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domingo, 23 de septiembre de 2012

La verdad (o la mentira) no mata

(Este post fue escrito el domingo 23 en la noche, cuando el debate giraba en torno al argumento de que el asesinato fue por causa de la revelación de Ruth Thalía en el programa ELDLV. Hoy publico un artículo en La Repùblica con nuevos elementos con el mismo título. Creo que a pesar de las nuevas evidencias, es importante discernir el papel de la verdad en este tema. El link del artículo puede leerse en la actualización).
Al margen de los gusto por los reality (nunca vi más de un programa y cuestiono su valor como medio de entretenimiento o de realización de la noticia) me parece inaudito que se considere al programa El Valor de la Verdad (ELDLV) responsable de la muerte de la joven Ruth Thalía Sayas y se diga muy poco de la víctima y de la naturaleza del crimen.
Se sugiere que el programa, al develar los secretos de Ruth Thalía, la puso en el camino del asesino. Otra interpretación, dentro del mismo razonamiento, indica que el asesino podría haberla matado para cobrar su parte del pago por asistir a un programa donde ella (ellos) mintió (mintieron) por dinero. Una tercera explicación, siempre en ese mismo orden de ideas, señala que el lugar y contexto de las revelaciones de la joven humillaron al asesino disparando una emoción violenta por lo que la producción del programa sería por lo menos cómplice del crimen, por incitación.
Ma parecen apreciaciones equívocas que apuntan a restarle al crimen esa condición, es decir, un homicidio agravado por el secuestro, acaso la violación y por supuesto la premeditación, un asesinato que cae en el tipo penal del feminicidio por el odio y/o la extrema crueldad contra una mujer por su condición de tal.
La verdad no mata aunque haya sido revelada ante millones y supuesto una inmensa humillación para el asesino, en ese momento pareja de la joven estrella fugaz de la TV. Peor aún porque en la ley peruana, el ejercicio de la prostitución, ocasional o permanente, es legal y si es ejercida ilegalmente se busca sancionar al que la promueve, porque la sociedad no deja de considerar a la mujer, en este caso, una víctima. Con el Código Penal vigente, los asuntos del sexo han dejado de ser un tema de honor y han pasado a ser un asunto de libertad y por eso el concepto de libertad sexual. El asesinato de Ruth Thalía nos devuelve a la visión pasadista convertida donde el sexo es sinónimo de honor, si se considera que ese fue el móvil. 
¿Pudo no haber crimen sin la verdad? Es probable, pero presumir que el crimen se produjo como consecuencia de la revelación de una verdad equivale a proponer que esta nunca vea la luz. Nada justifica el homicidio, ni la verdad, ni la mentira, el amor, el odio, el abandono o la traición. La verdad o la mentira solo pueden llevar a una pena por la vía de la ley, no de mano propia.
La asociación del crimen de Ruth Thalía con lo que sucedió alrededor del programa de Jenny Jones en EEUU es absurda. En ese caso, el programa efectivamente acercó a la víctima con el asesino e incentivó a este a matar como colofón de una trama de engaño. El nuestro es un caso distante de ese episodio. Finalmente, informaciones recienten indican que entre víctima y asesino (lo dicen los familiares del primero) había una compleja relación que hace imposible o por lo menos relativiza la idea de un asesinato como venganza a la humillación.
Algunos mezclan en el análisis la naturaleza del programa con el tipo de verdad que busca. Detesto que la prensa, con o sin realitys, exponga la intimidad de la gente, con o sin su consentimiento, pagándole o no. No obstante, eso no conduce directamente a los tribunales, salvo en los casos de injuria, difamación y calumnia, los clásicos delitos vinculados al honor. Las personas tenemos lo que se denomina autodeterminación informativa y decidimos que infornación íntima permitimos que se conozca. El ejercicio de esa libertad no puede ser motivo de homicidio.
Actualización martes 25.9.2012
Con los nuevos datos, sobre que el crimen fue por el dinero, condenso y preciso lo dicho arriba en mi artículo en La República, el 25 de setiembre (aquí).
Este es el caso de Jenny Jones, en EEUU (aquí) que creo no se parece al ocurrido aquí. El resumen del mismo caso por el The New York Times (aquí).
Esto es lo que cuelga en su FB Maritza Espinoza (aquí).
La opinión de Fernando Vivas (aquí).