letra pequeña

http://larepublica.pe/impresa/opinion/738811-encuestas-la-letra-pequeña
La República
La mitadmasuno
5 de febrero de 2016
Juan De la Puente
El tono golpista y espectacular con el que se presentan las últimas encuestas, que absolutizan un resultado e ignoran el contexto, convierte al resto de datos en la letra pequeña de un registro. Ha sucedido con la reciente encuesta de GfK, de la que se extrae solo el salto de Julio Guzmán –que lo es– y su empate técnico con Acuña y PPK, subestimando reveladora información a nueve semanas de las elecciones.
La excesiva importancia del empate técnico esconde la sostenida debilidad de la opción alternativa a Keiko Fujimori, quien se acerca nuevamente al tercio de votos, y la irresuelta fragmentación de quienes se afanan por reconstruir las versiones del tradicional centro electoral peruano cuyos aspirantes (Guzmán, Acuña. PPK, García, Toledo y Mendoza) suman un 41%. La esperanza de que de ese pelotón salga el gallo de tapada contra Keiko se relativiza por las guerras intestinas sin contenido en la segunda línea. A pesar de esta guerra, todos salvo PPK han aumentado su intención de voto, señal que las campañas funcionan por ahora más que las contracampañas.
Las brechas entre el centro disperso en guerra y Keiko revelan el impacto desigual de las narrativas de la crisis y sus límites. Keiko solo tiene 14% en A/B, es decir, 18 puntos menos que su promedio general, frente a Guzmán que allí obtiene 18%, PPK 24%, García 10% y Mendoza 3,8%.
Este centro elitista y básicamente limeño se ahoga en el sector D/E donde Keiko luce un potente 39%, frente a Guzmán (9%), PPK (5,4%), García (5,2%), Toledo (2,9) y Mendoza (0,9%). Tampoco le va bien en el Perú rural donde los seis candidatos suman 30% mientras 
Keiko alcanza 42%.
El discurso de la mayoría de opciones que intentan el centro se parece. Se diferencian Guzmán por su recusación  de la política tradicional y Mendoza y Barnechea por su crítica al modelo económico. Existen otras razones específicas que achatan a los que intentan ser la alternativa a Keiko; en PPK su escasa consistencia en las regiones; en Acuña las denuncias de su pasado y presente malandrín; en García la colosal acusación de los narcoindultos; en Toledo la estela luminosa de Ecoteva; y en Mendoza su dispersión programática y el afán cainita de la izquierda.
El centro tradicional está en crisis y ya fue. En anteriores elecciones era más fácil encontrar un punto intermedio entre posturas más radicales. Esta posibilidad se dificulta por la irrupción de dos grandes asuntos de Estado a los que la política responde desigualmente: la inseguridad que genera mensajes populistas y la corrupción, vacía de mensajes.
El centro no ha podido hilvanar respuestas alentadoras en ambos casos. Ese centro elitista y urbano seguirá siendo mínimo si no produce cambios en la narrativa de la crisis institucional. En octubre del año pasado GfK ya había detectado un cambio de fondo en las percepciones ideológicas reportando la drástica caída a 14% de quienes simpatizan con el centro y el incremento a 24% de quienes simpatizan con la derecha.
La dispersión en la segunda línea ha producido pocos cambios en el escenario electoral. Los más significativos fueron la irrupción de Acuña en noviembre y de Guzmán en enero. Entre una y otra aparición existen diferencias; Acuña subió prestándose votos de otros candidatos mientras que Guzmán debe gran parte de su salto a la caída drástica de los rubros No sabe/No opina y Blancos/Viciados que pasa de 35% a 22%.
Finalmente, la disyuntiva viejo/nuevo ahora dominante favorece a Keiko que se mueve bien en ambos lados del clivaje. Sus oponentes pugnan por diferenciarse entre sí y en ese propósito consiguen muy poco. Es el escenario de Blancanieves y los enanitos donde los candidatos se hablan entre sí sin esforzarse por hablarle al país. Podrían llegar así al 10 de abril si alguno no se atreve a movilizar con audacia a los ciudadanos alertando del peligro de la falta de gobernabilidad si gana la elección un presidente aislado y aislable o un quiebre público si no se encara la crisis institucional y la falta de reformas.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Acuña, Toledo y el centro mínimo

http://larepublica.pe/impresa/opinion/714273-acuna-toledo-y-el-centro-minimo
La República
La mitadmasuno
30 de octubre de 2015
Juan De la Puente
Sin duda el actual proceso electoral es inédito, por lo menos para mí.  Nunca he visto que el incremento de uno o dos puntos de la intención de voto de un candidato sea tan valorado y hasta celebrado por algunas encuestadoras y medios. Eso ha sucedido con César Acuña recientemente.
¿Cómo es posible que un ligero movimiento que cae en el error estadístico sea considerado un terremoto? Por ahora, la única respuesta es la angustia que provoca la esperada resurrección del centro político que fue el elemento crucial de las victorias electorales desde 1980.
Lo nuevo no es el crecimiento de Acuña sino el congelamiento del escenario electoral, un fenómeno que no puede explicarse desde el argumento “falta mucho para las elecciones” o  “la campaña recién empieza”. Es más cierto que en los procesos anteriores (2001, 2006 y 2011) a poco más de 5 meses de las elecciones no se tenía una distribución de fuerzas tan dispareja, con un (a) candidato (a) por encima del tercio electoral y un pelotón de candidatos que juntos no le alcanzan.
Este escenario desequilibrado se debe a que mientras el espacio de la derecha está formado, el del centro y el de la izquierda están desestructurados. El centro se ha hundido por el papel desastroso de Alejandro Toledo y por la tendencia centrífuga de varios grupos, entre ellos Acción Popular y Somos Perú. En tanto, la izquierda está desarmada electoralmente por efecto de la derrota programática de Humala y por la gestión errática de su liderazgo tradicional.
El descalabro del centro es evidenciado en la reciente encuesta de GfK: el 24% afirma simpatizar con la derecha, el 16% con la izquierda, el 15% con el centro y el 45% con ninguno. Ya sé, díganme ahora que ser de centro “es algo relativo”. De acuerdo, pero no tengo registro de los últimos 15 años de un reconocimiento tan alto de la derecha por encima del centro y una alta despolitización de los ciudadanos. ¡Gracias, antipolítica!
No sé si Toledo y Acuña, que en las encuestas oscilan entre 7% y 11%, puedan volver a estructurar el centro. El segundo es por ahora un Toledo con rostro humano por el bajo rechazo que suscita y gracias a un menor cuestionamiento personal. Sin embargo, la campaña electoral es larga, mala y maléfica. Acuña tendrá que exponerse más, absorber las denuncias serias que ya han empezado a llegar y responder preguntas de fondo sobre economía, salario, corrupción y seguridad. Será interesante, por ejemplo, que explique en qué medida la calidad de su modelo educativo será diferente a la que exhiben las universidades de su propiedad.
Toledo parece tener la suerte echada, aunque nadie está muerto hasta el día de su muerte. Sin estado mayor, sin aliados, sin bases y sin medios, será difícil volver a liderar el centro como lo hizo del 2001 y gran parte del proceso electoral del 2011.
Con esas tendencias ya operando, el centro puede tener otros pocos inquilinos, con distinta posibilidad: PPK, Alan García o el candidato que presente Acción Popular. Sin embargo, enormes potencialidades guardan los movimientos regionales y locales cuya puerta han empezado a tocar los partidos nacionales, aunque vistas las primeras noticias los primeros acuerdos tienen más el sabor de operaciones de compra-venta de curules que alianzas con vocación duradera.
Es el modelo de campaña el que impide por ahora descongelar el actual escenario cuyo elemento destacable es un centro mínimo. Este modelo se asienta sobre una guerra política que ha debilitado a casi todos, ha destruido la moderación y el diálogo y empoderado los discursos radicales e intolerantes. Mientras los candidatos hagan alarde de fuerza y sectarismo estarán colocando más límites a su capacidad de movimiento. No olvidar que el escenario casi se ha cerrado y que dos tercios de los encuestados (según GfK) están muy seguros de su voto y no piensa cambiar de candidato.
Que en unas elecciones democráticas no gane el centro político, como lo hace religiosamente desde 1980, tendrá sus costos. Y no creo que uno de ellos sea más gobernabilidad.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Al centro (y a la izquierda) hay sitio

http://larepublica.pe/impresa/opinion/700875-al-centro-y-la-izquierda-hay-sitio
La República
La mitadmasuno
4 de setiembre de 2015
Juan De la Puente
La encuesta de GfK publicada recientemente por La República trae como principal novedad la reducción de la intención de voto de casi todos los candidatos, excepto Keiko Fujimori. Este desigual escenario es provisional pero es un resultado y, si se quiere, un punto de partida que no debería subestimarse. Es una tendencia y es obvio que al convocarse las elecciones, la campaña no empezará de cero sino desde ese punto o de otro previo.
La encuesta pasa factura a dos años de guerra política personalizada e interesada. Los generales de esta guerra no están siendo premiados por su valentía y audacia en el campo de batalla. Las cicatrices de combate que ostentan se mezclan con las acusaciones ofreciendo un cuadro de liderazgos precarios en competencia.
Al mismo tiempo, tampoco deben pasar desapercibidos otros dos resultados: el aumento del porcentaje de quienes creen que las elecciones se decidirán entre los candidatos del elenco estable, y el alto número de quienes piensan votar en blanco o viciado.
Así, baja intención de voto, creciente convicción de que ganará alguno de los actores tradicionales y significativo rechazo al escenario que se está formando son elementos de una solo proceso de pesimismo democrático.
La única candidatura favorecida por este escenario es la de Keiko Fujimori y es obvio que su partido pugnará por no cambiarlo. El resto de aspirantes, los siete que aparecen en el sondeo de GfK, son los enanos de Blancanieves, y si hay una prioridad en sus agendas, esta debería ser un escenario electoral distinto.
Para lograrlo es preciso considerar que el único espacio constituido es el de la derecha y que allí se mueve Keiko con comodidad, realizando viajes hacia el centro y la izquierda, inclusive, como su postura sobre el Lote 192. En cambio, el centro y la izquierda están casi desactivados por falta de perfiles o por tener dentro varios inquilinos, aunque la fragmentación no parece ser por ahora su mayor problema.
Que el resto de candidatos intente consumir el electorado de Keiko se supone que está en agenda pero su problema debería ser cómo organizar una plataforma propia más fructífera y sostenible. Lo hecho por PPK hasta ahora es memorable, si de lo que se trata es de picotear un poco aquí y otro poco allá, aunque ese juego parece estar llegando a su límite. Por otro lado, Alan García y Alejandro Toledo representan un viejo centro; los agravantes son que el primero cree que puede ser al mismo tiempo centrista y boxeador, en tanto que el segundo cree que puede realizar una exitosa campaña combatiendo al mismo tiempo contra los fiscales.
La izquierda aún no ha superado la deconstrucción de su identidad luego de su ascenso y caída con Humala; la dura pugna cainita entre los dos bandos amenaza con repetir la historia de las elecciones de 1990, donde la guerra entre los bloques organizados alrededor de Alfonso Barrantes y Henry Pease repartió las sobras de un espacio aniquilado desde adentro.
La izquierda tiene posibilidades de recuperar su perfil de cambio y emplazarse con mejores posibilidades electorales. Para ella o para cualquier otra fuerza que no le interese competir desde la derecha, el desafío es proyectar un nuevo centro que le proponga al país una agenda de reformas que son ya de sentido común y, al mismo tiempo, terminar con la guerra política personalizada, populista e interesada, poniendo énfasis en otro modelo de confrontación que por ahora parece no interesar a las plataformas mediáticas que reducen el largo plazo de todo.
¿Qué grupo se aviene, por ejemplo, a llamar a los ciudadanos a las calles contra el esquema corrupto de la obra pública y el diezmo vigentes? ¿Qué partido se propone excluir de sus listas a TODOS los políticos denunciados por corrupción? ¿Qué líder les propone a los peruanos un pacto para un juzgamiento judicial ejemplar de los casos de corrupción nacional denunciados, saliendo del perverso escenario en que el Congreso y los medios escogen su corrupto a la carta mientras encubren al que les conviene? 

lunes, 14 de septiembre de 2015

Política tóxica y escenario cerrado

http://larepublica.pe/impresa/opinion/400357-politica-toxica-y-escenario-cerrado
La República
La mitadmasuno
21 de agosto de 2015
Juan De la Puente
Un considerable número de ciudadanos cree que las acusaciones contra los candidatos presidenciales mejor ubicados en las encuestas son ciertas y, sin embargo, esa desaprobación se transforma en la aprobación política de su desempeño y por esa vía en intención de voto. Esa contradicción acaba de ser recogida por la encuesta de Ipsos de este mes y es consistente. Expresa un dato básico del escenario electoral en formación.
Esta dinámica de liderazgo precario pero estimulado/premiado por una parte de la opinión pública es explicada desde varios postulados y a ello nos hemos referido en otra oportunidad, revisando la teoría de la elección racional y nuestro populismo nacional construido más allá de la política y del Estado, un proceso en el que las élites y los ciudadanos se influyen mutuamente, un efecto y causa al mismo tiempo.
La dinámica de censura/aceptación de los candidatos más importantes implica también la caída de la ilusión por nuevos candidatos. Este fenómeno lo detectó un sondeo de GfK en junio pasado cuando encontró que mientras que en enero de este año el 49% pensaba que había oportunidad para alguien que no sea del elenco estable de candidatos, ese porcentaje cayó en junio a 39%, es decir 10 puntos. En cambio, los que pensaban que el 2016 se iba a elegir entre Keiko, PPK o García pasaron de 45% a 53% en el mismo período.
Estos cambios operan como una tendencia de cierre anticipado del escenario, un fenómeno que no ocurría en otros procesos en los que no se esperaba mucho a los nuevos aspirantes (Toledo y Pérez de Cuéllar en 1995; Humala y Lay el 2006; y PPK el 2011). 
Escucho respuestas automáticas a este cuadro; ellas aducen que falta mucho para el cierre de las inscripciones, que el sistema peruano es de “última hora” y que nuestro país tiene “bolsones” electorales que no pueden ser invadidos por extraños. Estas explicaciones suenan poco convincentes en la medida que no contemplan datos nuevos con seguro impacto electoral, como la desilusión respecto del gobierno de Humala, la irrupción de la inseguridad y de la corrupción como temas básicos de la campaña que requieren de ideas.
Creo que este cierre podría tener por lo menos dos explicaciones añadidas. La más inocente señala que los ciudadanos estarían ejerciendo una resignación razonada habida cuenta de la debacle del centro y la fragilidad de la izquierda. Sospecho no obstante que existe un deseo programado de que los ciudadanos consuman determinado tipo de política o de políticos, un menú tóxico para efectos de la discusión del futuro. 
Nótese por ejemplo que sobre la seguridad ciudadana se despliegan campañas que visibilizan los delitos al detalle –incluyendo el conteo de muertos por semana– de modo que no hay canal de TV que no tenga una secuencia especializada sobre el crimen. Este modelo de noticia y de política ha estimulado las promesas populistas y militaristas pero se ha negado a un debate más profundo. Asimismo, sobre la corrupción, cuando se intenta que todo escándalo de financiamiento ilegal de partidos sea seguido de la adopción de medidas de financiamiento público y otras reformas políticas, los medios y los políticos se baten en retirada.
La política que apunta a cerrar el escenario se ha dado maña también para ignorar el reciente lanzamiento de la candidatura de Verónika Mendoza, de modo que opera como un sistema de vetos de determinados temas y de opciones y personas.
Es preciso alertar contra el cierre anticipado del escenario y contra la política tóxica que impone vetos a temas, soluciones, partidos y personas. Si alguien quiere empujar un proceso electoral sin regiones, sin centro político, sin izquierda, sin debate y sin acuerdos, puede irse de bruces.
A la vuelta de este cierre y bloqueo puede estar un país que luego del proceso electoral se le tire al cuello a los elegidos o, más cercanamente, proteste contra la exclusión de opciones personas con un apreciable porcentaje de votos en blanco y viciados, un fenómeno que asomó en las últimas elecciones regionales y locales en Cusco y Arequipa.  

sábado, 22 de noviembre de 2014

Matar a Susana, aquí y ahora

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/matar-a-susana-aqui-y-ahora-31-10-2014
La República
La mitadmasuno
31 de octubre de 2014
Juan De la Puente
Las izquierdas procesan con dificultad el resultado electoral. La primera reacción ha sido crucificar a Susana Villarán acusándola de crímenes de lesa política, que irían desde la apertura a otras tiendas y sectores, hasta de una supuesta abjuración de su identidad. Este deleite cainita no debería impedir un balance menos familiar de las elecciones y leer  entrelíneas algunos análisis, sobre todo los que se reducen a las elecciones en Lima, los que ocultan el fracaso de la izquierda partidaria en las regiones o los que minimizan la pérdida de un voto nacional en favor de la izquierda.
Matar a Susana aquí y ahora además de injusto no resuelve nada. En Lima, la derrota es más que una pérdida electoral; refleja dos hechos que serán relevantes de cara al 2016: 1) la derrota de la unidad, una esperanza en un momento crucial de nuestra democracia, precaria y enfrentada al cambio; y 2) la pérdida de un caudal de votos imprescindibles para re-construir una alternativa.
Es cierto que Villarán cometió errores aunque entre estos no se encuentra el esfuerzo de apertura, un gesto que ningún candidato en el Perú podría darse el lujo de subestimar; fueron más bien errores en la ejecución de la apertura, especialmente en la relación con determinados actores. El resto de grupos se fueron por las ramas, desbarrando entre el pragmatismo y el tradicional apuro que deviene de un histórico desorden.
Mientras Alianza para el Progreso (APP) se presentó en 23 regiones, el fujimorismo en 18, y Acción Popular en 16, el Frente Amplio se presentó en 11, el mismo número que el Apra. En donde el Frente Amplio (FA) participó no le fue bien; en Lima, su mejor resultado fue en Ancón (1,22%) y en las regiones, en Lambayeque (2,65%). En algunos casos, como en el Cusco, Puno y Moquegua, el FA se emplazó contra la izquierda regional solo para ser derrotado. Por ejemplo, en Chota, el MAS le ganó al Frente Amplio 42% a 0,7% y en el Cusco Tierra y Libertad obtuvo poco más de 5%.
La limeñización de las izquierdas partidarias es una realidad y el Frente Amplio está prácticamente muerto en tanto que su grupo más organizado, Patria Roja, ha obtenido sus mejores resultados fuera de ella, en Cajamarca y en Madre de Dios. De cara al 2016 se hace patente un derrotero cuyo ritmo será marcado por la agrupación propietaria de la única inscripción electoral; el esquema aprendido en los últimos 35 años está dibujado: una azarosa negociación de pequeñas cúpulas que reciben el nombre de “nacionales” de espaldas a miles de militantes sin partidos y de la izquierda extrapartidaria, que parirá un espacio estrecho resistente a la apertura.
En las izquierdas escasea el liderazgo, ese componente crucial de cualquier proceso de agregación de actores políticos. No obstante, el problema no parece ser solo de perfil e identidad sino también de proyecto. Lo que hace dos años aparecía como una izquierda nueva, innovada por un programa ambiental y reformador institucional, y que iría a estrenarse en estas elecciones, ha tenido poca fortuna y ha sido derrotada en casi todas las plazas donde se procesan conflictos de naturaleza extractiva.
Es tarde para un modelo de unidad tipo Frente Amplio; la fórmula ya no es posible y quizás ni necesaria. Como en otros países, la izquierda existe y ha sido resistente a la prédica depredadora de la derecha y sobrevive a sus propios errores; no obstante, está cada vez menos presente en los partidos y más en la sociedad, en una suerte de dualidad que debería ser asumida, una izquierda partidaria y otra social/regional.
De cara al futuro la interrogante reside en la capacidad de esa maltrecha izquierda partidaria para relacionarse con la izquierda social/regional sin intentar ponerse primero en la fila sino animar una gran convergencia con vocación de apertura. Lamentablemente, sus líderes todavía están ocupados matando a Susana y con un discurso que va en sentido contrario. Es curioso: izquierdas que celebran la apertura de sus pares en Brasil, Uruguay y Bolivia pero que consideran que su deber aquí es enconcharse.

viernes, 3 de enero de 2014

El año de la gran debilidad

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/el-ano-de-la-gran-debilidad-03-01-2014
La República
La mitadmasuno
3 de enero de 2014
Juan De la Puente
El 2014 tendrá la virtud de no ser un año ocasional o exclusivamente de tránsito hacia un nuevo país político que se concretará el 2016; será pleno en lo que Antonio Gramsci llamaba movimientos orgánicos, es decir, sostenibles y no necesariamente coyunturales. Varios hechos serán parte de estos movimientos y influirán en ellos notablemente, como el esperado fallo de La Haya sobre los límites marítimos Perú/Chile; los dictámenes de las comisiones investigadoras de los ex presidentes García y Toledo; la elección de la mesa directiva del Congreso; las elecciones regionales y municipales; y la realización en Lima de la Conferencia Mundial de Cambio Climático, COP20, entre otros.
Se ha extinguido el impulso de la restauración democrática de los años 2000 y 2001; ha muerto porque no pudo alumbrar un nuevo sistema político, renovando actores, ideas e instituciones y universalizando derechos. Tuvo ciertos logros como haber superado la maldición de los 12 años, es decir, más de 12 años de democracia ininterrumpida desde el 28 de julio del 2001, organizado las regiones y acompañado el auge económico con algunas medidas distributivas y de incentivo a la demanda. En ese período se ha progresado, aun con efectos dispares, en varios indicadores sociales de acuerdo al reciente Tercer Informe Nacional de Cumplimiento de los Objetivos del Milenio de las NN.UU.
Las causas de este agotamiento quedarán para la disputa entre los historiadores: si se debe a las fallas del producto, es decir, a las limitaciones de la transición iniciada el año 2000 o a la fuerza de lo que Carlos Vergara ha llamado acertadamente la promesa neoliberal, relativamente exitosa en la construcción de su propia ciudadanía y, claro, de un régimen político adaptable a ella.
Esta fase del agotamiento es concurrente con una guerra política intensa, que está dejando de ser la clásica confrontación que se alterna con el consenso. Es la política democrática la que ha empezado a escasear y cede su lugar a una sucesión de reyertas, celadas y operaciones de baja intensidad. La antipolítica peruana se ha superado a sí misma y está dando paso a la contrapolítica; ambas son, al fin y al cabo, formas que asume la política, aunque la última de ellas expone una severa crisis de varios espacios del régimen, ya advertida en el pasado.
A pesar de todo lo señalado, el actual régimen político no adolece de una grave inestabilidad y parece dispuesto a soportar estos remolinos y embistes. Luego de tantas críticas sobre la displicencia de los partidos y de sus líderes para emprender una reforma consistente habría que concluir que para las necesidades de la contrapolítica el régimen no necesita reformarse. Puede funcionar con financiamiento partidario privado elevando a niveles estratosféricos las campañas electorales; con voto preferencial funcional a los intereses privados; con políticos “independientes” fichados para la ocasión; y con caudillos más fuertes que sus partidos, grupos que ganan elecciones pero que no gobiernan.
Una ruptura institucional es una posibilidad muy lejana: más bien el régimen está a punto de ser tomado por dentro y este año se consolidará la confluencia de poderes empresariales, mediáticos y partidarios con ese propósito; lo harán en el contexto de una visible debilidad del poder. La gran debilidad previa a la gran transformación.
Las elecciones regionales y municipales jugarán un rol dinamizador de este proceso; la descentralización terminará de ser copada por un conjunto abigarrado de grupos, fuerzas, tendencias y líderes. En ese cuadro, un elemento básico del nuevo país político, los partidos serán imperceptibles. Esas elecciones serán, sin embargo, una oportunidad para la izquierda local y regional que desde allí podrían reconstruir una presencia nacional que se augura esquiva por las dificultades en la formación de un frente amplio.
La promesa conservadora es casi inevitable en la medida en que sea imposible proyectar un nuevo centro político. El Perú necesita una nueva fe reformista y construir una comunidad nacional, pero parece que ese liderazgo está vacante.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Un año de medio pelo

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/un-ano-de-medio-pelo-27-12-2013
La República
La mitadmasuno
27 de diciembre de 2013
Juan De la Puente
Las malas noticias políticas del 2013 son varias y es preciso realizar un esfuerzo para reconocer las de mayor incidencia, pasando del comentario al análisis. Entre todos los fenómenos, escojo cuatro como los más relevantes: la pérdida de la mayoría política y social por el gobierno, la guerra política gobierno/oposición, el hundimiento del centro político y el reflujo de los movimientos sociales.
La caída de la aprobación presidencial, 33 puntos en 10 meses, es aún motivo de debate; la mayoría de observaciones apunta a que esta obedece a un concepto genérico denominado “mala gestión”, que hace énfasis en el efecto, impidiendo precisar las causas. Es sintomático que en la mayoría de encuestas haya desaparecido la variable “incumplimiento de ofertas” como una de las razones de la desaprobación presidencial. De ese modo, en el ámbito “Humala comentario” la desaprobación se debe a sus desaciertos, aunque en el “Humala análisis” la serie de insatisfacciones como inseguridad, corrupción, conflictos, programas sociales, retraso salarial y derechos, debe leerse como el abandono definitivo del programa de cambio, en sus componentes más básicos. Aquí, la sustitución del análisis por el comentario es crucial porque reduce la intensidad de cualquier política de relanzamiento del gobierno: cambio en las formas y gestos sin recuperación de las reformas desechadas.
También fue un año de intensa confrontación gobierno/oposición; la guerra política escaló para situarse a niveles cercanos a los experimentados en 1987, luego del anuncio de la estatización de la banca, y el 2000, cuando la reelección de Alberto Fujimori. La áspera batalla ha sido llevada a cabo por un arco de fuerzas conservadoras partidarias, empresariales y periodísticas, siendo esta última la más vigorosa, coherente y exitosa. La debilidad del gobierno es evidente sin que amenace su continuidad, en un esquema de tensiones donde el acoso se intercala con la tutela.
Bajo ese marco impuesto es casi un chiste debatir si las decisiones las toma el Presidente o su esposa cuando es evidente que las decisiones de fondo son impulsadas o bloqueadas por los grandes poderes que no se ubican, necesariamente, en Palacio de Gobierno. El mismo marco de acoso/tutela quizás sirva como un escarmiento para futuros intentos de desafío al establishment.
El país se acerca a las elecciones del 2016 sin centro político; este sucumbió como efecto de la polarización anotada líneas arriba pero también por otros eventos, el más importante de ellos la caída de Alejandro Toledo bajo acusaciones de corrupción serias y documentadas. Toledo no era el único centrista pero era uno de los más caracterizados; su hundimiento en los estudios de aprobación de líderes políticos agrega en él una responsabilidad política además de los otros cuestionamientos. ¿Cuánto más podrá funcionar el sistema peruano sin centro y en qué condiciones podrá ser reconstruido de cara al 2016?
Un cuarto fenómeno es el reflujo de los movimientos sociales que no se produce luego de la satisfacción de sus reclamos. La separación de la izquierda del gobierno tiene un efecto letal sobre la parte más demandante de la sociedad civil. Sin considerar el caso Conga, un proyecto dormido por el gobierno y a la espera del beso reactivador, los conflictos sociales persisten aunque su imposibilidad de producir efectos políticos es mayor. No pasa desapercibido el escaso éxito del paro nacional del 26 de setiembre pasado y la señal que proyecta: el proceso político se lleva a cabo sin la presión de la calle, con el costo que ello implica.
Estos cuatro grandes fenómenos se han producido simultáneamente y en algún caso condicionando unos a otros; han operado en el contexto de un régimen político precario y probablemente debido a ello. No obstante, no ha producido una crisis de envergadura, lo que evidencia que la democracia peruana es más fuerte de lo que generalmente se piensa. A pesar de ello han abierto una transición a otro país político con reglas nuevas aunque no siempre con actores nuevos.

jueves, 31 de marzo de 2011

Danza de miedos

La mitadmasuno
La República
Jueves 31 de marzo de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/31-03-2011/danza-de-miedos


Las elecciones democráticas de los últimos 30 años las ganaron los candidatos del centro que supieron organizar y representar una mayoría política que deseaba cambios de intensidad media y/o limitada; es la historia de Belaunde II, García I, Fujimori, Toledo y García II. En estos casos se tendría por erróneas dos afirmaciones: 1) que ganó la continuidad o el no cambio; y 2) que los ganadores representaban una minoría política.

Las encuestas recientes indican más que un empate técnico. Por un lado, evidencian nuestra imposibilidad de construir una mayoría política o por lo menos un bloque de un tercio. Un candidato por el que piensan votar solo 2 de 10 peruanos ya está tocado por el virus de la ilegitimidad. En la región, en Chile, Brasil, Uruguay, Colombia y Argentina (salvo en las elecciones del 2003) las primeras vueltas mostraron la capacidad del sistema político para generar mayorías y bloques consistentes. En cambio, en Ecuador y Bolivia previos a R. Correa y E. Morales, varias elecciones mostraron el declive del sistema y su incapacidad de reproducirse. En ese momento parecemos encontrarnos ahora.

Del mismo modo, una lectura transversal de los sondeos expone la evidencia de la inviabilidad social de la idea del no cambio. Si el cambio tiene 20% es todavía pobre, pero le ha permitido a Humala duplicar sus preferencias. Al contrario, las versiones de la estabilidad se han fragmentado por la irrupción de PPK y porque estas no supieron equilibrarse, precisamente, con la demanda de cambios.

Desde ese ángulo, una hipótesis sería que la caída de A. Toledo y de L. Castañeda se debe a que las candidaturas de Humala y PPK funcionaron como “ataques” al centro político, donde encontraron a candidatos vulnerables enfáticos en la continuidad y no en las transformaciones de un país que demanda redistribución y eficacia, los acentos discursivos de ambos en su ruta al centro desde la derecha (PPK) e izquierda (Humala). Un segunda hipótesis sería, entonces, que lo que se encuentra en crisis es una forma de concebir el centro.

Este triple empate puede ser roto solo desde la ideología, es decir, desde el miedo: a Humala, a que los grandes grupos de poder se coman con PPK el país de un bocado o a que retornemos a la década de los 90. En esta danza de los miedos los votos podrían empezar a rebotar de un candidato a otro.

jueves, 13 de enero de 2011

El tercero disponible

La mitadmasuno
La República
Jueves 13 de enero de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/13-01-2011/el-tercero-disponible
La campaña en curso con 6 candidatos “grandes” y “medianos” origina un escenario ligeramente distinto al de inicios del 2006, con los siguientes rasgos básicos: 1) una baja intención de voto; ninguno supera el 25%; 2) una polarización media; los llamados “extremos” no superan juntos un tercio de adhesiones; y 3) la ya anotada tugurizacion del “centro” por la irrupción de candidatos que vienen desde la derecha para atrapar votos distraídos.
La sobrepoblación se ha resuelto hasta ahora con la caída del rubro “otros” que, según Ipsos Apoyo, pasó de 10% en julio a 1% en diciembre y de los blanco/viciado que pasaron del 8% a 4% en el mismo período. En la previsión que los votantes duros de K. Fujimori y de O. Humala se mantengan o que sus candidaturas crezcan, y con casi dos tercios de votos en disputa, se espera una lucha fratricida en el centro bajo la presunción de que por lo menos un candidato centrista disputará la segunda vuelta presidencial.
Las guerras centristas han empezado. La primera Aráoz-Toledo, fue resuelta por el expresidente con la cancelación del debate en Bagua, aunque luego de que la candidata lograra tocarlo. Otras dos están en curso, Toledo-Castañeda y PPK-Toledo. En el primer caso se ha puesto sobre la mesa la gestión del ex alcalde de Lima, ámbito en el que es poco vulnerable, la elección de su fórmula presidencial y la vida personal del expresidente. La batalla de PPK recién empieza y se localiza en la personalidad de Toledo y no en los programas de gobierno porque Kuczynski fue ministro de Economía y premier del toledismo. Dos guerras más son probables, Kuczynski-Castañeda y Kuczynski-Aráoz.
Estas guerras no son sinónimo de debate; el formato que siguen las hace sucias e inútiles. Se sustentan en una presunción equívoca de que el ataque personal a un candidato lo debilitará y que el beneficiario de la pérdida de sus votos será el atacante, una interpretación fallida de las demoliciones fujimoristas de los años noventa. Lo más probable es que la debacle de uno favorezca a terceros disponibles colocados o puestos al margen de la disputa. Tal fue el caso de S. Villarán beneficiada con la caída de A. Kouri (2010) y de Toledo beneficiado con la demolición de A. Andrade (2000). Por ejemplo, Aráoz o Kuczynski en un primer momento, y Rodríguez Cuadros o Rafael Belaunde en otro, podrían beneficiarse de una guerra Castañeda-Toledo. La demolición puede acabar en autodestrucción.