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sábado, 16 de agosto de 2014

La rebelión de los malos

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/la-rebelion-de-los-malos-15-08-2014
La República
La mitadmasuno
15 de agosto de 2014
Juan De la Puente
La delitopolítica es la fase superior de la antipolítica, el sistema de organización del poder y de la gestión del Estado vigente desde hace 25 años y que ahora nos estremece al ponernos sobre la mesa a centenares de candidatos con sentencias penales por delitos sobre los cuales la sociedad tiene un especial cuidado.
Aunque la verdad sin tapujos es que ni el Estado ni la prensa deberían horrorizarse demasiado, sobre todo si el primero fue impulsor y cómplice de la antipolítica y la segunda su entusiasta anunciadora, promotora y defensora. Tampoco el mercado debería sorprenderse tanto porque en las últimas décadas ha pedido y bregado por un sistema político bonito y barato, no necesariamente bueno, y lo ha conseguido.
La presencia de candidatos narcotraficantes, violadores, usurpadores, secuestradores y terroristas en las listas electorales no es reciente aunque revista ahora la forma de una invasión. Están siendo paridos por un sistema que aplaude y premia el rechazo a los partidos, a las ideologías y al compromiso doctrinario. Lo que empezó como la adulación a los independientes por su naturaleza pragmática, sin lealtades y sin historia adquiere ahora la forma de una resignación pública ante un modelo que se sabe puede existir solo sobre la base de partidos pequeños, débiles y a merced de los caudillos, con una vida precaria y sin democracia interna, una travesía en permanente emergencia acosada por movimientos regionales y locales que reproducen y masifican la corrupción, el populismo y el clientelismo.
Los partidos fueron en este proceso víctimas y verdugos. La antipolítica les fue impuesta por lo poderes fácticos aunque se produjo al mismo tiempo como resultado de su falta de competencia para enfrentar las crisis en la década de los ochenta. Ya es un consenso en la academia considerar que el quiebre de lo que alguna vez pudo llamarse sistema de los antiguos partidos es a la vez asesinato y suicidio.
La desprofesionalización de la política se acentuó en la década pasada; a ella concurrieron medidas y fenómenos como la misma Ley de Partidos que consagró el fichaje de independientes y relativizó las elecciones internas. En un proceso paralelo, el voto preferencial y la falta de financiamiento público de los grupos políticos dinamizaron el encarecimiento de las campañas electorales consolidando el eje que mueve casi toda elección: candidatos prestados/dinero. Mi cálculo conservador es que en estas elecciones se gastarán por lo menos 1.000 millones de soles.
Los antiguos partidos se resistieron inicialmente a este impulso de compra y venta de listas electorales, pero han sucumbido a la tentación; la antipolítica ha logrado que todos se adecúen a ella y desde esa legitimidad ha convertido la formación de la representación en lo que ahora es, un proceso generalmente irregular y a veces fraudulento de reclutamiento de militantes, formación de comités y designación de candidatos.
No es extraño que en ese contexto las elecciones sean una oportunidad para que los malos salgan del clóset y se trepen con dinero en la mano a la lista electoral que encuentren. Esta fase superior de la antipolítica está en su momento inicial; los más de 2 mil candidatos sentenciados son apenas el 2% del total de candidatos en todo el país, pero al ritmo en que opera puede alcanzar fácilmente el 6% u 8% en los siguientes comicios, un porcentaje capaz de arrebatarle a la sociedad el impulso de cambio.
Lo que no aparece suficientemente claro en la indignación de medios y líderes es la asociación de la delitopolítica con otros fenómenos que estallan al mismo tiempo, como la corrupción regional y municipal; el plagio de planes de gobierno; la compra de periodistas, jueces y fiscales; y la corrupción de buena parte de jurados electorales especiales. Quizás sea un esfuerzo agónico para decirnos que a pesar de que los malos se rebelan, arrinconan a los buenos y se cuelan a los cargos de representación popular, la reforma política no es necesaria porque aún podemos seguir conviviendo con la antipolítica.

viernes, 8 de noviembre de 2013

No se coman la democracia

http://www.larepublica.pe/columnistas/la-mitadmasuno/no-se-coman-la-democracia-08-11-2013
La República
La mitadmasuno
8 de noviembre de 2013
Juan De la Puente
La crítica a la democracia es también democrática, y la democracia se come pero no solo se come. El Latinobarómetro 2013, recientemente publicado se ha metido en problemas a la hora de explicar las percepciones sobre la democracia en algunos de los 18 países de la región.  Para explicar el aumento de apoyo a la democracia en Venezuela y Ecuador, países donde este indicador se ha incrementado en el período 1995-2013 en 16 y 13 puntos respectivamente, el informe utiliza argumentos a los que les otorga un significado disímil, los que deja de lado para explicar otros casos, como el de Chile.
El informe se embrolla respecto del autoritarismo político venezolano, que al privar a la oposición de sus derechos políticos afecta la democracia tanto como calidad como resultado tangible. Explica el aumento del apoyo a la democracia en ese país hasta el 87% con el argumento de que Chávez le dio al pueblo venezolano “bienes políticos” y que el “chavismo se consolida con Maduro”.
Esta visión obedece a una conclusión previa: que el apoyo a la democracia solo se explica desde los partidarios del gobierno de Venezuela sin considerar que una parte de los opositores a este, de derecha o izquierda, también apoyan la democracia como expectativa. Para el informe, la palabra democracia en Venezuela no cruza la disputa gobierno/oposición. La política no importa.
En el caso de Ecuador tampoco importa la política aunque sí la economía. Señala que Correa ha logrado disminuir la pobreza y redistribuir la riqueza, efectos totalmente ciertos, por lo que la población “no considera el asunto del Parlamento y de la prensa como un problema”. Ese ángulo es igualmente increíble porque supone una visión plana del encuestado, que aprueba o desaprueba en bloque los actos del gobierno en relación al paradigma de la democracia. ¿Por lo menos una parte de la “población” opositora a Correa no es democrática?
En el caso chileno, los 8 puntos de aumento de apoyo a la democracia entre 1995 y 2013 son atribuidos a la alternancia en el gobierno (allí sí la política importa). El informe desbarra cuando señala que “el apoyo a la democracia está limitado por la desigualdad del crecimiento, porque a pesar del crecimiento aún queda gente a la que no le alcanza para comer”. Los analistas no se han enterado que en Chile el problema central no es la seguridad alimentaria (2,8% de pobreza extrema) sino la demanda de una reforma profundamente democrática al extremo en que solo la candidata de la derecha se opone a la convocatoria de una Asamblea Constituyente.
Es probable que este desorden se origine en la interpretación de la clásica pregunta de los académicos Leonardo Morlino y Juan Linz que ofrece tres alternativas, apoyo a la democracia, al autoritarismo e indiferencia. Esta famosa interrogante  no mide el apoyo a la democracia como sinónimo de poder/gobierno; es un indicador crucial para entender la cultura política de los ciudadanos aunque es imposible inferir sin mayor explicación que esta opinión política no debe incluir una valoración de las instituciones, de los representantes y de sus decisiones legales y de las políticas públicas.
El Latinobarómetro 2013 presume que la calidad de la democracia debe medirse desde la norma y las instituciones como un tópico separado de la relación entre la democracia y la pobreza. Esta relación, sin embargo, es dinámica; en los países con menor pobreza persisten razones para demandar de la democracia otros resultados económicos y políticos. En ese sentido es muy debatible aseverar rotundamente que medir la democracia no es medir la calidad de la democracia. Morlino, uno de los creadores de la famosa pregunta se ha esmerado, precisamente, en evitar esa separación.
Estos vacíos o confusiones quizás denoten un problema mayor, que sirve de poco medir el apoyo de la democracia en la región si se niega a interpretar algunas respuestas como la síntesis de un estado de ánimo que los movimientos sociales y públicos revelan en favor de profundas reformas que trascienden las plataformas convencionales de gobierno.