lunes, 31 de julio de 2017

Oleada divisionista y divisoria

http://larepublica.pe/politica/1064138-oleada-divisionista-y-divisoria
La República
La mitadmasuno
21 de julio de 2017
Juan De la Puente
La presente es una coyuntura excepcional del sistema, que muestra nuevos y más consistentes límites del modelo de democracia sin partidos que el año pasado volvió a ilusionar a más de un académico, al punto de sostener que habíamos franqueado sin problemas las puertas de un nuevo quinquenio de gobierno, contra el sentido común que sostiene que nos encontramos ante el fin del ciclo antipolítico.
No ha sido así. En pocos meses, ha colapsado la representación emergida de las elecciones. De los seis grupos que pasaron la barrera electoral, dos están divididos en facciones orgánicas (Apra y AP); otro ha consumado un divorcio a palos (Frente Amplio); un cuarto grupo se agita por tendencias centrífugas (PPK); y el quinto vive una disputa familiar extraña. Solo se salva Alianza para el Progreso (APP) quizás solo porque es un emprendimiento electoral, con más socios que militantes.
Desde la década de los sesenta (Apra, AP, Democracia Cristiana y Partido Comunista) el sistema no había experimentado un frenesí de divisiones o de sonadas disidencias. Las razones esta vez son distintas. La actual ola divisionista presenta un carácter inédito: nada ideológica, nada programática, muy poco principista, y eso sí, esencialmente administrativa. En dos de estas divisiones (Fuerza Popular y Frente Amplio), lo central son los reglamentos parlamentarios y en otros dos casos (Apra y AP), los estatutos.
Los grupos partidarios nunca se habían peleado tanto por tan poco. Visto como un fenómeno agregado, no se encuentran en disputa los proyectos sino las inscripciones legales. Divisiones profundas las de antes, cuando las guerras internas consistían en arrebatarle al adversario pedazos de militancia para construir nuevas colectividades. En este contexto, la militancia tiene poco interés para la batalla; solo recordemos que los tres partidos que ocuparon los primeros lugares en la primera vuelta del año pasado, Fuerza Popular, PPK y Frente Amplio, no superaban juntos los 15 mil militantes, a pesar de lo cual les ganaron a partidos como el Apra, PPC y AP, que juntos superaban medio millón de militantes.
En las actuales peleas, las formas hacen el fondo. Eclipsados o liquidados los líderes vigentes durante las últimas tres décadas, la nueva representación que parecía haber tomado la posta confronta tempranos problemas. Les falta ya no historia, que sería injusto pedir ahora, sino lo más elemental, les falta política, eso que le piden a PPK cuando en realidad se trata de una carencia generalizada.
Todas las divisiones a las que asistimos no movilizan sino desmovilizan, no politizan sino despolitizan, no ensanchan el escenario sino lo vacían de razones superiores. En el Apra, ya ni se discute al retorno a Haya, el leitmotiv de sus debates en la década pasada, y en Fuerza Popular no está en discusión el fujimorismo sino la capacidad decisoria de su lideresa, al punto que ha nacido –paradoja de paradojas– una corriente antifujimorista dentro del fujimorismo.
La baja política está en su hora estelar acompañando la crisis al parecer final de la antipolítica. Sucede no obstante que los hechos de esta crisis no permiten albergar esperanzas de una renovación del sistema, especialmente luego de que con un entusiasmo más o menos compartido los nuevos líderes han matado la reforma electoral, la llave que les podría garantizar la reproducción legitimada de su liderazgo. Parafraseando a PPK, se han suicidado un poco.

En cambio, lo que asoma es la contrapolítica, que es divisoria de las opciones éticas de lo público, una completa recusación a toda práctica política y el rechazo a un mínimo estándar de representación pactada, es decir, un vaciamiento de los más elementales principios republicanos. Si no se produce un pacto por una reforma profunda, la contrapolítica barrerá a los nuevos liderazgos y a sus grupos. Varias regiones del país, por lo menos un tercio de ellas, ya viven en contextos de contrapolítica. Por esa razón no me entusiasma el cuadro de rivalidades actuales y guerras que parecen ser del fin del mundo. No lo son.

¿Un bipartidismo imperfecto y acosado?

http://larepublica.pe/impresa/opinion/893010-un-bipartidismo-imperfecto-y-acosado
La República
La mitadmasuno
7 de julio de 2017
Juan De la Puente
La decisión de Keiko Fujimori de solicitar el inicio de un diálogo al presidente Pedro Pablo Kuczynski cambia el escenario de tensión de varias semanas, e instala un momento inesperado de cooperación explícita. Este momento es vulnerable porque precisa de éxitos igualmente categóricos por parte de ambos que ya arrastran un diálogo frustrado, el de diciembre, instalado luego de la censura de Jaime Saavedra.
Este momento necesita ser fructífero y algo prolongado, al punto que obliga al cambio de las narrativas en cada lado, en las que aún se aprecia una lógica de guerra. La misma discusión sobre la presencia de Luis Bedoya Reyes en el diálogo evidencia que todavía falta que los actores se vistan de consenso en lugar de confrontación y dejen de escuchar a los señores de la guerra.
La pregunta de por qué la lideresa de Fuerza Popular realizó este giro es totalmente vigente de cara al futuro. La primera respuesta que remite a una maniobra conspiradora cede fácilmente ante explicaciones más racionales y convergentes: 1) el asomo de una crisis interna que se acelera con la posibilidad del indulto a Alberto Fujimori, que la dirección de Fuerza Popular cree que debe encontrar a Keiko controlando los resortes del fujimorismo; y 2) la escasa eficacia de la confrontación como método de acumulación de fuerzas de cara al 2021, de acuerdo a las últimas encuestas.
La guerra de varias semanas ha servido de poco. De acuerdo a la última encuesta de GfK, la opinión pública no se hace eco de la sensación de incertidumbre que agita a la elite gobernante, y no premia a ninguno de los actores de esta batalla que solo ellos creen que es épica y principista. La sociedad piensa que ambos son lo mismo y los datos duros indican que los poderes están desgastados y son socialmente rechazados: 1) solo el 39% cree que las relaciones entre el Gobierno y el Congreso son conflictivas, frente al 38% que cree que avanza a pesar de las tensiones, y un 11% que cree que son cordiales; 2) casi la mitad de los peruanos creen que ambos poderes están peor de lo que esperaban o no esperaban nada de ellos; 3) más de dos tercios creen que lo que viene del Gobierno y del fujimorismo será igual o peor de lo que hubo hasta ahora; 4) el 45% sostiene que ni PPK ni Keiko tienen un plan claro para el país; 5) la aprobación de Keiko ha subido a 48% en Lima, pero su desaprobación ha trepado a 64% en el sur; y 6) PPK tiene una aprobación de 47% en los sectores A/B, pero una desaprobación en Lima de 60%.
En ese contexto, un diálogo de a dos es un error garrafal y es inexplicable que quien se aferre a este modelo sea precisamente el fujimorismo, aspirante a gobernar supuestamente con amplitud dentro de 4 años. Un bipartidismo imperfecto (PPK y FP suman dos tercios de los votos válidos del 2016) es una amenaza a la democracia, especialmente si el diálogo que empezará en pocos días tiene por ahora pocas salidas. Incluso la posibilidad de que el diálogo no sea llevado al Acuerdo Nacional (donde murió el reciente intento, por responsabilidad del gobierno) obliga a tomar en cuenta a los otros actores políticos y sociales. ¿Les han comentado a los dos dialoguistas que es de manual que en épocas de crisis se incluya en el consenso a la mayor cantidad de actores?
Todos los diálogos son bienvenidos, incluso si las partes solo se sientan a la mesa, pero me temo que lo que hoy se necesita es algo más, es decir, un entendimiento nacional que no pasa ni por un pacto bajo la mesa para dar y recibir ventajas, o un cogobierno, un modelo de pacto que –entiendan, por favor, Confiep, economistas sin respuestas técnicas, y nostálgicos de los noventa– ahora no es viable.

Para efectos de acuerdos de mayor calado, más legítimo y profundo, cada parte de nuestro país reclama con justicia su pedazo de diálogo y mantiene expectativas que ya fueron explicitadas durante el proceso electoral hace un año. La política tiene varias virtudes pero no es mágica, no puede hacer desaparecer las demandas sociales y regionales ni las necesidades de reformas al sistema.

Cómo has crecido, Baby (I) (II) y (III)

http://larepublica.pe/impresa/opinion/890817-como-has-crecido-baby-i
http://larepublica.pe/politica/1061402-como-has-crecido-baby-ii
La República
La mitadmasuno
30 de junio de 2017
Juan De la Puente

Hace algunos años, la detención de un policía comprometido con el delito común era un noticia inesperada y desagradable. Esta penetración del “mal dentro del bien” se registraba especialmente en relación con el tráfico de drogas y el control del tránsito, y era esencialmente una degeneración personal. Con el paso del tiempo, los compromisos delictivos se han hecho colectivos al punto que varias veces casi toda la plantilla de las unidades antidrogas terminó envuelta por el delito.
La evolución es radical, intensa y rápida. La reciente detención de más de 20 oficiales y suboficiales de la División de Investigación contra el Crimen Organizado, y de la Dirección de Inteligencia de la PNP, asociados a un grupo de mafiosos prontuariados, varios de ellos en prisión, evidencia que la masificación de la corrupción policial se encuentra en el punto más alto.
Una cosa era la corrupción personal, cuentapropista o de pequeños núcleos, y otra es la colectivización mafiosa de buena parte de las estructuras policiales. El salto cualitativo es crucial, al potenciar el desafío de la seguridad ciudadana hacia límites poco imaginados hasta hace poco, una realidad de donde emerge una grotesca pero certera pregunta: ¿quiénes harán la lucha contra el delito?
Cuando la crisis de seguridad se hizo patente, a finales de la década pasada, varios anotábamos en relación con este punto que la evolución de esta crisis nos acercaba a las experiencias mexicana y colombiana combinada y no solo a una de ellas. Si en ese momento México y Colombia estaban cerca, es posible que ahora se encuentren aquí. Varios rasgos del proceso registrado en los dos países se están desarrollando en nuestra seguridad/inseguridad, como la masificación del delito y la integración de las familias a él; la sofisticación del crimen; la brutalización de los grupos de tarea; y la pauperización de la policía como antecedente del desborde de sus filas hacia el enemigo a combatir. Puede doler decirlo o escucharlo, pero parece que estamos en los inicios de una importante alianza social entre los buenos y los malos.
Este proceso tiene varios años en curso y, en ese contexto, es meritorio lo realizado en la última etapa por el alto mando policial y la actual gestión del Ministerio del Interior. De hecho, emerge esta alarmante colectivización debido a la labor de los sectores sanos, institucionales y valerosos de la PNP y el MININTER dispuestos a combatir el crimen dentro de casa. Los operativos contra los Babys de Oquendo, la mafia de Chilca y la denuncia del escuadrón de la muerte, es trabajo limpio policial con ayuda de la fiscalía, y, ojalá sea siempre, de los jueces.
Espero que sea suficiente. El debate dentro y fuera del Congreso durante la reciente interpelación del ministro del Interior, Carlos Basombrío, me genera dudas sobre la claridad del liderazgo del país ante esta realidad. En el Congreso, la mayoría de las preguntas de la interpelación y las intervenciones en respuesta al ministro brindaron la sensación de la falta de conciencia colectiva respecto de esta crisis. Las críticas radicales, envueltas en la pequeñez de las cosas y en la denuncia populista del estado de la cuestión –una especialidad que dominan varios legisladores pero que no pasa de su indignación frente a las cámaras de TV–, han sido como se esperaba las que menos han aportado.
Sucede no obstante que no es la única inconciencia; esta también opera en la sociedad que, a pesar de responder en las encuestas desde hace 5 años de que la delincuencia es el principal problema del país, no está dispuesta a llevar a cabo importantes aportes personales y sacrificios para conjurar esta crisis nacional. Lo patentiza lo más público: la microcorrupción en la que incurren masivamente los ciudadanos y la cooperación con delitos e infracciones; y la precipitación de decenas de miles de peruanos a los grupos criminales que –como ya lo demuestran México y Centroamérica– son una importante fuente de generación de empleo. Nuestra economía tiene menos proletariado y más lumpen proletariado.

http://larepublica.pe/politica/1061402-como-has-crecido-baby-ii
La República
La mitadmasuno
14 de julio de 2017
Juan De la Puente
Recientemente fueron liberados 11 de los 24 policías detenidos en la operación contra la banda “Los babys de Oquendo” porque habrían sido “engañados” para participar en el desalojo de un terreno de Puente Piedra.Esta explicación podría ser verosímil considerando el sistema de ordeno y mando policial, más aún si se trata de suboficiales, aunque este hecho actualiza una declaración del ministro del Interior, Carlos Basombrío, sobre que se podría terminar con el crimen organizado antes del Bicentenario “si existe un trabajo conjunto con el Ministerio Público y el Poder Judicial”.Ese trabajo conjunto, adecuado al marco descrito contra el crimen organizado, no existe. El virtual fracaso del Consejo Nacional de Política Criminal (Conapoc) y la ralentización del Acuerdo Nacional por la Justicia, lo resumen casi sin palabras, en tanto que la práctica fiscal reciente y las decisiones judiciales relativizan la colaboración eficaz como mecanismo de lucha contra los grupos criminales.La figura dominante de la lucha contra el delito es la de esfuerzos meritorios y avances parciales dentro de un espiral cualitativo que eleva el delito en número y calidad, una batalla ahora claramente desigual librada por la policía a su suerte, con los otros operadores del sistema atrincherados en sus autonomías, con las que parecen hundirse por exceso de peso.En el cuadro general, ahora se denuncian más delitos (primer indicador), se detienen a más personas (segundo indicador), sin impactar en la tasa de hechos delictivos. Según las estadísticas de la PNP, el 2016 se detuvieron a más de 111 mil personas, un 16% más que el año anterior y mucho más que los 74 mil detenidos el 2011. Al mismo tiempo, si bien es cierto que se registra una pequeña caída de las denuncias de delitos contra el patrimonio, el delito más importante en este rubro, el hurto, no se ha reducido, en tanto que los delitos de secuestro y violación sexual tuvieron un incremento significativo (tercer indicador).En nuestro país se denuncian 23 delitos cada hora, y más de 5 mil cada semana, una frecuencia que solo puede ser medida de modo muy general, porque los datos policiales son audaces y engañosos, hacen énfasis en los logros y esconden los aumentos de varios delitos en el oscuro rubro de “otros”.Aun así, esos datos dan cuenta del desborde de la crisis de seguridad en lo tocante a la impunidad (cuarto indicador), resumido en una enorme brecha entre las denuncias y las detenciones. En el 2016 se registraron 94 mil denuncias de hurto, pero hubo solo 15 mil detenidos; 76 mil denuncias por robo con solo 13 mil detenidos; y 9 mil denuncias por violación sexual, con apenas 3 mil detenidos.Con relación a delitos específicos debe tenerse en cuenta que el año pasado hubo 844 denuncias de extorsión con solo 222 detenidos, que en una interpretación optimista podría significar que cada detenido era responsable por cuatro de las denuncias.Similar brecha se advierte en la investigación criminal propiamente dicha. Al 2007, de las 9 mil denuncias tomadas por la Dirincri se resolvieron 7 mil, es decir, se esclarecieron el 78% de los hechos desde la perspectiva policial. Desde ese año se ha producido un aumento significativo de denuncias que superaron en un momento las 40 mil (2010) con una baja tasa de resolución que cayó al 20%. El año más terrible fue el 2015, cuando de las 33 mil denuncias solo se esclarecieron en el ámbito policial poco más de 5,800, es decir solo el 17%. El 2016 esta tasa subió al 20%, pero está lejos de lo mínimamente aceptable.Es una pena que un debate sobre logros y desafíos no estuviese presente en la reciente interpelación del ministro Basombrío, y en cambio la base de la discusión se situase en lo estrictamente personal. No es extraño, por esa razón, que según la última encuesta de GfK, más de dos tercios de los peruanos desconozca qué propone la oposición sobre seguridad ciudadana, la principal razón de desaprobación del Gobierno y el asunto por el que fue interpelado el ministro.


http://larepublica.pe/politica/1069601-como-has-crecido-baby-iii
La República
La mitadmasuno
4 de agosto de 2017
Juan De la Puente
Debe anotarse como logros en la lucha contra el delito los más de 70 megaoperativos realizados en los últimos meses, la captura de 500 de los 1,800 grandes delincuentes buscados, y la férrea respuesta interna a la corrupción policial. Siendo esto inicial y correcto, me temo que la primera tendencia del proceso es que ha llegado a un límite operativo e institucional que debe ser encarado con un ánimo reformista firme.
La parte institucional de este límite reproduce brechas entre la policía y la fiscalía, entre esta y los jueces, y entre todos los actores de una política criminal pública. La parte operativa es estrictamente policial y se resume en una crisis de la investigación criminal cuyas cifras no dejan dudas. Hace 10 años se resolvían el 78% de las denuncias a cargo de la DIRINCRI, que es una parte del total de denuncias; desde entonces, se ha producido un fenómeno perverso, el aumento vertiginoso del número de denuncias y la caída con igual velocidad del número de investigaciones exitosas. En el 2014, de 33 mil denuncias solo se esclareció el 17% y el año pasado de 22 mil, solo se esclareció el 20%.
En cifras gruesas, 18 mil denuncias investigadas el año pasado por la DIRINCRI no han sido resueltas, es decir, que solo una de cada cinco denuncias es resuelta, una brecha gigantesca que revela que, junto a la impunidad conocida, la judicial, que consiste en un mal juzgamiento del delito, coexiste la impunidad policial, más perjudicial y recreadora del delito.
La primera constante de esta brecha, el aumento de denuncias, debe ser estudiada para esclarecer lo siguiente: 1) si se debe a que los ciudadanos confían más en la policía; 2) si se registran más denuncias porque se cometen más delitos; o 3) si este incremento se debe a que el volumen de lo afectado es mayor. A simple vista, el crecimiento de las tasas de victimización y la relación entre aumento de delitos contra el patrimonio y los índices de crecimiento y distribución, indican que se trataría esencialmente de las dos últimas razones.

Respecto a la segunda constante, la brecha denuncia/esclarecimiento, es perceptible que no hubo estrategia para asimilar la avalancha de denuncias, a pesar de cierto esfuerzo en acercar a los ciudadanos a las comisarías y hacer más amigable este tedioso proceso. Que cada año DIRINCRI, el cuerpo especializado de la PNP, tenga 20 mil denuncias en promedio sin resolver indica varios fenómenos que no pueden barrerse bajo la alfombra y que parecen ser concurrentes: 1) el escaso número de personal competente para la investigación criminal; 2) la sofisticación de los infractores; 3) la obsolescencia de técnicas e instrumentos de investigación; 4) la corrupción policial, de lo que hay sonados ejemplos; y 5) la persistencia de arreglos institucionales deficientes y de poca eficacia operativa.