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sábado, 30 de julio de 2016

El fujimorismo en tres tiempos

http://larepublica.pe/impresa/opinion/787610-el-fujimorismo-en-tres-tiempos
La República
La mitadmasuno
22 de julio 2016
Juan De la Puente
En la discusión sobre el fujimorismo se diferencian hasta tres visiones; 1) la que afirma que no ha cambiado, mayoritaria en la elite política; 2) la versión propia de Fuerza Popular, que sostiene que ha evolucionado, puesta en duda por lo sucedido antes de la segunda vuelta electoral; y 3) la que reconoce lentos cambios, en el largo plazo, sobre todo hacia afuera y en su relación con la sociedad, una visión que se abre paso en la academia.
Este debate se traslada al interior del fujimorismo como dilemas y crecientes matices; el corte entre albertistas y keikistas es solo uno de ellos y no parece ser ya el más importante; otros dos cortes son muy sugerentes: el primero entre los fujimoristas de abajo más conservadores y resistentes al cambio, y la elite más permeable al juego político; y el segundo corte, entre los fujimoristas institucionalistas, militantes o no de Fuerza Popular, y los recién llegados a los comités partidarios y al Congreso, con un juego muy propio.
Estos cortes relativizan la presentación del fujimorismo como un todo pulido y acabado, un objeto ya conocido al que solo hay que redescubrirlo cada 5 años, cuando en realidad es un proyecto inacabado, claramente en tránsito, un proceso acentuado en las últimas elecciones. Estos dilemas viejo/nuevo o cuanto viejo/cuanto nuevo serán cruciales en el próximo quinquenio en el que los seguidores de Keiko Fujimori tendrán la mayoría del Congreso y sin duda gravitantes para sus expectativas el 2021.
Si el fujimorismo fuese una formación partidaria cohesionada de acuerdo con los estándares clásicos estos temperamentos serían menos gravitantes. Resulta sin embargo que más que un partido es un movimiento, una pesada cruz que deben de cargar los grupos herederos del autoritarismo y/o populismo, obligados siempre a rendir tributo a la tendencia social que encarna y condiciona discursos y programas.
Estos cortes internos están jalonando a Fuerza Popular. La designación de Luz Salgado, un claro punto de unidad interna, como Presidenta del Congreso, fue la apuesta por una conducción al mismo tiempo opositora y abierta del Parlamento, una visión macropolítica de la relación con el gobierno. Pero esta decisión ha sido seguida por dislates personales arriba y desbordes abajo, como la marcha por el indulto a Alberto Fujimori.
El fujimorismo se debate entre la macro y micropolítica; algunos de sus voceros expresan lo segundo, como el que acaba de protagonizar un enfrentamiento con el Frente Amplio acusándolo de terrorista. Sin embargo, más allá de los insultos, la tensión macro vs micro también legitima el juego propio y la narrativa autónoma que han empezado a construir las nuevas tendencias de su numerosa bancada.
El carácter conservador y plebeyo del fujimorismo es incuestionable, pero parece estar en disputa su relación definitiva con el régimen político vigente y con el modelo, o con una parte sustantiva de este. Las narrativas que se abren podrían llevar a caminos irreversibles; he leído por lo menos dos columnas (Cecilia Valenzuela y Patricia Teullet) horrorizadas por la crítica fujimorista a PPK por su relación con las grandes empresas; al mismo tiempo, otros parlamentarios de Fuerza Popular han militado los últimos años en la ortodoxia económica, y no son pocos los que respaldan el proceso de descentralización y se integran en otro de los cortes que exhibe su bancada, entre provincianos y capitalinos.
Ante la ausencia de un estado mayor fujimorista esta evolución tiene plazo fijo porque estará condicionada al desempeño del Parlamento en el próximo quinquenio. Las opciones de este proceso son todas posibles, desde una reivindicación simple y llana del pasado hasta los parecidos con el peronismo. En cualquiera de las opciones, el fujimorismo y el Congreso necesitan orden, tanto como para colaborar como para oponerse al gobierno y el primer llamado a garantizar ese orden es Fuerza Popular. El exceso de micropolítica puede ser su perdición; puede gratificar al protagonista, pero siempre pasa factura a los partidos.