lunes, 26 de marzo de 2012

El silencio presidencial. Cantidad y calidad.

Ha sido celebrado como un gran acontecimiento el que el Presidente Ollanta Humala haya roto su silencio de más de 80 días. No sé si son tantos porque el mandatario ha tenido en ese lapso otras intervenciones. Lo que no hubo fueron largas entrevistas como otras tres o cuatro anteriores, concedidas a medios. En todo caso, el silencio presidencial se ha convertido en un problema de la política.
Es evidente la austeridad verbal del Presidente; más notorio en un país presidencialista y en una etapa en que sus dos antecesores, Toledo y García, fueron muy comunicativos. Se agrega a ello el hecho que el gabinete Valdés fue diseñado para no hablar, porque los ministros son técnicos, de modo que la política la debería hacer el Presidente. Por ello será que casi la mitad del gabinete es casi mudo, aumentando el déficit de palabras.
A Humala le ha funcionado el silencio. La verdad que su silencio es una forma de comunicación y un estilo de su gobierno. Más que las palabras, no obstante, el déficit está la comunicación, porque de nada sirve que el Presidente hable todos los días si lo que dice no se encuentra en los rangos de los temas de gobierno. Advierto en ese tema, mucha más hojarasca de la que habitualmente existe.
La entrevista de ayer fue muy útil para zanjar temas cruciales como el de la fragata inglesa y el de Conga. En el primer caso ha reivindicado su dirección de la política exterior dejando sin piso a quienes satanizan al canciller, como si los temas en debate no estuvieran en la esfera presidencial. La palabra más relevante es “soberanía” y allí parece haber un punto final para la facción conservadora que quería hacer política interna con la política exterior. Sobre Conga, he advertido una mayor disposición al diálogo que otros miembros del gobierno y un retorno del discurso “Conga va” hacia posiciones más tolerantes. Si debo forzar una frase detrás de sus palabras sobre este caso sería: “Conga no puede ir a cualquier precio”.
El deslinde con su hermano es también destacable, pero fuera de ello hay un paquete de temas que deberían merecer las palabras presidenciales: la seguridad ciudadana, la inversión pública y las repercusiones en el Perú de la crisis financiera internacional.
Yo pediría más calidad y no solo cantidad y en eso la prensa tiene la mayor responsabilidad: ya llevamos tres semanas con las cárceles Antauro. ¿Será el modo de hacer oposición por parte de una prensa que estaba preparada para otro tipo de enfrentamiento con el gobierno y que está más que satisfecha con  el rumbo económico y político del gobierno?

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