Mostrando entradas con la etiqueta Veronika Mendoza. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Veronika Mendoza. Mostrar todas las entradas

sábado, 9 de marzo de 2019

La oposición vacante

https://larepublica.pe/politica/1413587-oposicion-vacante
La República
La mitadmasuno
15 de febrero de 2019
Juan De la Puente
A cinco meses de la primera detención de Keiko Fujimori, el liderazgo en la oposición está vacante, lo que no significa que no existan opositores y grupos opuestos al Gobierno, algunos virulentos, inclusive. De lo que carece la política actual es de alternativas a ese liderazgo solitario del presidente Vizcarra, lo que resume el vacío abierto el año pasado, que muestra un sistema descabezado, pero en movimiento.
Se ha dicho mucho sobre el piloto automático de la economía, aunque encuentro más razones para asumir que es la política la que está en piloto automático, luego de dos colapsos sucesivos, el de los partidos llamados tradicionales desplazados en las elecciones del 2011 y 2016, y el de varias instituciones golpeadas severamente el año pasado (Congreso, P. Judicial, CNM y el Ministerio Público).
De los 8 líderes a los que la encuesta reciente del IEP le atribuye simpatías por encima del 10%, solo uno (a) habla levemente del futuro (V. Mendoza); tres guardan riguroso silencio (Guzmán, Barnechea y Acuña); uno posa para la foto, que finalmente es mejor que el silencio (Kenji); y otro se defiende esencialmente de las acusaciones de corrupción (O. Humala). Los otros dos tienen restricciones para expresarse por encontrarse en prisión (A. Humala y K. Fujimori).
Quisiera conocer a los publicistas que les dijeron a los líderes que en una etapa de crisis e incertidumbre es mejor no hablar o no moverse mucho, y que no deben exponerse o participar en el corto plazo de la política. Como si el inmovilismo no hubiese destruido las posibilidades de Lourdes Flores el 2006, de Toledo y Castañeda el 2011, y recientemente de Reggiardo el 2018, o como si este no fuese un momento decisivo para la renovación profunda del sistema político.
Es Vizcarra quien desde el poder encarna el rechazo al orden de cosas y el que propugna un cambio, en tanto que los grupos que se apuntan al campo opositor representan este orden detestado por los peruanos. Mientras este emplazamiento de actores persista, cualquier dinámica contra el Gobierno –aun las más agresivas- no podrá aspirar a ser hegemónica, o siquiera rentable.
Pocas veces he visto un desprecio tan marcado por la política de todos los días, un escenario en el que nadie quiere ir más allá de Vizcarra en el corto plazo, y una baja empatía con los problemas cotidianos de la gente (seguridad, servicios, empleo, salud), con una derecha esperanzada en el hundimiento de Vizcarra desde la lógica de “todos son corruptos”, y una izquierda estancada en la convicción de que salvo la constituyente todo es ilusión.
Incluso en los grupos que simpatizan con el Gobierno no existe un desempeño independiente, y no se ejerce como en otros países los compromisos diferenciados (Alemania, Italia, Chile con Bachelet, Brasil con Lula/Dilma), es decir, de respaldo a los gobiernos y sus políticas centrales sin desatender las demandas de la sociedad.
Este asunto no tendría importancia si no fuese porque las reformas pierden peso y se relativiza su imperiosa necesidad, de la mano de la aparición de un núcleo dirimente en el Congreso, que se ha trasladado a la mayoría de medios. Si hay un fenómeno que irrumpe para quedarse es el congelamiento de las reformas votadas en diciembre, con la real posibilidad de que a fin de año ninguna de ellas se materialice.
El enfriamiento de los cambios no solo sería un revés para Vizcarra sino para las fuerzas políticas y sociales que lo propugnan. Si se consuma este fracaso no debería esperarse una nueva oportunidad para el cambio democrático, además del surgimiento de un nuevo debate nacional, ya no sobre la necesidad de una reforma en democracia sino sobre cuánto habría que prescindir de ella para que el país “cambie”.

Es hora de hablar con la gente. Luego del referéndum de diciembre, la última oportunidad en que los políticos recurrieron a los ciudadanos, la política se juega más que nunca arriba. Ningún grupo o líder convoca a la sociedad, una omisión especialmente apreciable en quienes apuestan por cambios que signifiquen el reconocimiento de derechos y libertades.

martes, 6 de septiembre de 2016

La crisis mortal del Frente Amplio

Por Juan De la Puente
Comparto siete tips muy cortos sobre la crisis mortal del Frente Amplio, en un tono menos dramático de lo que leído en las últimas horas.
Foto Gestión.
1.- El Frente Amplio que hemos conocido hasta ahora, ha muerto para el tiempo de la política. Tardará algún tiempo en ser enterrado pero es obvio que ha dejado de existir. Y ha muerto por suicidio más o menos convenido. Ahora, el dilema de la izquierda es nuevo y reside en lo siguiente: si lo que fue el Frente Amplio será reemplazado por un nuevo frente y pacto –llámese como se  llame- que siga reuniendo al partido que lidera Marco Arana y a los grupos que lidera Verónika Mendoza en otras condiciones, o si por el contrario cada una de estas tendencias seguirá un camino propio.
2.- Ninguna de las dos salidas sería terrible. La crítica a esta crisis mortal del FA no puede ser plana. Algunas de las reacciones que he leído desde la misma izquierda son poco respetuosas de un proceso que desde hace meses tenía vida propia porque está alimentada de proyectos divergentes. Cuando leo frases “otra vez la izquierda dividiéndose” o “dos soles no pueden brillar en un mismo cielo” pienso que quizás el problema sea el pueblo izquierdista –incluida la izquierda social- preso del trauma de la unidad desde su niñez política y poco preocupado en lo que creo ahora importa mucho más, la identidad.
3.- Me parece hasta cierto punto natural el modo en que se han emplazado las dos tendencias. Arana y Tierra y Libertad (TyL), persisten en una construcción orgánica que refleje una izquierda pos-socialista llevando el programa ambiental a su más alto nivel político. Ese proyecto no es ahora un proyecto de poder en el sentido de gobierno, sino el esfuerzo por construir un sujeto social consciente, organizado, colectivo, fuertemente local/rural y comunitario.
4.- Verónika Mendoza, el Movimiento Sembrar y otros grupos y personalidades muy cercanos a la ex candidata no recusan ni el programa ni la identidad de TyL pero ponen más acento en un programa de gobierno, el desarrollo de los derechos viejos y “nuevos”, la identidad de género -.por eso ella, Indira Huilla y Marisa Glave son objeto de una atroz campaña de acoso político de la derecha- en un código de mayor urgencia política, activismo de corto y mediano plazo, más urbano y regional y más dispuesto a conquistar a las clases medias.
5.- Entre ambos discursos existen fuertes vasos comunicantes, qué duda cabe, y esto explica de alguna manera –no es la única explicación- el resultado de la irrupción del FA y de Verónika en la primera vuelta electoral por el pequeño ojo de una aguja. Sería ideal que ambas discursos siguiesen coexistiendo en un nuevo frente que suceda al FA que conocimos y en el que sea explícita la diferencia y el consenso. Para eso hace falta que el proyecto de Verónika se haga más tangible, sea propio e incluso con el registro legal de partido político.
6.- Por ahora prima la diferencia, pero insisto en que no creo que se deba esencialmente a celos, resentimientos o caudillismos sino a un imposible político: mientras un grupo quiere cerrarse o abrirse muy poco para construir su proyecto al que tienen legítimo derecho, el otro pugna por abrirse mucho más precisamente para concretar su proyecto, al que tiene igual derecho. Ese es el sentido del debate FA cerrado o abierto.
7.- Creo que Verónika se encuentra ahora más libre para desplegar su liderazgo en la izquierda. He leído su comunicado donde tira hacia adelante, a que se realice el Congreso del FA en setiembre como estaba previsto y para dar a los militantes la soberanía del proceso constituyente de un nuevo frente de la izquierda peruana. Es un paso audaz y maduro. Ella plantea otra disyuntiva, unidad arriba o unidad abajo, haciendo lo que Alfonso Barrantes no hizo en 1983, es decir, organizar al pueblo izquierdista, aceptando en cambio ser el prisionero de los partidos.

sábado, 2 de julio de 2016

Seis resultados electorales inéditos

http://larepublica.pe/impresa/opinion/779669-seis-resultados-electorales-inéditos
La República
La mitadmasuno
24 de junio de 2016
Juan De la Puente
Una campaña electoral está hecha de grandes y pequeños actos y procesos. No todos son decisivos, pero se eslabonan y catalizan en grandes resultados. Anotarlo es conveniente porque la victoria de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) es explicada desde un solo fenómeno o a lo sumo dos, el antifujimorismo y el caso Ramírez/Chlimper.
Tengamos cuidado con las explicaciones monocausales. En el análisis político abusar de la agregación o desagregación lleva a dejar caer razones cruciales; la idea de que los hechos políticos “se producen” y no solo “acontecen” no es un capricho semántico.
Hay que pelar la cebolla. El Perú acaba de pasar una pequeña gran revolución; en apenas ocho meses ha terminado de morir un viejo sistema político nacido hace 35 años con las elecciones de 1980 y que, herido, se restauró el año 2000 luego de la caída de Alberto Fujimori. Al sistema de 1980 lo han matado millones de votos y una política emergente, un tipo no clásico de hacer la política que instauró Fujimori en 1992, la antipolítica.
Este es el momento más feliz de esa antipolítica, aunque algunos académicos han buceado bastante para entregarnos una imagen distinta, idealizando una épica entre el fujimorismo, una formación grande, organizada y compacta, y el resto de grupos precarios. La forma como acabaron las dos vueltas electorales indican que la precariedad es común a todos y que lo que tuvimos ante nosotros fueron grandes movimientos y/o coaliciones sociales más que formaciones partidarias, en una elección azarosa donde la casualidad ha ido de la mano con la racionalidad.
Con su victoria total, la antipolítica podría haber llegado a su límite y carecer de fuerza para definir las reglas de una gobernabilidad marcada por los vacíos. Si se recomienda estudiar fenómenos, sugeriría partir de uno: durante las elecciones la crisis de la política se ha expresado a través de varias identidades “antis” –no solo una– poderosas y en algunos casos convergentes, ineludibles de cara al futuro. Antifujimorismo, antiizquierdismo, antialanismo, antisistema, antielitismo, anticorrupción, anticentralismo, antiprivatismo, antiestatismo son expresiones que en distinta identidad han definido la micropolítica electoral y la macropolítica, la de la gran escena.
En ese contexto, una épica antifujimorista permitió la irrupción del Frente Amplio, y otra épica antiizquierdista impidió que este pasara a la segunda vuelta. Una tercera épica que podría rotularse como democrática/antifujimorista (en ese orden) impulsó a PPK a ganar la elección en una pasajera polarización electoral.
No existe en el escenario una política programática y afirmativa sino una política contestataria. El reto hacia el 2021 no es incrementar los antis sino desarrollar las identidades. Curiosamente, ese es el desafío de la derecha y de la izquierda, aunque la identidad populista en su sentido más amplio es la principal tentación en ambas.
El resultado electoral deja un cuadro de efectos nuevos. Sabemos lo que está muriendo pero no lo que está naciendo. Son tiempos inéditos: 1) Nunca, en las cinco veces en las que se llevó a cabo segundas vueltas electorales, el candidato que obtuvo poco más de 20% de votos válidos en la primera vuelta había derrotado a quien obtuvo el 40%; 2) Nunca antes, la izquierda había sido tan decisiva para que una facción de la derecha le ganara a otra facción de la derecha; 3) Nunca antes, los herederos políticos de un golpe de Estado estuvieron 24 años después de ese hecho a las puertas de recuperar el gobierno por la vía democrática; 4) Desde hace 60 años, cuando se eligió a Manuel Prado, un candidato orgánico del mundo financiero no había ganado unas elecciones; 5) Desde ese año, las elecciones construyeron mayorías políticas, a excepción de la de 1963 (Fernando Belaunde) y del reciente proceso electoral; y 6) Nunca antes, el grupo que perdió las elecciones se había quedado con el 56% de los escaños parlamentarios, más allá de la mayoría absoluta, y el grupo ganador solo con el 13% del Congreso.

El país de las tres mitades

http://larepublica.pe/impresa/opinion/775597-el-pais-de-las-tres-mitades
La República
La mitadmasuno
10 d junio de 2016
Juan De la Puente
La división electoral del Perú en dos es una realidad. Toda segunda vuelta tiene ese efecto pero la reciente fue especial porque partió al electorado en dos mitades casi exactas y desafiantes. Keiko avanzó poco desde el 40% obtenido en la primera vuelta y PPK lo hizo en una mayor medida, desde el 22% alcanzado el 10 de abril. A ello se debe que la mitad vencedora sea más heterogénea que la que perdió.
Luego de las elecciones, el hecho es que las dos mitades no son enteramente dueñas de los votos alcanzados. La división electoral ha sido transitoria considerando el abismo de representación y puede ser engañosa a la hora de la búsqueda de la gobernabilidad. Visto el proceso en su conjunto, la división electoral ha dado paso a la división política que es la que contará en adelante, es decir, un país dividido en tres mitades (con el perdón de Pitágoras y Euclides): 1) la que ha ganado; 2) la que ha perdido; y 3) la que expresa los intereses de otros ámbitos del Estado, los otros grupos políticos y las expectativas sociales vastas y heterogéneas en juego, expuestas en brechas sociales, territoriales y generacionales, cuya magnitud se empieza a estudiar.
Seria inexacto afirmar que las candidaturas de PPK y Keiko no representaron una parte de esas expectativas, pero sería igualmente equívoco sostener que esa representación fue total y que entre ambos grupos cierran con candado la gobernabilidad. Una visión tan absoluta no consideraría el inédito escenario electoral, la cobertura de ambas formaciones, la escasez de sus militancias, la atípica elaboración de las listas parlamentarias, el clientelismo en la campaña y el decisivo peso de las contracampañas.
Repartirse la gobernabilidad entre las primeras dos mitades obviando a la tercera sería muy riesgoso. La viabilidad de los pesos y contrapesos elegidos no está garantizada en un país que ha perdido músculo institucional y donde todos los grandes conflictos sociales han terminado en capitulaciones del Estado. Un consenso arriba/arriba sin mirar a la sociedad sería una ofrenda a la crisis de representación.
Lo que el país tiene al frente es una nueva transición o la promesa de ella, ya no la que operó el 2001 desde el autoritarismo a la democracia –cancelada bruscamente por Humala– sino desde la precariedad hacia la institucionalidad, aunque la que pueda recobrarse sea mínima. Ese es el sentido de las reformas que entraron por la ventana al proceso electoral, ausentes en los iniciales planes de gobierno.
El modelo de gobernabilidad no podrá prescindir del juego gobierno-oposición y de allí que los llamados a hacer un “gobierno de hermanos” o un “gobierno de primos” integrando al fujimorismo al gabinete tienen pocas probabilidades de éxito.
En este modelo caben en cambio otras figuras del diálogo político sobre el que ya se refirió PPK. La primera es el pacto nacional sobre cuatro o cinco grandes temas de la agenda pública (acaso seguridad, crecimiento, corrupción, desarrollo sostenible y descentralización) planteados de cara al país y discutidos ante él, y que involucre a todo el arco partidario parlamentario, a los otros ámbitos del Estado y a la sociedad civil. Por ejemplo, un acuerdo por la seguridad no puede prescindir del P. Judicial y del Ministerio Público, en tanto que el relanzamiento de la descentralización no puede alcanzarse sin los gobiernos locales y regionales. El espacio ideal para procesar este pacto arriba/arriba/abajo es el Acuerdo Nacional.
El Perú necesita un pacto republicano, un acuerdo que incluya líneas rojas que no deben ser cruzadas y es lo mínimo que se les puede pedir a los grupos que perdieron las elecciones sin que esto signifique que renuncien a su papel opositor al que tienen derecho. Un pacto nacional no le impedirá al nuevo gobierno intentar luego acuerdos específicos con la fuerza mayoritaria en el Congreso o integrar al gobierno a grupos que desean asumir posiciones en el gabinete.

sábado, 4 de junio de 2016

Hey tú, vota y cállate

http://larepublica.pe/impresa/opinion/771129-hey-tu-vota-y-cállate
La República
La mitadmasuno
27 de mayo de 2016
Juan De la Puente
Desde el sectarismo conservador o desde la ignorancia se ha cuestionado el apoyo crítico de organizaciones sociales y de grupos progresistas a Pedro Pablo Kuczynski (PPK), con el argumento de una supuesta inconsecuencia. Se critica el apoyo de la izquierda a una formación de derecha o que este respaldo guarde reservas porque, se dice, es insuficiente y potencialmente desleal.
La verdad es que PPK y Keiko Fujimori desde el 10 de abril son objeto de apoyos críticos, un poco más el primero que la segunda. Es más, no se entiende la 2ª vuelta como mecanismo para la formación del poder si no se acepta que quienes se resistieron a votar por dos de los candidatos en la 1ª vuelta se avengan a hacerlo en la 2ª porque sus alternativas se han estrechado. La confirmación de la vigencia del voto crítico está encerrada en la frase “en la segunda vuelta no se vota a favor sino en contra”.
El voto crítico es una adhesión reticente en la que se equilibran el apoyo y la desconfianza, una forma del llamado “mal menor”, como lo ha recordado A. Álvarez Rodrich en este diario. Es una dinámica que le cuesta entender al pensamiento ultra, un procedimiento que asume la cultura democrática para la formación de mayorías y la superación de la fragmentación. No es inocente, lo que no significa que sea traidora porque al mismo tiempo es una táctica legítima que refleja una apreciación de los desafíos, adversarios y objetivos inmediatos y mediatos. Por eso, el apoyo crítico está emparentado con otras formas de tratamiento de los retos del binomio fuerza/consenso en la lucha por el poder como la oposición constructiva, el consenso a palos, la cohabitación y el compromiso histórico.
La crítica al voto crítico es poco informada. Desconoce que es un hecho común de la política peruana. Luego de dos períodos de mayorías parlamentarias sólidas –democrática en los años 80 y autoritaria en los 90– los últimos 15 años tuvimos mayorías precarias o relativas solo logradas gracias al apoyo crítico. La investidura de 17 gabinetes entre los años 2000-2015 se debe al concurso alternativo y en cada momento de todas las fuerzas del arco político peruano, desde el fujimorismo hasta la izquierda.
Vamos, ningún grupo que ha hecho política en estos 15 años puede afirmar que nunca votó críticamente o con reservas por alguna propuesta, desde gabinetes, leyes, delegaciones de facultades legislativas, hasta tratados de libre comercio, paquetes reactivadores, mesas directivas del Congreso, y un largo etcétera.
El rechazo al voto crítico resume una visión antidemocrática y la exigencia del acuerdo o desacuerdo completo, la cultura blanco/negro sin matices y grises, el si no estás conmigo 100% estás en contra, también 100%. Un llamado al vota y cállate o al vota por mí en silencio, sin preguntas, una suerte de fascismo electoral. La hipocresía proviene de quienes ya no recuerdan que llamaron a votar por Toledo, Alan, Keiko o Humala “tapándose la nariz” en las segundas vueltas de los años 2001, 2006 y 2011.
Los pactos mundiales, regionales y nacionales no se habrían logrado sin acuerdos con reservas o aceptaciones críticas. En nuestro caso, quienes organizamos el Acuerdo Nacional hace 14 años echamos mano de mecanismos como el acuerdo con reserva, el disenso silencioso y la aprobación de lo central pero no de lo accesorio. El resultado fue el consenso político más vasto de las últimas décadas. Dato añadido, el 2011, Keiko Fujimori y Ollanta Humala suscribieron el Acuerdo Nacional; con reservas y espíritu crítico.
En la presente coyuntura, el voto crítico refleja expectativas, certezas, dudas, y el mensaje inequívoco de que los votos que obtienen los candidatos no son enteramente propios. Es un voto de aviso, un llamado al control y un adelanto de la vigilancia. Sobre todo, es un acto de independencia y de no sumisión. Nada más libre que un voto crítico.

viernes, 15 de abril de 2016

Jaque mate electoral

http://larepublica.pe/impresa/opinion/760068-jaque-mate-electoral
La República
La mitadmasuno
15 de abril
Juan De la Puente
Hay más de mil lecturas del 10 de abril y yo escojo cinco por razones de espacio. La primera clave es el giro del país a la derecha, un movimiento preanunciado desde cuando ocurrió el otro giro, el de Ollanta Humala, y al que como lo señalamos hace algunos meses (http://larepublica.pe/impresa/opinion/17586-keiko-la-rompe), los peruanos empezaron a abonarse en las elecciones del 2014. Este giro no es casual o inmediatamente reversible; es un traslado de opciones y actores, el inicio de un nuevo ciclo de duración indeterminada. Lo que hubo el 10 de abril es un jaque mate electoral.
Es crucial no negar este resultado, especialmente si la principal sorpresa de la jornada fue que contra los pronósticos, Pedro Pablo Kuczynski pasó a la segunda vuelta gracias a una audaz operación ideológica masiva y rápida contra la izquierda que logró atrapar votos indecisos y otros provenientes de Alfredo Barnechea, Alan García y la misma Keiko Fujimori. El domingo, en las casas limeñas y de otras ciudades se decía en distinto tono que “el peligro ha sido conjurado”.
Un argumento contrario sostiene que los peruanos votan por varias razones. Es cierto, pero no debe olvidarse que el voto y las elecciones son actos políticos y que sus resultados también lo son. Desagregar millones de votos en la emoción de cada elector sin consignar sus efectos, es absurdo.
¿Por qué no asumir la realidad de este giro en lugar de despolitizar el resultado electoral? Desde la derecha se cree que angelizar el resultado contribuye a la seducción del electorado para la segunda vuelta, por parte de Keiko o PPK; y desde una parte de la izquierda se cree que reconocer el viraje conservador le quitaría brillo a la épica del Frente Amplio.
Creo que es más útil sincerar las claves del día 10. Otra, la segunda, es la mayoría absoluta fujimorista del Congreso y el teñido de naranja de dos terceras partes del país. Keiko ganó en 16 regiones y en algunas con porcentajes de votos válidos cercanos al 50% o incluso más altos, como Ica, La Libertad, Lambayeque, Madre de Dios, Piura, San Martín, Tumbes y Ucayali. En Lima obtuvo 40%. 
El año 2011 el fujimorismo tuvo poco más que un quinto del electorado; cinco años después araña los dos quintos; es la conquista de una mayoría política comparada solo por la obtenida por el Apra en 1985. ¿Por qué Keiko? Es largo de describir en esta nota.
Una tercera clave se refiere a la capacidad del sistema y sobre todo de los poderes mediáticos, de producir una representación electoral hasta ahora exitosa de la derecha alternativa al fujimorismo, parecida a este en lo económico aunque distinta en lo político. Peruanos por el Kambio (PPK) parece ser un proyecto inacabado y precario pero al mismo tiempo el germen de la partidarización del liberalismo económico, con presencia urbana y clasemediera, cuyo futuro depende casi exclusivamente de un dramático desafío: diferenciarse firmemente del fujimorismo no solo en lo político sino también “alguito” en lo económico.
La cuarta clave es el ascenso de Verónika Mendoza y el Frente Amplio levantando un programa que más de uno presumía agotado, dando forma progresista a las demandas de cambio descafeinado que en un momento resumió la candidatura de Julio Guzmán, agregando valores ahora ineludibles como la transparencia pública, nuevos derechos y libertades y la movilización de la calle. En el balance no debe subestimarse que luego de tres décadas se ha producido un nuevo encuentro de una izquierda partidaria renovada y rejuvenecida con los movimientos sociales que pastan en solitario.
La quinta lectura: los tres grupos que reúnen casi el 80% del electorado (FP, PPK, y FA) no suman 15 mil afiliados, aunque se hayan impuesto sobre partidos como el Apra (224 mil afiliados, PPC (272 mil) AP (193 mil) y Perú Posible (168 mil). Sabemos lo que ha terminado de morir pero no lo que está naciendo. El sistema político está suspendido en el aire.