Mostrando entradas con la etiqueta Perú conservador. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Perú conservador. Mostrar todas las entradas

jueves, 19 de mayo de 2011

La tercera campaña

La mitadmasuno
La República
19 de mayo 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/19-05-2011/la-tercera-campana


El primer rasgo de la campaña para la segunda vuelta es la negativa al cambio de la elite empresarial y su decisión de impedirlo vía el activismo abierto contra O. Humala. Su ofensiva ha impactado sobre la candidatura de K. Fujimori transformándola en una oferta simbólica distinta. En la primera vuelta, Fuerza 2011 representaba la épica fujimorista de los noventa, el rechazo a un orden general de cosas y, al mismo tiempo, una demanda de cambio, compartida con Gana Perú. En el nuevo momento, K. Fujimori representa la tenaz resistencia al cambio.



Estas modificaciones se gestan desde la polarización que origina la primera vuelta, la que ha producido tres campañas electorales y una cuarta en proceso. Una es la de O. Humala, sustantiva en el sentido programático y consistente con la idea del cambio aun con la eliminación de los puntos críticos de su programa. La otra es la de K. Fujimori, débil en mensaje propio y crecientemente sigilosa en materia social. La tercera es la gran campaña de la elite empresarial aliada con buena parte de los medios, ruidosa, masiva, cuantiosa en recursos y agresiva en la contracampaña aunque nada creativa en la propuesta.



Esta tercera campaña dominará el escenario hasta el 5 de junio. Para Fuerza 2011 funciona como una cómoda tercería publicitaria muy riesgosa. Si K. Fujimori pierde será por el abrazo anticambio; y si gana, será por el miedo al cambio. Las consecuencias serán definitivas. En la victoria representará al país conservador contra el otro Perú que bulle y que seguirá presionando desde la calle, y en la derrota representará una opción militante pro modelo económico desde el Parlamento.



Para los sectores comprometidos con la tercera campaña la apuesta es aun más compleja. Le han planteado al país un plebiscito del modelo. Si ganan tendrán que comprometerse con el nuevo y débil poder, para sostenerlo, e instalar una especie de gobierno empresarial. Si pierden habrán extraviado la oportunidad de darle un curso democratizador al auge económico, víctimas de una recaída oligárquica y mercantilista.



Una cuarta campaña ha empezado a tomar cuerpo y de ella nos ocuparemos luego. Habría que decir por ahora que viene desde la calle. Es la izquierda social, huérfana desde la liquidación del partidarismo socialista de los noventa y que pugnará por el cambio no solo desde el cambio. También desde la barrera moral que han levantado junto a un sector liberal.

jueves, 21 de abril de 2011

Vargas Llosa y los liberales

La mitadmasuno
La República
21 de abril 2011
Juan De la Puente

http://www.larepublica.pe/21-04-2011/mvll-y-los-liberales/

Mario Vargas Llosa ha deconstruido el dilema electoral del sida vs. el cáncer que acuñó para simbolizar el centro político que naufragó el 10 de abril. Lo hace quizás porque siempre fue una figura que asumía la idea del mal irreversible que un libertario como él rechaza, un falso dilema que paraliza la acción política. Lo ha reemplazado por otro dilema, resoluble, ético y terrenal, entre un mal absoluto, la dictadura, y un mal relativo, el cambio plagado de sospechas y tentaciones, incluida la deriva autoritaria.

MVLL pone en apuros, por segunda vez en 20 años, a aquella elite política y empresarial que navegó la década democrática con la bandera liberal. Con ella les fue muy fácil apoyar a Toledo contra García el 2001 y a García contra Humala el 2006. Sin embargo, en estas elecciones, con opciones ideológicas más nítidas, estaban usando el mismo emblema para decantarse contra Humala en nombre de la libertad. Vargas Llosa les ha cortado esa ruta.

La referencia de MVLL a Sartre en su intervención en Buenos Aires no es gratuita. En Sartre, el hombre es consciente de su libertad como un valor propio y no concedido. En relación a ello no en vano el francés diferenciaba la angustia del miedo; para él, el miedo es individual y paraliza, en tanto que la angustia es creadora, colectiva y obliga a elegir.

Todo indica que como hace 20 años esas elites abandonarán a Vargas Llosa y a su liberalismo inoportuno, quizás porque son menos liberales de lo que pensaban o porque nunca dejaron de ser, con excepciones, esa derecha peruana conservadora, patrimonialista y generalmente mercantilista, que disfruta de la libertad económica pero desdeña la libertad política o la sacrifica sin contemplaciones.

Como hace 20 años, perderán la oportunidad de generar un movimiento propio emancipado del poder económico, ubicado en la sociedad y no solo en las gerencias. En aquel momento, un pequeño y digno grupo liberal se puso al lado de la libertad y de MVLL mientras la mayoría se enrolaba en el autoritarismo y la antipolítica. Algunos náufragos de esa generación se reliberalizaron, pero el resto continuó su camino.

Ahora, MVLL con su liberalismo ético, el único liberalismo posible, dispara una nueva diáspora. Es triste que, así como no deja de ser extraño que la década democrática no haya producido partidos sino antipartidos, nuestro pujante mercado produzca tan escasos liberales.

jueves, 24 de marzo de 2011

Los jóvenes humillados

La mitadmasuno
La República
Jueves 24 de marzo de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/24-03-2011/los-jovenes-humillados

La mayoría de estrategas de la actual campaña considera a los jóvenes electoralmente estúpidos, poco informados y altamente frívolos, de modo que frente a ellos no valen las ideas. Presumen que con ese sector basta una buena combinación de colores en la publicidad, algo de bulla en la TV y el uso profuso de las redes sociales con mensajes trillados. Ese modelo de campaña elude los problemas reales y vigentes de los jóvenes y propone una interlocución política/joven reducida a lo lúdico. En resumen, la juventud solo demanda diversión, no derechos.
Esa visión conservadora, en un país ya conservador, no asocia como antaño a los jóvenes al cambio y por ello no se lo proponen. Los candidatos jóvenes sintetizan esa cultura ejerciendo ellos mismos un discurso que humilla a la juventud. A lo más llegan al manido “¡Ahora le toca a los jóvenes!”, sin explicitar la agenda joven del Perú actual.
Un problema de esta campaña es la apatía ciudadana y, en ella, la de los jóvenes. Su inhibición política contrasta con el grado elevado de su frustración en temas públicos sobre los que la sociedad y el Estado presentan déficits insostenibles. El discurso proeducación de la mayoría de candidatos no atiende la totalidad de las expectativas de los jóvenes, como la falta de empleo o el empleo precario, la exclusión social, el temor al futuro sin protección, su seguridad personal y la amenaza de las drogas, entre otros.
Lo que más me llama la atención, no obstante, es la exclusión de los jóvenes de la campaña electoral. Salvo casos muy específicos de candidatos al Parlamento, la tendencia general es imaginarse a los jóvenes como oyentes y destinatarios del mensaje, nunca como actores, protagonistas y parte del proceso electoral. Es natural que ello suceda; al expropiarse a los ciudadanos aspectos claves de la democracia, como la elección de sus candidatos y el diálogo programático, también se les arrancó a los jóvenes la voz del cambio. A la exclusión social de millones de ellos le ha seguido su exclusión política. Por eso, los jóvenes son protagonistas de las decenas de conflictos sociales que agitan el país en esta etapa.
Quizás sea tarde para pedir una corrección, que se abandone el modelo de campaña que subestima y agrede a los jóvenes. No es tarde, sin embargo, para que ellos mismos sientan que deben definir una postura frente a ese tipo de campaña, de política y de democracia.


jueves, 27 de enero de 2011

El Perú conservador

La mitadmasuno
La República
Jueves 27 de enero de 2011
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/27-01-2011/el-peru-conservador

El Perú conservador está de vuelta o, como dicen muchos, nunca se fue. En la campaña electoral se está revelando como temperamento, aunque más que como apuesta partidaria se asume como cultura. En el ámbito de la democracia y de los derechos, un primer grupo se congrega en listas parlamentarias que reclutaron personajes cuyo oficio es sacralizar la violación y a los violadores de los DDHH y denostar las libertades públicas y a sus defensores. Más allá de la falsa épica que reivindican, el principal peligro de este primer grupo reside en la receta de un gobierno de mano dura contra las demandas sociales y el delito, asumiendo que ambos fenómenos no son problemas de la democracia sino de quienes están fuera del sistema.
Un segundo grupo conservador se define por su resistencia a los cambios así sean mínimos en el Estado y en la relación de este con el mercado y con la sociedad, apostando a prolongar el actual modelo de acumulación: no al impuesto a las sobreganancias, no a regulaciones para garantizar la libre competencia y no a mayores derechos de los consumidores. En este grupo, más allá de invocaciones muy generales, se registra una gran displicencia sobre la necesidad de las reformas, especialmente la reforma política y judicial. Este grupo se presenta como guardián de la estabilidad y cierran los ojos al enorme cráter que se abre en los pies del sistema político, expresado en el alto grado de demócratas insatisfechos.
El tercer grupo es el de los conservadores sociales, que se resiste siquiera a debatir temas complejos como el de la unión civil de las parejas gay, pero que su integrismo no tolera ser molestado también en otros temas como los derechos de género, la píldora del día siguiente, la educación sexual en la escuela, la planificación familiar o el aborto terapéutico. Paradójicamente, es el grupo más proclive a proponer a la salud y la educación como los ejes de la campaña electoral. Hipocresía, dicen.
Es difícil que algún candidato presidencial represente en su conjunto y públicamente estas tres corrientes conservadoras. Esto no sería una virtud sino un grave indicio, es decir, su desarrollo transversal. Si el Perú conservador logra imponer un patrón de campaña electoral que invisibiliza la desigualdad, los conflictos sociales, las demandas de derechos y la insatisfacción ciudadana, todos perdemos.

sábado, 31 de julio de 2010

La nostalgia electoral

La mitadmasuno
La República
Sábado 31 de julio 2010
Juan De la Puente
http://www.larepublica.pe/la-mitadmasuno/31/07/2010/la-nostalgia-electoral

El reagrupamiento del país conservador avanza de cara a las elecciones del 2011. Y lo hace imponiendo un debate de esencia nostálgica. En un lado, su centro de gravedad es la denuncia del desorden acrecentado como realidad y como peligro. La campaña en relación con la liberación de terroristas, los reales y los inocentes de Hubert Lanssiers, y los pagos de las reparaciones ordenadas por la Corte de San José intentan catalizar la opinión pública desde el pasado, como si SL estuviese a las puertas de Lima o en las elecciones se jugara la existencia misma del Estado.
Esta añoranza es contestada con una similar desde el país supuestamente progresista. El centro de gravedad de esa otra nostalgia es la derecha de hace 10 años y no la actual. En esa perspectiva, el peligro de Keiko Fujimori reside en la década liderada por su padre y no en su visión actual del futuro. Da la impresión de que, planteadas así las cosas, las elecciones se jugarán el año 2000 y no el 2011 y que el eje de la discusión girara entre fujimorismo y antifujimorismo.
Los cambios económicos y sociales de la década deberían motivar evoluciones en la política, principalmente en los programas. A ello se resisten quienes proponen un debate congelado en el 2000. Plantear una discusión que ignore el crecimiento de los últimos años, la reducción de 20 puntos de pobreza y la afirmación de un modelo que incluye y excluye al mismo tiempo, podría ser la base de un suicidio colectivo. Eugenio Tironi, reconocido publicista chileno, explicó hace poco (Radiografía de una derrota, mayo 2010) que el fracaso de la Concertación se debió a que los que gobernaron Chile durante 20 años le ofrecieron al electorado un país anterior a los cambios que ellos mismos impulsaron. Es decir, no miraron al país ni a las demandas del electorado.
La apuesta electoral nostálgica es riesgosa. Para empezar, provocaría una falaz polarización cuyo primer efecto sería el debilitamiento del centro político, incapaz de darse continuidad a sí mismo. Una campaña de cara al futuro obligaría, por ejemplo, a reconocer que el Perú de ahora es políticamente más plural que el 2000, aun a pesar de la debilidad de sus partidos, y que la clave del debate no es como deshacer lo registrado en estos años sino como desarrollar más democracia, equidad e inclusión, más Estado regulador y promotor y más mercado. En ese sentido, la opción no es la refundación conservadora sino la reforma política
.