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miércoles, 8 de enero de 2020

Entrevista El Comercio: "Este es un país que está discutiendo su futuro sin ideas”.

https://elcomercio.pe/politica/juan-de-la-puente-este-es-un-pais-que-esta-discutiendo-su-futuro-sin-ideas-noticia/
El Comercio
5 de enero 2020
Jontathan Castro
A tres semanas de las elecciones del 2020, Juan De la Puente cree que las expectativas sobre los resultados deberán ser más moderadas. Mientras, el presidente Martín Vizcarra debe resolver cuestiones sociales urgentes sin generar falsas expectativas. “Ni Vizcarra es Churchill ni sus opositores son Lenin”, afirma.
— ¿Estamos viendo un exceso de los organismos electorales para excluir candidatos?
Es un exceso en la medida que es una aplicación muy puntillosa de la norma. Pero también es cierto que la norma en los últimos años ha sido elaborada restrictivamente respecto de los derechos de elegir y ser elegidos. Hace 30 años, la legislación electoral estaba compuesta por cuatro o cinco normas generales. Hoy, también está compuesta por un conjunto de decisiones jurisprudenciales del JNE. Un libro sobre la legislación electoral no baja de 700 páginas. Se ha hecho engorrosa. 
— Nunca antes se ha visto que los organismos electorales decidan si el spot de un partido se emite. 
Hay un problema que subyace a esto: la política se ha radicalizado en relación con los mensajes. Tenemos mensajes mucho más extremistas y radicales en este proceso que en el anterior. Entonces, aparecen algunos que chocan con los parámetros de la ONPE. Hay un par de spots que me parece que no deberían haber sido censurados, pero estas son las consecuencias de una campaña de ideas radicalizadas. 
— ¿Cómo ve la campaña? 
Veo una campaña extraña que ha desmovilizado a la sociedad. Cuando se disuelve el Congreso, daba la impresión de que se iba a producir una movilización masiva de la sociedad para tener un mejor Congreso que renueve la política. Eso convertía al 2020 en uno reformador. Creo que las expectativas respecto a esta campaña van a ser menores. 
— Hemos pasado de la esperanza que a muchos les generó el cierre del Congreso a la realidad: más de 200 candidatos con sentencias, propuestas imposibles de realizar, argumentos débiles. ¿Qué ha pasado en ese tránsito?
La falta de ideas. Este es un país que está discutiendo su futuro sin ideas. Es una cosa absolutamente inédita. Las dos ideas son eliminar la inmunidad parlamentaria y reducir el sueldo de los congresistas. ¿Para eso hemos disuelto el Congreso? El país está pidiendo bastante, y la política le está dando muy poco. Y esa falta de ideas va a promover un Congreso sobre el que deberíamos tener menos expectativas que antes. 
— ¿Cómo ve a los líderes políticos?
Salvo Acuña, ningún líder está protagonizando la campaña. Creo que los líderes están calculando demasiado, creen que hay una separación entre el 2020 y el 2021, y no todos están poniendo los huevos en la canasta de este año. No tenemos una idea unificadora que nos diga para qué va a servir este Congreso. 
— ¿Cuál debería ser la agenda que debería primar en este período?
La narrativa del año pasado era el cambio, la reforma política y la lucha contra la corrupción. Sigue siendo importante esto, pero ahora es más amplia. Hay una cuestión social que debe ser atendida y que ha sido postergada por las tensiones del año pasado. 
— ¿La campaña ha calentado? Ya estamos en enero.
Creo que la indiferencia política impide que se caliente la campaña. Los códigos que se llevaron a cabo en los últimos días de la campaña del 2018 me parece que van a reproducirse ahora. Puede ser que en el tramo final la gente se decante por un partido al margen de las ideas y resuelva de algún modo esta alta fragmentación con candidatos que no superan el 10% de intención de voto. 
— Solo Acción Popular supera esa cifra.
Para estar a tono con los tiempos, vivimos un ‘pitufeo’ electoral. Se ha fragmentado el volumen de adhesiones en pequeñas adhesiones. Podría ser que este ‘pitufeo’ se resuelva al final. 
— El fujimorismo se ha fragmentado, pero los jales no le suman a Solidaridad Nacional, ni merman el voto duro de Fuerza Popular. 
El cambio más importante es que [FP] ha perdido su radicalismo conservador con el que se manejó entre el 2016 y el 2019. Lo que tenemos es una derecha vacante. 
— ¿Realmente los partidos saben para qué funciona el Congreso? Da la impresión de que quieren fiscalizar y no tienen más ideas. 
Eso deviene de la construcción de la oferta política. La captación de candidatos para este proceso ha sido muy apresurada. Uno revisa las listas y, salvo Acción Popular y el Apra, los candidatos golondrinos son el sentido dominante. Es muy probable que el Congreso que elijamos el 26 de enero tenga más independientes que los anteriores. 
— ¿Vizcarra debería asumir alguna responsabilidad si este Congreso resulta peor que el anterior? 
Ya hay una narrativa anti-Vizcarra en el proceso político. Yo lo llamo el síndrome de Moisés. Moisés saca a los judíos de Egipto y les ofrece la tierra prometida, pero en un momento la gente se vuelve contra él y le dice: “Tú nos has traído y dónde está la tierra prometida”. Y cuando Vizcarra disuelve el Congreso, nos está haciendo una promesa de renovación, de transición y de cambio. Hay una responsabilidad política que no está siendo solventada adecuadamente. 
— ¿Cuál debería ser la agenda de Vizcarra una vez instalado el Congreso?
La primera debería ser de reforma política, no solo electoral. Necesitamos modificar las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo. Me parece un error que el gobierno se haya opuesto a la bicameralidad. Yo diría que las propuestas de la Comisión Tuesta eran muy importantes. Pero Vizcarra también tiene demandas que no pasan por el Congreso, que es calidad de gasto, la reforma educativa y resolver la inseguridad ciudadana y la prestación de servicios de salud.
— ¿Le da la impresión de que Vizcarra sabe qué hacer? Pareciera que no tiene un norte claro. 

El Vizcarra que tenemos de presidente ya se ha construido como político cuando fue presidente de la región Moquegua. No creo que tengamos un Vizcarra 2.0. Después de la disolución del Congreso, algunos han querido ver a Vizcarra no solo como un hombre providencial, sino a un líder histórico de la transición. Él ya tiene definido su legado: haber luchado contra la corrupción. Si de ahí queremos obligar a Vizcarra a ser un estadista, creo que es una pretensión de tener otro Vizcarra.

miércoles, 1 de junio de 2016

Dos antis en campaña, no asustarse. A cuatro días de las elecciones. Parte electoral N° 1

Por Juan De la Puente
La campaña para la segunda vuelta electoral llega a su fin con grandes transformaciones, demasiadas para las ocho semanas que median entre el 10 de abril y el 5 de junio. Las más importantes son: 1) la confirmación que las opciones de gobierno que ofrecen Keiko y PPK son distintas, diferentes y en varios aspectos divergentes; 2) la persistencia de dos grandes movilizadores electorales, el antifujimorismo y el dilema abajo/arriba; y 3) el estrechamiento de la agenda final que deja casi solas dos ideas fuerza en el escenario, mano dura vs democracia y libertades.
Los que creían que había ganado el modelo y que los dos candidatos eran gemelos políticos y que harían un gobierno de hermanos, se equivocaron. Con suerte habrá un gobierno de primos. En pocas semanas, se dibujaron las opciones de un gobierno tecnocrático desarrollista (PPK) y populista desarrollista (Keiko).
Hay más diferencias: ambos proponen más Estado pero Keiko más Estado abajo y PPK más institucionalidad arriba; Keiko se cierra a los “nuevos” derechos y pacta con una parte de grupos regresivos e ilegales, en tanto PPK cruza sus líneas rojas tradicionales y se lanza a la prédica de la transparencia pública.
El 11 de abril solo se tenía un movilizador electoral potente, el antifujimorismo que llevó a PPK del 22% de votos al 52%. El fujimorismo tentó varios y finalmente encontró su antídoto, el dilema abajo/arriba. A diferencia del 2011 donde Keiko era arriba y Humala abajo, ahora ella es abajo y PPK el de arriba, el de las grandes empresas, el del escritorio que no conoce el Perú. Así, como en 1990 Alberto Fujimori contra MVLL, esta vez el fujimorismo “vargaslloseó” a PPK.
Es el primer hecho que cambió el cariz de las encuestas, aunque quedan para PPK el pueblo del sur -con mucho D y E- donde todavía es mayoría, pero le ha servido a Keiko para atacar los conos de Lima y el centro del país, este último bastión donde ha recuperado puntos.
Como no podía ser de otro modo en una segunda vuelta, son dos antis en campaña. No asustarse.
Antes del debate de Piura, pero con más vigor desde Piura y el debate de Lima, se ha marcado un especial fin de campaña que estrecha la discusión a dos grandes mensajes muy poderosos a pocos días de la votación. El de Keiko es la mano dura contra el delito, los estados de emergencia, las FFAA a la lucha contra la delincuencia y todo el discurso de “no me temblará la mano”. El de PPK es la democracia y las libertades, la transparencia pública, la lucha contra la corrupción y la amenaza del retorno del pasado y la implantación de un narco-Estado.
Vistas las cosas, es el viejo dilema resumido por Jorge Basadre como un déficit de la república, la elección entre orden vs libertad, que en otros país no debería ser una disyuntiva. En este episodio, no son dos alternativas redondas sino con rendijas y grandes huecos, de modo que en algunos temas la mano dura es mano blanda y la defensa de los derechos se relativiza.
Así se llega al 5 de junio, con Keiko liderando las encuestas y con un teflón considerable, aunque habría que medir aún el efecto del caso Chlimper. PPK ha tenido un envión a su candidatura desde el debate del 28 de mayo aunque no se sabe si será suficiente. La verdad es otra y no le atañe a él -no eres tú, soy yo le dirían los peruanos- y se refiere a la pregunta sobre si el antifujimorismo del 2016 será como el año 2011 suficiente para derrotar a Keiko. Eso se sabrá el 5 de junio.

viernes, 15 de abril de 2016

La política en estado bruto

http://larepublica.pe/impresa/opinion/755339-la-politica-en-estado-bruto
La República
La mitadmasuno
1 de abril de 2016
Juan De la Puente
Quienes creyeron que la salida de dos candidatos solo cambiaba el orden de aparición en las encuestas por la absorción de esos votos por otros candidatos, fallaron. Este error debería ser estudiado como un típico caso de decisión burocrática e irracional en un contexto de crisis política que está llevando a sucesivos sacudones que no terminará el 10 de abril. Por ahora, en un tercer efecto, la campaña se está transformando aceleradamente, pasando a situarse en el último de los escenarios evaluados hace meses: la disyuntiva modelo vs modelo.
La decisión de excluir a candidatos como una forma de competencia electoral no consideró el contexto de actores políticos débiles con dificultades para liderar y representar. Las ideas fuerza “te saco a ti para ponerme yo” o “el vacío que se produce lo lleno yo” nunca debieron  ser estimadas como el único efecto tras la salida de Guzmán y Acuña. Los votos de estos se distribuyeron pero se olvidaron de que en el contexto de una democracia sin partidos, los votos pertenecen también a personas que formaron sus identidades políticas de modo autónomo, pragmático e insatisfecho.
Repasemos el proceso electoral e intentemos una periodización provisional. La primera etapa (setiembre/diciembre) fue la de Blancanieves y los 7 enanitos; Keiko Fujimori en el tercio de las preferencias y el resto juntos sumaban el mismo porcentaje. En esa etapa, el eje de la campaña era cómo elegir un recambio tradicional en un escenario de poca confrontación con la élite y sus políticas. Solo había desconfianza con poco rechazo explícito movilizado.
La segunda etapa fue la del pueblo vs elite (enero/febrero); es el momento de la emergencia sucesiva de Acuña y Guzmán, donde el debate pareció situarse en la renovación de la política aunque con alternativas precarias y engañosas, lo que llamaríamos renovación sin renovación.
La tercera etapa es la reactivación del antifujimorismo y la emergencia de la izquierda y el centro político (1ª quincena de enero) luego de la salida de Guzmán y Acuña. Esta etapa, muy corta, puso en vitrina a candidatos que cuestionan con distinta intensidad elementos del modelo político/económico vigente, Barnechea y Mendoza, y oxigenó a PPK, aunque también perforó su programa obligándolo a aceptar la negociación de los contratos del gas, por ejemplo.
La cuarta etapa, en la que nos movemos actualmente y que irá hasta el 10 de abril, es la de la polarización antifujimorismo vs antiizquierdismo cuyo eje diferenciador, por lo menos para una parte del electorado, es la disyuntiva modelo vs modelo.
La última encuesta de Ipsos confirma el inicio de esta etapa. Se han bloqueado los ascensos globales, Keiko no puede llevar a cabo un remate final, en tanto Verónika y Barnechea frenan su crecimiento. Por ahora, la salida tercerista a la polarización es muy débil; a PPK le cuesta irrumpir y lo cierto es que a 9 días de las elecciones no existe un retador claro de Keiko.
Hay otros datos de la letra pequeña, por lo menos dos: 1) se lleva a cabo un acelerado realineamiento en el sector A donde PPK crece ¡18 puntos en una semana! a razón de 2,5% por día, para situarse en 46%; y 2) contrariamente, Verónika y Keiko están empatadas en el sur.
Esta polarización es contradictoria por la forma inorgánica que adopta, con contracampañas extremas y alucinantes, una especie de política en estado bruto cuyos efectos se verán luego del 28 de julio. La polarización bloquea la acumulación política de sus débiles partes aunque perjudica más a una que a otra. Keiko se estanca cómodamente en el tercio de votos mientras es evidente una crisis en la segunda línea, donde se han movido más los antivotos que las adhesiones.
La forma de romper los actuales registros sería que las contracampañas pasen a los sectores D y E y al centro y sur del país y termine de transformar la campaña en una disyuntiva de programas y modelos, algo que varios juraron no pasaría en esta campaña. Esos “varios” quizás se arrepientan de haber impulsado una decisión electoral con explosiva perspectiva política.

sábado, 19 de marzo de 2016

Tú, el gran ausente

http://larepublica.pe/impresa/opinion/745900-tu-el-gran-ausente
La República
La mitadmasuno
4 de marzo de 2016
Juan De la Puente
La campaña ha sido hasta ahora protagonizada por los medios más que por los candidatos y por la ciudadanía, en ambos casos los más débiles de las últimas décadas. Los militantes de los partidos están en el lado marginal del proceso, salvo en aquellos grupos que se atrevieron a realizar verdaderas elecciones internas o abiertas para designar sus candidatos, en tanto que los movimientos sociales en franco reflujo también se han excluido de la campaña. Son pocos los sectores (derechos humanos, trabajo, construcción, ambiente y empresarios) que han organizado eventos que permiten a los candidatos detallar sus propuestas.
Los medios lograron una resonante victoria frente a la política al poner como el indiscutible eje de la campaña la transparencia, gracias a las revelaciones sobre la ética de los candidatos, su pasado personal y su falta de coherencia en las ideas. Esa es la principal y saludable perturbación electoral para un sistema que creía que este proceso electoral solo discutiría el recambio de gobierno.
Es cierto que los medios han sintonizado en este punto con el rechazo popular a la elite política. Esta suerte de temperamento antisistema tiene sus códigos porque también es correcto afirmar que el interés en desnudar la ética de los candidatos no es igual y parejo. Algunos medios sesgan el control de la transparencia, y solo en un tema preciso –los contratos del gas– se ha podido imponer desde la sociedad y la política una discusión profunda. Luego, otro asunto en el que se guarda resonante silencio es el financiamiento de las campañas electorales.
¿Dónde están los ciudadanos? No están o están muy poco. La frecuencia de mítines es menor a la de otros procesos electorales y lo que se tiene son movimientos de baja intensidad que implican caravanas, cortos recorridos, las consabidas visitas a mercados y las fiestas populares. El contacto directo con los ciudadanos ha empezado a dejarse en manos de los candidatos al Congreso, y fuera de Lima estos contactos se reducen a la oferta de obras. Es curioso que a poco más de 30 días de las elecciones solo dos candidatos operen una plataforma virtual para el diálogo personal con los ciudadanos, y que solo uno de ellos lo haga en vivo.
La lógica que atrapa el proceso electoral es la contracampaña que se monta sobre la información de la transparencia de los políticos. Este formato deja la iniciativa en manos de los medios y de los adversarios de manera que los candidatos tienen una escasa capacidad de movimiento y deben con frecuencia rehacer sus campañas en función de estas externalidades. Las redes sociales, con todo su poderío y actividad al máximo no son la excepción, al contrario son la expresión de ese formato y han sido hegemonizadas por la contracampaña. La politicatroll puede ser divertida, pero sigue siendo eso, poca política.
El candidato encadenado en la Plaza de Armas es el reflejo tragicómico de un verdadero drama: un proceso en que los políticos carecen de agenda y espacios manejados por ellos para colocar sus mensajes. Principalmente a esto último se debe que la mayoría de candidatos presidenciales rehúyan los foros y debates. No deja de ser paradójico que escaseen los espacios para el debate pero que la mayoría de candidatos presidenciales eludan los debates.
¿Dónde están los otros temas? No están. Es probable que hasta el 10 de abril debatamos la crisis de normas y de procesos ocasionado por la falta de reformas y por las presiones de algunos partidos para reducir el número de competidores. Debemos esperar que antes de esa fecha se produzca un choque duro entre el sistema electoral y los partidos/medios en este punto.
Hasta el 10 de abril no saldremos de la contracampaña; no existen condiciones para que este formato migre hacia otro con más presencia de ciudadanos y de contenidos o que los medios amplíen su oferta con programas de gobierno. Una campaña con poca política y escasa ciudadanía es un riesgo más para la futura gobernabilidad. Es lo que tenemos. No olvidemos que la falta de contenidos es sobre todo la ausencia de compromisos.

martes, 8 de marzo de 2016

Sin Guzmán y Acuña, tres tercios y nueva campaña

Por Juan De la Puente
La reciente encuesta de GfK revela que a poco más de 30 días de las elecciones se ha (re) creado un escenario de tres bloques con similar dimensión: un tercio a favor de Keiko Fujimori, otro con los que esperan enfrentársele en una posible segunda vuelta; y el tercero, de electores indecisos o resistentes al voto.
Foto y película. K. Fujimori, J. Guzmán, A. Barnechea y V. Mendoza suben; PPK, A. García y C. Acuña bajan. El escenario que estaba llamado a ser una foto del momento ha terminado como una película en cámara lenta luego de la exclusión de dos de los candidatos, aunque sirve de mucho para recordar donde estaba cada uno de los actores.
La subida de Guzmán en cinco semanas desde la última medición de GfK es de 6 puntos. Gana espacio en los sectores C y D/E, en las grandes ciudades, en el Perú rural y en todos los grupos de edad. En el centro y sur roza el 25%, recogiendo la expectativa fragmentada e impaciente de estos territorios que respaldaron en su momento a Toledo y Humala. Guzmán se alimentaba de candidatos que perdían votos, especialmente de PPK y Acuña; él ya era un pequeño buitre.
Su crecimiento no fue espectacular si se toma en cuenta que durante un mes apareció como la víctima de las malvadas y rechazadas élites. Parece que antes de la resolución del JEE de Lima estuvo llegando a su techo, erosionado a su vez por Barnechea y Mendoza debido a sus contradicciones en temas cruciales de la campaña. Y es que PPK tampoco bajaba tanto y tan rápidamente.
Suben y bajan. Las subidas de Barnechea y Mendoza son muy significativas. El candidato de Acción Popular, casi como Guzmán subió un punto cada semana y la candidata del Frente Amplio duplicó su intención de voto. Las caídas de PPK y García también lo son, el primero porque no hizo nada para evitarlo y el segundo porque hizo todo lo posible para lograrlo. A PPK le ha pasado la factura la inercia y a García el pleito.
Este escenario es ideal para la candidata de Fuerza Popular cuya intención crece en todos los sectores sociales y en el Perú rural, aunque baja en el sur. La salida de  Guzmán deja al tablero sin retador de Fujimori y abre una batalla entre cuatro candidatos (PPK, Barnechea, García y Mendoza) que parecen entender que tienen varios enemigos, el tiempo y los otros tres, y no necesariamente a quien lidera las encuestas.
Los nuevos tercios. El país que antes se dividía en tres tercios –derecha, centro e izquierda- parece dividirse ahora en un tercio fujimorista, otro tercio que prefiere guerrear entre sí y un tercio que no confía en los dos anteriores y que espera mensajes.
Con ese marco, a la espera de la decisión del JNE, se inicia una nueva campaña, corta, dura e inédita. La medición del trasvase de votos por la salida de Julio Guzmán y Cesar Acuña no coincide con las apuestas. Por ahora. La mitad de sus votos se quedarían suspendidos en el aire, en el rubro viciado, blanco y nulo que, contra la tendencia tradicional de que bajan conforme se acercan las elecciones, trepa para volver a ser como hace meses el 30%, y en el sur rozar el 40%.
Nueva campaña. En esta nueva campaña los apoyos constan pero no son muy sólidos. La mitad de electores declara que puede cambiar su voto y dos tercios reclaman un candidato nuevo. Iniciada esta campaña, si se confirma la exclusión de Guzmán y Acuña, la pugna se traslada a lo que dejan, el centro y sur del país, los jóvenes y el sector C. Pero eso no basta; quien aspira a ser el retador de Fujimori deberá empeñarse en todo y tratar de hacer en un mes lo que Guzmán logró en dos.
Este desafío es complejo. Obligaría por ejemplo a que los candidatos salgan de las ofertas conocidas y un poco gastadas, como el sueldo mínimo o el nuevo balón de gas barato, y trasladen ofertas convincentes al centro y sur y a los jóvenes, en los que Fujimori le lleva ventaja a Guzmán (30% a 25%).
En  este juego de agregar deberían tener un papel destacado los ciudadanos. La alternativa para desarmar los tres tercios parece ser solo una, adelantar la segunda vuelta empoderando a un retador (a) con un discurso antifujimorista en lugar de los discurso consabidos contra los cuatro que quedan en lisa, “PPK es viejo”, “Barnechea no es nuevo” “Verónika es roja” o “Alan ya fue”. ¿Se podrá construir un potente antifujimorismo en 30 días?

domingo, 3 de enero de 2016

¿Ciudadanos bocasucias vs políticos limpios?

Para mí todo, para los otros la ley. Me parece increíble que algunos se atrincheren en una supuesta libertad de expresión y extra territorialidad de las redes sociales para, desde su espacio individual, ensuciar aún más una campaña que pedimos que sea limpia y decente.
Es una expresión más de la incoherencia social que le atribuimos solo a los políticos. Pedimos elecciones limpias pero insultamos a los candidatos que no son de nuestra preferencia, bajo el principio conocido de que sean otros los que se porten bien. Igual que sean otros los honestos mientras yo sigo coimeando policías y saltándome las colas.
Por lo demás, es también inconsecuencia política. Exigimos que los candidatos no se insulten y se dediquen a los contenidos, pero nosotros nos dedicamos a insultar a los que no nos gustan. De paso, ayudamos a los malos políticos; los criticamos que usen mal las redes sociales y eludan las ideas pero hacemos lo mismo, eludimos las ideas agrandando el círculo de esta evasión. La crítica a los partidos y a los políticos sobre que no respetan a los ciudadanos, es igualmente atendible cuando en nuestro caso rechazamos que el JNE intente adecentar la campaña.
La coartada es también conocida, la del falso liberalismo. Cuestionamos a los medios que usan mal la libertad de expresión, a los que acusamos de "libertinaje", pero hacemos lo mismo con nuestra libertad en las redes.
Lo de siempre, mi libertad vale más que la de otros o mi impunidad contra la justicia para el resto.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Un pacto electoral de verdad

http://larepublica.pe/impresa/opinion/19140-un-pacto-electoral-de-verdad
La República
La mitadmasuno
31 de julio de 2015
Juan De la Puente
En el Perú aplicamos magistralmente la sentencia de Shakespeare de que “el mundo entero es un escenario” o las sabias recomendaciones de Maquiavelo sobre la intensa relación que deben guardar el arte del gobierno y el arte de la escena. Al fin y al cabo, es imposible que la política no sea teatro. Lo es desde sus orígenes, porque así también se entiende la representación; desde Grecia, el drama es actuación y representación al punto que teoría y teatro son hermanos de sangre.
Nuestra crisis política ha degradado los contenidos en favor de una excesiva teatralización de lo público, a lo que los medios contribuyen y organizan. La producción de símbolos e imágenes a cargo de políticos y comunicadores se realiza con una pérdida de independencia que perjudica a los grupos políticos y a la noticia misma.
La producción escénica este año es fascinante. El actor político peruano se ha esmerado y ha sido más actor que político, al punto que con frecuencia se olvida de que no solo es lo primero sino también lo segundo. Lo que aparece como un ciclo de tensión extrema y ascendente, ha sido en realidad una sucesión de micro-ciclos teatralizados en los que las agudas imágenes de confrontación son sucedidas por etapas de cooperación.
A la derogación de la “Ley Pulpín” que arrinconó al gobierno, le sucedió el diálogo promovido por la premier Ana Jara. Luego, en pocas semanas arribamos a un tercer micro-ciclo sobre los reglajes de la DINI que culminó en su fulminante censura. Y cuando creíamos que el país incendiaría si Pedro Cateriano era designado premier, iniciamos otro micro-ciclo de cooperación con apretones de mano incluido, el mismo que fue sepultado por un quinto período simbolizado por los sucesos de Tía María, la fuga y recaptura de Martín Belaunde, la primera visita de Nadine Heredia al Congreso y el inicial boicot de la oposición de votación de la delegación de facultades.
A esa máxima tensión le sucedió el abrumador voto de la oposición a favor de la delegación de facultades. La tensión reapareció con ocasión de la elección de la Mesa Directiva y luego de la derrota del oficialismo parece que ingresaremos a una rebaja de la confrontación. Hasta un nuevo aviso.
Queda claro que tanto los políticos como los medios realizan un manejo “profesional” de la escena pública, sin desconocer por ello la veracidad de diferencias y coincidencias. No obstante, esta producción es más proclive a la tensión que a la cooperación. Organizar el desacuerdo nacional es más fácil que el acuerdo porque no requiere  de contenidos; basta algunas palabras subidas de tono, alguna criollada o insulto, y tenemos escena.
Convendría que los líderes más importantes piensen en la posibilidad de producir un escenario que permita ciertos acuerdos para que las elecciones del 2016 no se parezcan a las del año pasado, es decir, repletas de pesimismo y bulla, sin ideas y sin programas. Si el asunto se deja a la producción de lo fácil es probable que luego de las elecciones el sistema se encuentre más debilitado y se complique un tanto más la acción de gobierno. Quien aspire a dirigir el país debería preocuparse por un inicio de mandato más legítimo.
Sería conveniente aprovechar la “capacidad escénica instalada” para promover la suscripción de un pacto electoral adelantado. No me refiero a los pactos éticos que todos suscriben y que nadie cumple. Me refiero a la producción de un acuerdo que, con la participación de los organismos electorales incluya compromisos de no reelección de los legisladores sancionados por la Comisión de Ética del Congreso o sobre los que pesan investigaciones; la transparencia informativa on line de los aportes financieros privados; las limitaciones a los gastos personales de campaña y privilegio de la campaña electoral por lista; la no inclusión de candidatos sospechosos de vínculos con actividades ilícitas; la elaboración de las listas evitando el fichaje de independientes portadores de dinero; y la presentación antelada de los programas de gobierno.

viernes, 9 de enero de 2015

Las tres ideas del 2015. 02/1/2015

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/las-tres-ideas-del-2015-02-01-2015
La República
La mitadmasuno
2 de enero de 2015
Juan De la Puente
En el escenario que se organiza de cara a las elecciones del próximo año imposible pedir una reconciliación política. La competencia partidaria tiene sus propias leyes y la etapa cuyo inicio coincide con el nuevo año tendrá más de confrontación que de cooperación. En cambio, suena sensato demandar dos condiciones para el desempeño de la agenda pública: estabilidad y veracidad con el futuro.
Lo primero es deseable pero difícil de lograr, considerando la debilidad del gobierno y de la oposición, el amplio campo de maniobra de los medios, la falta de control (y de autocontrol) de algunos hombres públicos e instituciones, y la vida propia que adquirieron un puñado de escándalos, denuncias y controversias. Aun así, debe tenerse en cuenta que un escenario extremadamente inestable no parirá necesariamente un gobierno fuerte y con apoyos iniciales sustantivos.
La veracidad de las propuestas obliga a un compromiso con el porvenir más que con el presente. No obstante, los fenómenos que marcaron el año pasado, la explosión de la corrupción, la desaceleración de la economía, el delito como el principal problema nacional y la crisis en varios órganos del Estado no tendrán la misma respuesta. Tres ideas que responden a esta realidad son y serán ensayadas este año, y tendríamos que ser conscientes más allá de las banderas partidarias e ideológicas de sus efectos en el mediano plazo y de los riesgos para nuestro futuro.
La primera es la del inmovilismo; es la idea que preconiza que casi todo está bien, salvo pequeños desajustes. Esta perspectiva conservadora señala que si el país vuelve a la senda del crecimiento económico a una tasa alrededor del 5% y que si se pone freno a las tendencias antisistema, habría que cambiar poco, a lo sumo controlar la corrupción y contener el crecimiento del delito. Privada de un análisis sobre el origen de las cosas, esta perspectiva acrítica y cortoplacista se apresta a repetir el libreto de las elecciones del 2006 y 2011 premunida de la convicción de que todo cambio ofrecido tiene el tufo chavista.
La segunda es la del cambio muy acotado; es la idea que preconiza un abordaje de las consecuencias con poco énfasis en las causas. Por ejemplo, frente al estallido de la corrupción, propone más control; y ante el auge del delito, más penas, más policías, más cárceles y más autoseguridad. Esta perspectiva predomina entre líderes y partidos políticos y desde esta visión se construirán la mayoría de discursos y programas para el 2016.
La tercera es la de la reforma; es la idea que con matices señala que si bien no todo está mal, ha concluido el impulso de la transición iniciada hace 14 años y que el país necesita abrir un nuevo ciclo de renovación institucional y de políticas. Esta perspectiva tiene una diferencia crucial con los programas que compitieron en la segunda vuelta del 2006 y con el que ganó la segunda vuelta del 2011, todos ellos más centrados en el cambio económico, al señalar que el cambio político-institucional del Perú es apremiante e imprescindible.
¿Por qué esta idea que ha definido los ciclos de cambio en los que se embarcan Chile y Uruguay, y en menor medida Colombia y Brasil, no es mayoritaria en el Perú? Imposible responder sin tocar sensibles fibras de nuestra conciencia colectiva, de nuestro violento pasado reciente y de nuestros fracasos de la última década. Alberto Vergara ha definido con acierto esta conciencia como expresión de un desencuentro entre dos promesas, la neoliberal y la republicana.
Esta conciencia amenaza con ser permanente. La idea de la reforma no es popular, es contestada desde los medios y el poder económico con desconfianza, la academia remolonea frente a ella y hasta la izquierda, históricamente sensible, se distancia. De esta negativa colectiva parece haberse escapado una parte de esta reforma, la que refiere a las reglas de juego electoral que, sin embargo, el Congreso ha secuestrado. Aun así, a pesar de su soledad, esta idea se encuentra a la búsqueda de una representación política. Ojalá la encuentre.

viernes, 3 de mayo de 2013

La guerra política

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-guerra-politica-02-05-2013
La República
La mitadmasuno
3 de mayo de 2013
Juan De la Puente
El escenario peruano ha experimentado en las últimas semanas una inesperada modificación, al anticiparse la campaña electoral que a pesar de encontrarnos a tres años de los comicios del 2016, contiene elementos de creciente polarización y deterioro de las relaciones entre los actores públicos.
El principal afectado en este proceso es el gobierno, al que se le abre nuevos y vulnerables flancos; el resto de actores también sufrirá pérdidas sensibles, por las dificultades para construir coaliciones electorales sólidas y por el abandono del centro político, una ubicación privilegiada que les permitió en su momento a Toledo, García y Humala ganar las elecciones presidenciales.
El curso abierto parece irreversible; en algunos meses extrañaremos el escenario sobre el que el gobierno operaba con cierta comodidad, ante una oposición mediática, parlamentaria y empresarial que atacaba puntos específicos del Ejecutivo conservando un buen talante frente al gobierno en su conjunto. En el nuevo ciclo se esfuman los espacios intermedios y se difuminan las funciones bisagra que permitían la actuación de una mayoría política, prestada pero mayoría al fin y al cabo: el PPC y Solidaridad Nacional en la directiva de Parlamento; Perú Posible, el aliado retrechero; Mario Vargas Llosa, el garante vigilante; y los gremios empresariales, los impacientes acompañantes del manejo económico oficial.
El desenlace de este proceso es impredecible por los rasgos poco clásicos de quienes actúan en la trama peruana. No obstante, debe descartarse una ruta brasileña como la que construyó Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) en la primera presidencia de aquél, inaugurando un proceso democrático que dura más de 10 años. El Perú no tiene un sistema de partidos que acompañe y equilibre al partido de gobierno porque, paradoja peruana, el gobierno no tiene partido de gobierno propiamente dicho, carece de una sociedad civil organizada en diálogo dinámico con el gobierno y, más aún, el país adolece, a diferencia de Brasil, de una sociedad racionalmente abierta al cambio democrático.
Tampoco parece posible un escenario venezolano como el que inaugurara Hugo Chávez en 1999. El gobierno peruano carece de voluntad política para alterar las reglas del juego de la economía a pesar de las críticas que se le han realizado desde la empresa y los medios. A lo sumo, se propone una ligera innovación de modelo heredado, fortaleciendo el papel del Estado en algunos sectores sin reverdecer el estatismo. Un giro chavista implicaría un manejo más decisivo de los resortes políticos y militares del poder, improbables ahora, y sobre todo la movilización de las masas. Al contrario, el gobierno carece de operadores y de la voluntad ideológica chavista. Si hubo signos tempranos de Ollanta Humala, estos fueron su divorcio de la izquierda y su adhesión al pragmatismo. Algo más nos diferencia del escenario chavista: la alta legitimidad del mercado y el consenso nacional respecto a que el crecimiento económico debe ser defendido resueltamente.
El escenario de riesgo reside en que la pérdida de la mayoría y la guerra política aíslen al gobierno y generen un clima de tensión tanto en las alturas como en la calle, poniendo fin a los seis meses de relativa paz social. Si se fuerza una comparación, esta sería lo que vivió Ecuador entre el 2003 y 2005, cuando el presidente Lucio Gutiérrez, sin mayoría parlamentaria propia construyó un gobierno basado en una alianza con los sectores indígenas y la oposición displicente de los partidos. La ruptura de las alianzas y sus errores aislaron al gobierno que cayó por una asonada; la crisis fue conjurada por una sucesión constitucional precaria, el antecedente del actual régimen de Rafael Correa.
Para impedir ese escenario, el juego gobierno oposición no puede derivarse en una guerra política que use todos los medios al alcance incluyendo la amenaza de vacancia presidencial levantada por un partido con arraigo democrático. Nuestro sistema no resistiría 3 años de extrema polarización.

jueves, 27 de enero de 2011

El Perú conservador

La mitadmasuno
La República
Jueves 27 de enero de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/27-01-2011/el-peru-conservador

El Perú conservador está de vuelta o, como dicen muchos, nunca se fue. En la campaña electoral se está revelando como temperamento, aunque más que como apuesta partidaria se asume como cultura. En el ámbito de la democracia y de los derechos, un primer grupo se congrega en listas parlamentarias que reclutaron personajes cuyo oficio es sacralizar la violación y a los violadores de los DDHH y denostar las libertades públicas y a sus defensores. Más allá de la falsa épica que reivindican, el principal peligro de este primer grupo reside en la receta de un gobierno de mano dura contra las demandas sociales y el delito, asumiendo que ambos fenómenos no son problemas de la democracia sino de quienes están fuera del sistema.
Un segundo grupo conservador se define por su resistencia a los cambios así sean mínimos en el Estado y en la relación de este con el mercado y con la sociedad, apostando a prolongar el actual modelo de acumulación: no al impuesto a las sobreganancias, no a regulaciones para garantizar la libre competencia y no a mayores derechos de los consumidores. En este grupo, más allá de invocaciones muy generales, se registra una gran displicencia sobre la necesidad de las reformas, especialmente la reforma política y judicial. Este grupo se presenta como guardián de la estabilidad y cierran los ojos al enorme cráter que se abre en los pies del sistema político, expresado en el alto grado de demócratas insatisfechos.
El tercer grupo es el de los conservadores sociales, que se resiste siquiera a debatir temas complejos como el de la unión civil de las parejas gay, pero que su integrismo no tolera ser molestado también en otros temas como los derechos de género, la píldora del día siguiente, la educación sexual en la escuela, la planificación familiar o el aborto terapéutico. Paradójicamente, es el grupo más proclive a proponer a la salud y la educación como los ejes de la campaña electoral. Hipocresía, dicen.
Es difícil que algún candidato presidencial represente en su conjunto y públicamente estas tres corrientes conservadoras. Esto no sería una virtud sino un grave indicio, es decir, su desarrollo transversal. Si el Perú conservador logra imponer un patrón de campaña electoral que invisibiliza la desigualdad, los conflictos sociales, las demandas de derechos y la insatisfacción ciudadana, todos perdemos.