sábado, 12 de junio de 2010

Ecuador y los vecinos



La mitadmasuno
La República
Sábado 13 de mayo
Juan De la Puente

La exitosa visita al Perú del presidente Rafael Correa esta semana ha cerrado el ciclo de las relaciones Perú-Ecuador iniciado por el Acuerdo de Brasilia de 1998. En casi 12 años, ambos países hemos construido una comunidad de confianzas a pesar de la inestabilidad ecuatoriana vigente antes de la presidencia de Correa; de la participación de Ecuador en el eje venezolano (una presencia ciertamente compleja y pragmática); de la ruptura de relaciones entre Ecuador y Colombia, país que tiene al Perú como el amigo más cercano en la región; del remoloneo peruano en la ejecución de la parte que le corresponde de los acuerdos de 1998; y de las estrategias divergentes de integración comercial.
Las relaciones entre los dos países se caracterizan por la búsqueda de la asepsia ideológica, que acentúan los pendientes de cada uno, el colombiano para Ecuador y el chileno para el Perú. No obstante, sería un exceso afirmar que ambas naciones desean llevarse bien porque sus enemistades tienen otras prioridades. Entre Ecuador y Perú ha madurado una relación armoniosa surgida de una paz emocionalmente costosa, alimentada por la racionalidad de sus líderes.
Debe reconocerse que en el caso ecuatoriano, la principal causa de este progreso es la estabilidad política lograda con Correa y los cambios institucionales que frenaron el poder de sus fuerzas armadas. En el Perú, al revés, el abandono de la beligerancia frente a Ecuador es un valor dominante en las fuerzas armadas. El resto lo hicieron las finas relaciones mantenidas por nuestros gobiernos con los mandatos de Mahuad, Noboa, Gutiérrez, Palacio y Correa. A pesar de ello, aquí como en Ecuador se tienen reductos beligerantes. En nuestro caso el más riesgoso es el de Loreto, donde una minoría estridente pretende impedir el acceso de Ecuador a los puertos Saramiriza y Pijuayal, en cumplimiento del Acuerdo de 1998.
Es cierto que Rafael Correa no es Evo Morales. No obstante, es conveniente preguntarse por qué el modelo de las relaciones con Ecuador no fue aplicado a Bolivia, nación con la que los lazos de hermandad fueron más sólidos y con la que jamás se tuvo diferendo limítrofe relevante. Como respuesta no caben el estilo personal provocador de Morales ni su nivel de sometimiento a la estrategia de Hugo Chávez. Las respuestas están más en nosotros, especialmente en el exceso ideologista que aún preside nuestra mirada del país vecino. Y hermano.

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